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19 de abril 2024
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Juan Sully Bonnelly presidente de una junta histórica

Juan Sully Bonnelly presidente de una junta histórica
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A propósito de que el Senado de la República está inmerso en el proceso de selección de los jueces de la Junta Central Electoral que habrán de integrar ese órgano entre 2020 y 2024 se ha establecido el perfil de los miembros que se entiende ideal para las actuales circunstancias.

Se habla de hombres y mujeres independientes en el sentido de que no han hecho vida partidista ni tenido militancia política. 

En ese sentido, se rememora y se pone como ejemplo lo ocurrido tras la crisis electoral de 1994 que culminó con una reforma constitucional, el acortamiento del período presidencial del doctor Joaquín Balaguer y el nombramiento de una nueva Junta Central Electoral presidida por el Doctor César Estrella Sadhalá e integrada además por Juan Sully Bonnelly, Rafael Vallejo Santelises, Luis Alberto Mora Guzmán y Aura Celeste Fernández. 

En esta ocasión nos hemos acercado al doctor Juan Sully Bonnelly para que nos cuente acerca de su experiencia primero como miembro de la junta y luego como su presidente ya que le tocó sustituir a Estrella Sadhalá para completar el período de cuatro años que, constitucionalmente, debía cumplir una Junta Central Electoral reconocida como histórica por el papel que le tocó desempeãr en la reconstrucción de la confianza en el sistema electoral dominicano.

Juan Sully Bonnelly Batlle, es hijo del extinto presidente del Consejo de Estado (1962), licenciado Rafael Filiberto Bonnelly Fondeur y de la señora Aída Batlle Morel. 

Es nativo de la ciudad de Santiago de los caballeros y obtuvo su título como Doctor en Derecho por la Universidad de Santo Domingo en el año 1957. Desde esa fecha se dedicó al ejercicio de su profesión en la oficina fundada por su padre junto a su hermano el doctor Rafael Francisco Bonnelly Batlle, recientemente fallecido.

Nunca ha participado de la política partidista. El 28 de octubre de 1994 fue designado por el Senado de la República, como Miembro de la Junta Central Electoral, junto al mencionado grupo de notables juristas encabezados por el doctor César Estrella Sahdalá.

Tras la salida del doctor Estrella Sahdala de la presidencia, el Senado de la República, lo eligió como presidente culminando su función en 1998 tras la celebración de los comicios congresuales y municipales.

A continuación la entrevista:

¿Doctor Bonnelly, usted fue seleccionado como miembro de la Junta Central Electoral en 1994 junto a César Estrella Sahdalá, Rafael Vallejo Santelíses, Luis Mora y Aura Celeste Fernández; se recuerda que esa conformación surgió luego de la crisis electoral del 1994 que conllevó incluso una reforma constitucional y al acortamiento del período de Balaguer. Esa junta fue el fruto de un gran consenso. Díganos cómo surge usted ahí?

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“Eso ocurrió en octubre del año 1994 luego de que el evento electoral de mayo de resultara muy discutido y de que la diferencia entre los principales candidatos, el Dr. Joaquín Balaguer y José Francisco Peña Gómez, fuera muy mínima. Unos mil votos, es decir,  se podía hablar de casi un empate.”

Ciertamente, los alegatos de fraude no se hicieron esperar, y el ambiente político se agitó bastante.

Así lo recuerda el doctor Bonnelly al decir que: “ Esas elecciones fueron seriamente cuestionadas acerca de su validez y fueron fruto de toda clase de discusión en los mentideros políticos. La prensa nacional continuamente trataba el asunto buscando soluciones que condujeran resultados no traumáticos para el país.”

Tras la crisis electoral surgió el consenso que dio como resultado una reforma constitucional que acortaba el período de Balaguer a dos años, prohibía su reelección y establecía la celebración de nuevas elecciones para el año 1996.

La Constitución establecía, además, la división entre las elecciones presidenciales en 1996 y de las elecciones congresuales y municipales que se celebrarían en 1998, con dos años de por medio. La reforma implementada también establecía la modalidad de colegios electorales cerrados con horarios distintos para hombres y mujeres.

El consenso político también incluyó la conformación de una junta electoral integrada por personas de reconocida capacidad y solvencia moral. Profesionales independientes, entendidos como tales aquellos que no hubieran tenido vida partidaria o proselitista activa, aún cuando tuvieran -como es natural- sus particulares preferencias.

El doctor Bonnelly cuenta que luego de instalado el gobierno, el 16 de agosto de 1994, comenzaron los aprestos para seleccionar la nueva Junta Central Electoral, antes del período acordado legalmente que implicaba su designación a más tardar dos meses después, es decir, a mediados de octubre.

En ese proceso se tomaron muy en cuenta personas que -hasta el momento- no habían manifestado interés por las cosas de la política.

Refiere que unas semanas después recibió una llamada telefónica de Don Mario Álvarez Dugan (Cuchito), entonces director del Periódico Hoy y tío de su esposa, quien le cuestionó acerca de que si estaba enterado de que su nombre figuraba como posible miembro de la JCE.

Afirma que le dijo que no que, hasta ese momento, no le había llegado ninguna información al respecto y que nadie se le había acercado para hacerle ese ofrecimiento y que, naturalmente que cualquier decisión que él tomara al respecto no podía hacerlo a la ligera. “En el país hay muchísimas personas de gran valor que pueden llevar a cabo esas funciones, y que yo no me consideraba indispensable para ocupar esa posición y que en adición, antes de considerar tal posibilidad yo tenía que saber con quiénes más se contaba para esos fines, porque yo no iba a compartir una función de tanta responsabilidad con personas a quienes yo podía considerar no aptas para eso.” Cuenta el entrevistado que le dijo a don Cuchito en aquel momento. 

Continúa narrando que días después volvió a recibir otra llamada de Cuchito Álvarez donde le informaba sobre la laboriosa participación que llevaba a cabo Monseñor Agripino Núñez Collado para la conformación de la Junta Central Electoral y la selección tanto de los titulares como de sus suplentes. Me informó “que se había desplegado una ardua labor con participación de sectores de la vida nacional, interesados también en buscar solución a los problemas que se habían concitado con motivo de las elecciones de mayo y que se consideraba para tales funciones a César Estrella Sadhalá como presidente, y como miembros a Luis Mora Guzmán, Rafael Armando Vallejo Santelises, Aura Celeste Fernández y a mi”.

Bonnelly explica que César Estrella Sadhalá era ampliamente conocido por él y que existía entre ambos una estrecha relación por ser prácticamente de la misma edad, por ser los dos originarios de Santiago y haber crecido juntos. “Entre la familia Estrella y la familia Bonnelly habían vínculos de amistad muy estrechos, y nos conocíamos prácticamente muy bien, hasta tal extremo que cuando mi padre iba a Santiago era una visita obligada la de su amigo el general Piro Estrella, padre de César. O sea, César y yo éramos entrañables amigos desde siempre. Además de eso  Luis Mora Guzmán, era un distinguido abogado que formaba parte de una de las principales firmas del país y que, como colega lo había tratado y era una persona de mi alta consideración, y que con respecto a Rafael Armando Vallejo Santelises y Aura Celeste Fernández, aunque personalmente no había tenido contacto con ellos, si tenía conocimiento de que se trataban de personas de alta calidad, tanto como en lo profesional como en su vida privada particular y que por tanto, eran personas con las cuales yo podía dar mi aquiescencia y aceptar la designación para trabajar por un mismo objetivo al igual que el grupo de suplentes que se mencionaban entre los que recuerdo a Luis Arias, Rafael Cáceres, Jorge Subero Isa y Polito Díaz. A todos les guardaba mucha estima y que, por tanto, no tendría inconveniente en llevar a cabo una labor conjuntamente con ellos, si esa era la vía para solucionar los problemas que se vivían en esos momentos.”

A los pocos días de aquella conversación, el Senado de la República oficializó la designación de los miembros de la Junta Central Electoral que tomó posesión de sus funciones, días antes de vencer el plazo establecido. 

¿Siempre hubo armonía en el grupo o hubo alguna clase de desavenencia?

“Tan pronto, se iniciaron los trabajos en ese organismo, la primera medida que se adoptó fue, fue que la vocería del organismo recayera exclusivamente en el presidente de la Junta, a fin de evitar que la participación de otros de los integrantes en momentos tan difíciles como el que se vivía, generara confusión y mostrara, no una forma de trabajo armónico, sino donde no prevalecía la unidad, eso fue adoptado y nunca se alteró esta medida.” 

Continúa diciendo que “donde hay más de una persona, con pensamientos distintos, siempre habrá diferencias, aunque no se llegue a extremos, pero sí que se permita a las personas pensar en uno u otro sentido y disentir.”

Afirma que “entre los miembros de la JCE hubo disidencias como no, disidencias que nunca se tradujeron en falta de armonía, las cosas se discutían a fondo, las cosas se decidían tomando en consideración los pareceres de cada uno de nosotros. Si había disidencias, y las hubo, la imposición del voto mayoritario o del razonamiento de la mayoría hacía que aquel disidente o aquellos disidentes en el momento de tomar una decisión, aunque estuviesen en contra o no totalmente de acuerdo se plegaran a la decisión mayoritaria y asumieran la mayoría la responsabilidad de la decisión como si desde un principio estuvieran de acuerdo.” 

Asegura que “nunca salió a la luz pública una desarmonía de esa Junta Central Electoral porque sus miembros siempre actuamos con sensatez y con respeto al pensamiento y a la forma de actuar del que no estaba de acuerdo con una medida tomada, nunca salió a la luz pública una disidencia porque si se presentaba esa situación se iba a reflejar naturalmente en contra de la confianza que podía tener el pueblo dominicana en las decisiones que se tomaran en cuenta”.

¿En esa época influían los intereses políticos en las decisiones de la JCE o allí sólo imperaba la ley y la constitución?

“En los momentos que se vivían, no se puede negar que los intereses políticos pesaban mucho, naturalmente nosotros pudimos sortear esa situación manteniendo una forma de trabajo donde se impusiera porque sobre todas las cosas, el respeto a ley y a la Constitución. Por tanto, la táctica a seguir en nuestras labores fue la de una absoluta apertura con los partidos políticos el intercambio de pareceres, el análisis de los problemas que se presentaron siempre tomando en cuenta sus pareceres, pero al fin y al cabo imponiendo lo que la ley y la Constitución señalaban por encima de todo y nunca se dio una decisión que no fuera bajo esa premisa.”

 ¿Cuáles fueron las más importantes acciones que se tomaron en aquel momento?

“De las cosas que se alegaban en ese entonces era que durante el proceso electoral anterior se cometieron un sinnúmero de errores y de cosas indebidas, tales como suplantación de votantes, dislocación de centros electorales y de las listas de votantes. Toda una serie de cosas que ocurrieron durante las elecciones que se pusieron en duda y que habían provocado todos los cuestionamientos. Lógicamente, era muy cuesta arriba considerar la organización de unas elecciones sin tomar medidas que ayudaran a restablecer la confianza en este tipo de procesos”.

Indica Bonnelly que “a tal efecto nuestra labor primaria fue crear las bases necesarias para rescatar el prestigio del organismo, y brindar confianza a la ciudadanía en la preparación de las elecciones que debían celebrarse en dos años poniendo en ejecución una serie de medidas que dieran confianza a la ciudadanía”.

Cuenta que para entonces se votaba con un documento llamado registro electoral conocido, popularmente, como el azulito “que era un simple pedazo de papel con un plástico que con aplicar calor se podía despegar y que podía hacerse con él cualquier cosa menos tenerle confianza”.

Por eso, explica, que “desde el primer momento fue labor de la junta, buscar soluciones para que la ciudadanía tuviera un documento en que fiar y que no diera lugar que pudieran alterarse, votaciones, suplantación de personas por falsificación de documentos, desde el primer momento nos adoptamos a buscar una solución inmediata a ese problema, por eso se hicieron las diligencias necesarias para lograr un documento que valiera la confianza de todo el pueblo”.

En efecto, se recuerda que para aquel momento la Junta Central Electoral llevó a cabo el primer proceso de cedulación proporcionando la primera cédula de identidad y electoral, que sustituía la antigua cédula de identidad (tipo librito) y que descartaba el viejo registro electoral. También se confeccionó un nuevo padrón electoral.

Explica además que otro de los pasos que se dieron fue el de concienciar y motivar al personal de la Junta Central Electoral para elevarle la moral.  “En ese organismo existían y existen, personas de gran valía. Era necesario elevarles la moral y hacer que comprendieran cuál era su misión que no era otra que la Junta Central Electoral tuviera una imagen positiva frente a todo el pueblo dominicano. Nuestra labor, por tanto, era depositar confianza en el personal para que no solo nosotros sino el cuerpo general que formaba parte de la junta hiciera conciencia y tuvieran la la fe de que podíamos llevar a cabo ese trabajo en beneficio de todo el pueblo”.

Enfatiza que a consecuencia de ellos haber adoptado esa filosofía se obtuvo éxito en las labores llevadas a cabo gracias “en gran parte a la colaboración y la decisión unánime del personal de la Junta Central Electoral en llevar a cabo una labor fructífera que proyectara el sentir verdadero de una comunidad deseosa de vivir en un ambiente democrático surgido de la voluntad popular en las próximas elecciones”.

Agrega que “de esa forma, consideramos necesario desplazarnos por todo el país visitando municipio por municipio las juntas municipales y contactando a la ciudadanía en general para conciben tiznarles de que, con su colaboración, con su esfuerzo y con su deseo debíamos llevar a cabo una labor en conjunto con los partidos políticos para encauzar el país por ruta adecuada siempre mirando el futuro como promisorio”. 

Explica que ellos decidieron que durante ese despliegue a nivel nacional, el presidente de la Junta se mantuviera siempre en la sede principal y que los demás miembros y los suplentes fueran los que llevaran a cabo la labor de llevar confianza directamente a la ciudadanía a nivel nacional.

Para aquel entonces, continúa explicando, “no existía el nivel de intercambio existente hoy en día en los eventos electorales de los distintos países principalmente de américa latina, pero si hubo alguna clase de intercambio. Esa esa labor de representación no la llevamos a cabo directamente los miembros titulares de la Junta, sino que fue delegada en nuestros suplentes a fin de no distraer nuestra atención en viajes, sino dedicándonos a las labores que necesariamente teníamos que llevar a cabo aquí en el país, porque realmente nos ocupábamos el ciento por ciento de nuestras actividades, a tal extremo, que bien llegábamos a nuestras labores a tempranas horas de cada día y no teníamos hora de salida porque la labor en ese organismo no permite ni días de fiestas, ni sábados ni domingos, se trata de una labor continua al desempeño de nuestro cargo”.

Remontándonos un poco en la historia del país recordamos, que en 1962, se realizaron las primeras elecciones libres luego de terminada la tiranía de Trujillo. De esas elecciones salió electo el profesor Juan Bosch. Pero su padre, el presidente Rafael F. Bonnelly fue a quien correspondió dirigir el país durante ese proceso electoral. Usted fue un cercano colaborador de su padre en esa época. ¿Considera que esa experiencia le sirvió luego como miembro de la Junta Central Electoral en un momento político considerablemente difícil?

“Como es sabido, mi padre le correspondió la difícil tarea de encabezar el gobierno que surgió con posterioridad a los acontecimientos del 30 de mayo, y de la muerte de Trujillo. Fue una época realmente muy difícil y fue a mi padre a quien le tocó enfrentar esa transición organizando elecciones libres para que el pueblo dominicano se diera un gobierno surgido de la voluntad popular que le había sido conculcado.  Tanto a mi hermano -que en paz descanse- como yo, fuimos muy cercanos a nuestros padre, en ese año de situaciones trascendentes, donde se desbordaron las libertades, donde todo lo que había sucedido antes era malo, y había que llevar una labor de limpieza generalizada con personas deseosos de justicia, naturalmente fue un año donde se vivieron muchas experiencias y donde sucedieron acontecimientos que han sido recogidos por la historia.Todas las acciones que se llevaron a cabo en el gobierno de mi padre definitivamente influyeron en nuestra formación, la forma de actuar de mi papá en esa etapa, siempre sereno, sin precipitarse a tomar medidas, siempre pensando en llevar a cabo una labor en beneficio de la generalidad del pueblo, la forma que él empleó naturalmente contribuyó a nuestra forma de actuar no en situaciones similares aquellas que fueron muy difíciles, pero si en no precipitarnos en tomar medidas, pensar con detenimiento, y eso sí me ayudó en las decisiones que pudiera tomar en mi ejercicio tanto como miembro, como presidente de la Junta Central Electoral en la época que me tocó formar parte de ella”.

 César Estrella renunció antes de que terminara el período para el cual fue electo y ahí resultó electo como presidente, ¿cuéntenos un poco de cómo se dio su elección?

“Debo precisar que lo de César no fue exactamente una renuncia a la presidencia de la Junta, el compromiso que César Estrella asumió al aceptar la posición, fue el de que estaría en esa posición hasta la celebración, en los próximos dos años, de las elecciones presidencial, y él lo que hizo al término de esa labor al frente de la Junta Central Electoral fue cumplir con lo que había acordado hacer que era, como dije, permanecer solamente dos años al frente de ese organismo y se marchó luego de haber encabezado un proceso electoral que todavía al día de hoy, el pueblo dominicano reconoce como sin precedentes”. 

Explica que, “a la salida de César, se presentó otra situación, con la jueza Aura Celeste Fernández quien ante un simple e injusto comentario sobre su supuesta imparcialidad y conociendo la verticalidad que esa distinguida dama y la entrega con que llevó a cabo su labor de sacrificio, de trabajo, no tardó ni un segundo en poner a disposición su cargo como miembro de la Junta Central Electoral, no obstante, contar con la confianza de sus compañeros miembros como de la ciudadanía por su rectitud y forma de actuar, pero fueron inútiles los esfuerzos que se hicieron para que ella no hiciera caso a ese desafortunado comentario y para que permaneciera junto a nosotros, los tres restantes miembros de ese organismo”.  

Como consecuencia de lo anterior, expone, que se “produjeron al mismo tiempo dos vacancias, la de Cesar y la de Aura Celeste. Ante esa situación y ante la necesidad de que había que cumplir esas lamentables ausencias nosotros los tres miembros restantes señalamos a los partidos políticos, que necesariamente tenían un peso específico para la escogencia, que nosotros permaneceríamos en nuestros cargos, pero con la salvedad de que la nueva presidencia de la junta debía recaer en  cualquiera de los tres miembros que estábamos y que no aceptábamos bajo ningún concepto que fuera una persona de fuera  y que si aceptábamos de buen agrado la recomendación de otros dos miembros, pero que estos debían contar con la anuencia de nosotros. La presidencia podía recaer en cualquiera de nosotros que desearan los partidos políticos, pero nunca una imposición desde fuera. En visita que nos hiciera en ese entonces el secretario general del PRD, Hatuey Decamps, y Donald Read Cabral, del PRSC, nos participaron de las conversaciones llevadas a cabo que entre los partidos políticos y que se había decidido designarme a mí como presidente de la Junta Central Electoral y que nos sugería para cubrir las vacantes dejadas por César y Aura Celeste, a los doctores Cirilo Collado y Alejandro Asmar. Eran dos personas a quienes conocíamos muy bien. Collado era una persona muy afín a nuestras oficinas de abogados y Asmar Sánchez le conocía desde la época universitaria y que, por tanto, no teníamos ninguna objeción de que ellos formaran parte de la Junta. La integración de ellos dos no fue motivo para que se crearan fricciones dentro del organismo y la armonía, que fue base fundamental en la conformación original de la Junta Central Electoral presidida por César se mantuvo y la cohesión de los miembros se mantuvo firme hasta el último momento en que formamos parte de ese organismo, sin lo más mínimo”.

Ahora el Senado se propone  elegir una nueva Junta Central Electoral, luego de un proceso electoral cargado de múltiples complicaciones que han dejado la institución en una crisis de verdadera credibilidad, muy parecido a lo que ocurrió en 1994, aunque con connotaciones distintas, ¿cuál es el perfil que entiende usted deben tener los miembros de este organismo en estos momentos?

“Considero al respecto, que es una condición sine quanon que quienes vayan a formar parte de un organismo de esa naturaleza no tengan una vinculación directa con un partido político, sino que sus condiciones esenciales sean de ciudadanos regulares, de ciudadanos con capacidad para llevar esas funciones, porque hoy en día, incluso, pueden formar parte de la junta, personas que no necesariamente sean abogados. Deben ser personas que tengan el reconocimiento de la sociedad como ciudadanos de conductas intachables, tanto en su vida pública, como en su vida privada. No es posible que se acceda a la Junta Central Electoral por una vinculación partidista y que se vaya allí con la idea de que se van a resolver problemas políticos y que esa participación partidista vaya a pesar o a influir en la toma de decisiones, por eso deben ser personas ajenas al partidismo político, aunque se trate de personas de gran moralidad (que dentro de los partidos las hay).” 

Agrega que “sin lugar a duda, no se puede negar que las influencias políticas en la conformación de una Junta Central Electoral es un asunto que siempre estará latente. Siempre la política va a ser un factor primordial para la conformación de este organismo. Ahora bien, eso no quiere decir que vayan a ocupar esas funciones personas, no con vinculación política, sino con activismo partidista. Por eso, considero que, tal y como se hizo con nosotros siempre debe primar la condición de personas que no estén vinculadas en forma activa en las organizaciones políticas del país, no que sean personas ajenas a la política, pero sí que no sean activistas de ningún partido político ya que eso indiscutiblemente afectará el desarrollo de las labores internas del organismo”.

Dice que ha visto “…el gran número de personas que se han acercado al Senado, y ofrecer sus servicios para conformar la Junta Central Electoral, personas valiosas, que estoy seguro tienen condiciones para llevar a cabo una labor efectiva y beneficiosa. Sugiero al Senado que seleccione a personas que estén dispuestas a sacrificarse, porque asumir las funciones en un organismo como la Junta Central Electoral es un sacrificio de muchas formas. Nosotros lo asumimos como un sacrificio pues, para entonces, no tomamos en cuenta los sueldos, ni pensiones, porque, el sueldo máximo que nosotros alcanzamos a ganar en esos años fue de 30,000 pesos mensuales, que cualquier secretaria de nuestras oficinas particulares ganaba más que nosotros en el ejercicio de esas funciones, y que ninguno de los que allí estuvimos recibimos pensión del Estado porque no fuimos allí a buscar  fondos para una buena vida, allí fuimos a trabajar en beneficio del país y ninguno de los que formamos parte recibimos ningún tipo de sueldos suntuosos ni pensiones inalcanzables. Al inicio de nuestras labores ante los deprimidos sueldos fijados por el Estado dominicano para pagar el desempeño de esas funciones, un grupo de los principales empresarios de este país idearon crear un fondo económico para que con eso se nos incrementara el sueldo, que ellos consideraban debíamos ganar en el desempeño de nuestras funciones. Nosotros nos negamos a que se hiciera eso, ya que desde el momento en que aceptáramos una medida como esa dejaríamos de ser dependientes del Estado dominicano y del pueblo, y pasaríamos a depender de personas e institución particulares, ajenas a los fines y propósitos por los que nosotros habíamos decidido aceptar tales responsabilidades”.

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