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25 de abril 2024
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OpiniónGregory Castellanos RuanoGregory Castellanos Ruano

Un juez en una burbuja

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En la página No. 8 de la edición impresa del periódico «El Día« de fecha veintiséis (26) de Octubre del dos mil diecisiete (2017) el actual Coordinador de los Juzgados de la Instrucción del Distrito Nacional,  el magistrado Alejandro Vargas, se lamenta de que “las autoridades no han encarado de manera responsable y decidida el problema de los linchamientos por la población contra personas que cometen un delito”.   Las declaraciones de dicho magistrado Juez de Instrucción provocó una respuesta sumamente crítica de un escritor dominicano que siempre se ha caracterizado por ser muy mesurado, Rolando Fernández, quien en fecha tres (3) de Noviembre del dos mil diecisiete (2017) escribió en El Nuevo Diario Digital un artículo de fondo titulado  «¡Qué declaración más alegre: actuar solo contra los linchamientos!«  en el que el distinguido autor critica de manera justificada la posición externada por dicho Juez de Instrucción del Distrito Nacional.

Los criterios allí externados por  dicho juez son una frivolidad, otra más, de parte de dicho juez, pero a mí no me extraña para nada dicha frivolidad del magistrado en cuestión: él es `un juez en una burbuja`, es decir, un juez que vive alejado, apartado de la realidad delincuencial que padece la sociedad dominicana. El no sabe lo que viene ocurriendo y lo que está ocurriendo en el seno de la sociedad dominicana.

El magistrado Alejandro Vargas antes de ser juez pasó una buena parte de su vida dentro de una burbuja: dentro de la cabina de una estación de radio, como locutor: producía en Radio Popular un programa llamado «Cien (100) canciones y un millón de recuerdos«;  desde allí, con los botones y controles de la consola o control master y un micrófono conectado a la misma, impactaba al público, tratando de conseguir del mismo lo que él quería conseguir.  Tenía un mundo a sus pies, perdón: bajo su voz.

Ahora, con la normativa procesal penal cepepeísta que le ha sido insertada en su cabeza como antes en su época de locutor se insertaba un cassette (cartridge) en una reproductora de cassettes (cartridges) para reproducir el contenido sonoro de dicho cassette o cartridge, él razona todo en función de la Doctrina teórica que le da cuerpo y unión a dicha normativa procesal penal.   Lo que él intenta manipular ahora no es un público que se quiere extasiar (y al que él quiere extasiar) con música: es un público que tiene en juego intereses jurídicos `de alto valor social`, `de altísimo valor social`.  Es con un material explosivo con lo que él está jugando y él no se da cuenta de esa naturaleza explosiva de ese material.   Esto no se trata de hedonismo musical.

La alienación de que él ha sido objeto con su ideologización producida sobre la base de dicha normativa procesal penal, es decir, la pérdida del sentido de la realidad que él ha sufrido a consecuencia de dicha ideologización, le deforma y le obstruye el entendimiento de la realidad de brinco y espanto que vive la sociedad dominicana tras liberarse las fuerzas que se liberaron al entrar en vigor el Código Procesal Penal (CPP) el veintisiete (27) de Septiembre del dos mil cuatro (2004).

Los mensajes que el distinguido magistrado quiere transmitir con sus referidas declaraciones son: 1) que con el Código Procesal Penal (CPP)  «la sociedad dominicana está más segura« (¿?); y 2) que con jueces como él (el magistrado Alejandro Vargas) ahora «la sociedad dominicana está más segura« (¿?).

A dicho distinguido magistrado se le ha hecho imposible disimular el adoctrinamiento que recibió en la Madraza llamada Escuela Nacional de la Judicatura (ENJ).

Con sus declaraciones precedentemente referidas y orientadas en dicho doble sentido  dicho magistrado muestra abiertamente su ostentación con una pretensión de cuasi «gracia divina« (¿?).   El cree estar «reescribiendo« (¿?)  la Historia: y, junto con otros, en realidad lo está haciendo, pero son miles y miles los litros, millares y millares los galones, millares y millares los barriles, millares y millares los tanques de sangre que se está usando para «reescribirla« (¿?).

Ya no estamos en los tiempos de los prolegómenos de la revolución cepepeísta, es decir, ya no estamos en los tiempos de la propaganda alegre y alocada que se hizo de la Doctrina cepepeísta pintándola como algo que venía bajando del cielo para prepararle su advenimiento a la tierra dominicana.   Muchas aguas han pasado debajo de los ríos y demasiada ruina económica y demasiados muertos han sido producidos y demasiada sangre se ha vertido desde que el veintisiete (27) de Septiembre del dos mil cuatro (2004) entró en vigor el Código Procesal Penal (CPP).   No hay peor ciego que el que no quiere ver.

Por la ineficiencia intrínseca a la normativa procesal penal cepepeísta  (por ser de raíz Abolicionista Penal) en la lucha contra la delincuencia seguimos en un círculo vicioso porque de otra manera no podía ser ya que dicha normativa procesal penal está al servicio de la delincuencia precisamente por dicha raíz Abolicionista Penal.

El (el distinguido magistrado Alejandro Vargas) y personas como él apuraron el cocktail de `ficciones peligrosas` del Código Procesal Penal  (CPP) creyendo que estaban libando algún néctar originador de sabiduría jurídica «divina« (¿?).

Así como a su voz se le recuerda por su participación locutoril en «Cien (100) canciones y un millón de recuerdos«, así mismo su rostro se está grabando y será recordado como parte de la simbología de una época siniestra de desgracias delincuenciales para la sociedad dominicana: su rostro  ya es simbólico en este ambiente judicial macabro para la sociedad dominicana, su rostro es visto como parte de una era de ruina económica que tiene por raíz los robos y de una era sangrienta en la que él mismo es visto simbológicamente como `una de las tantas caras de la muerte en la República Dominicana`.

El alto grado de irrealidad en la que vive y actúa el distinguido magistrado no debe sorprender a nadie, pues su grado de irrealidad es el mismo grado de irrealidad que se respira en la Madraza llamada Escuela Nacional de la Judicatura (ENJ), que lo «formó« (¿?); es también el mismo grado de irrealidad de los que crearon la Doctrina cuasi-abolicionista Penal de la cual es expresión concreta el Código Procesal Penal (CPP); es el mismo grado de irrealidad de los que armaron dicho esperpento jurídico al que se le sigue queriendo envolver en el sudario divino; es el mismo grado de irrealidad de los que no previeron el choque de dicha normativa procesal penal con la realidad, la cual no fue prevista por ellos soslayándola con una altísima dosis de desprecio, de un desprecio que desdibuja la línea que señala la frontera entre el no crimen y el crimen.

Desde el veintisiete (27) de Septiembre del dos mil cuatro (2004) la República Dominicana fue sumergida en la irracionalidad: son trece (13) años los que tiene la sociedad dominicana bañada por la irrealidad, bañada de ruina económica por los robos y bañada de sangre por el derramamiento de esta conexo a dichos robos.   Desde entonces la sociedad dominicana ha conocido lo que es una verdadera `Antología del caos y del desorden`.   En aquella fecha comenzó el experimento con nuevas teorías fundadas en propuestas «idealistas« (¿?)  y «utópicas« (¿?) para supuestamente solucionar problemas sociales y resultó que los problemas sociales que se generaron son de mayor categoría frente a aquéllos que supuestamente se quería solucionar.  … Se consideró que se había dado «un vertiginoso salto cualitativo gigantesco« (¿?): Y realmente fue así, pero hacia atrás, es decir, en un sentido negativo.

El caos a que dicho experimento jurídico conllevó (y conlleva) de inmediato empezó a expresarse a través de la sucesiva aparición de cadáveres ensangrentados y a través de otras numerosas manifestaciones de la violencia haciendo que la sociedad viva en un estado de constante zozobra, en un permanente espanto.   Desde entonces igualmente los delincuentes tendrán la primacía, la preferencia, en la República Dominicana.

Hasta ahí llevó la ausencia de un perfil realista, ausencia que comienza con los mismos creadores de la utopía que resultó distopía (aparte de ser un auténtico fiasco por sus múltiples deficiencias). Hasta ahí llevó la última religión monoteísta que ha conocido una parte de la Humanidad, una religión en la que la injusticia es la norma.   El decorado de pedrerías con el que dicha religión vino ornamentada provocó muchos devotos: entre ellos está el distinguido magistrado Alejandro Vargas, quien es muy devoto de la nueva gran religión monoteísta de los últimos tiempos.   Esa fervorosa devoción suya le impide a él mirar fríamente los cuadros de imágenes concretas, reales, que la sociedad le envía, esa sociedad cuya vida «los Hombres Nuevos (del cepepeísmo) como él« han convertido en miserable y horrible.

Como él hay muchos alienados, es decir, personas que han perdido el sentido de la realidad como efecto de la ideología procesal penal cepepeísta; y es que otra cosa no podía producir la siembra de la misma en personas que, como él, son muy ingénuos, que se dejan engañar por cualquier cosa, no importa cuán descabellada sea esta.

Pero pronto fue notorio para las víctimas concretas y para las víctimas potenciales y para la sociedad dominicana que lo que le lanzaron a esta fue un ladrillo y un ladrillo grueso, muy grueso; y que desde el lanzamiento de ese grueso ladrillo se ha ido escribiendo `una Antología que fue caminando muy rápidamente del orden al caos`.   Tras los vientos cepepeístas quedar en evidencia la sociedad dominicana entró en ebullición, la conciencia colectiva cansada de la mentira enredadora dio lugar a que la ineficiencia del Código Procesal Penal (CPP) frente a la delincuencia se convirtiera en chispa sobre el material listo para encenderse: en el seno de la sociedad se empezó a repugnar de las ficciones cepepeístas aterradoras, de las ficciones cepepeístas que aterran a la sociedad o mantienen aterrada a la sociedad: se hastiaron de las ficciones cepepeístas devastadoras de la sociedad.  …El resto es Historia: en la República Dominicana linchan a los delincuentes por la infuncionalidad de la normativa procesal penal para combatir a la delincuencia. ¡Tanta es la frustración y la indignación sociales acumuladas desde el veintisiete (27) de Septiembre del dos mil cuatro (2004)!  Otros llegan más lejos y expresan que los ciudadanos indignados linchan a los delincuentes porque no pueden linchar a los jueces.

Por su alienación o pérdida del sentido de la realidad a consecuencia del adoctrinamiento ideológico a que fue sometido, sobre eso de los linchamientos el distinguido magistrado Alejandro Vargas es un disco rayado…  (Total: proviene de la época de los discos de acetato que se rayaban produciendo repeticiones sonoras indeseadas…) …Hace poco tiempo atrás el distinguido magistrado Alejandro Vargas  confundió una legítima defensa de tercero con un linchamiento…  Uno de los fundamentos de la Legítima Defensa es que ante la ausencia del Estado en una situación concreta de un agresor que realiza una agresión ilegítima actual o inminente contra la persona o bienes jurídicos de dicha persona o de un tercero ella se admite; lo cual jamás puede ser confundido con un linchamiento, el cual implica que una turba, es decir, que muchos ciudadanos intervengan y presupone, además, el linchamiento, que el delincuente esté capturado y en estado de absoluta indefensión. En el caso de la especie referida él no estaba apoderado de un caso en el que se produjo un linchamiento.   Por Lic. Gregory Castellanos Ruano

 

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