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18 de abril 2024
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OpiniónManuel Hernández VilletaManuel Hernández Villeta

Intervención norteamericana

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Los dominicanos conocemos en carne viva las intervenciones militares de las grandes potencias, pero también hemos tenido el coraje de pelear hasta la muerte para enfrentar tal oprobio. La última intervención directa fue la norteamericana del 1965, para frenar la Guerra Patria.

Hoy como ayer es necesario que los dominicanos revisen su conciencia. Se ha perdido hoy el fervor patriótico de que se hizo gala en el pasado. La sociedad ha caído en el inmediatismo, el consumismo, los falsos valores, y el deber patrio es letra muerte.

Desde luego, las coyunturas político-sociales que permitieron que el pueblo se tirara a la calle en el 1965 no existen actualmente. Había lucha e indignación por parte de la población, a raíz del golpe de Estado a Juan Bosch y el fusilamiento, luego de que se entregaran, de los guerrilleros de Manolo Tavarez Justo. Muchos esperaban el estallido social luego del ajusticiamiento del tirano, pero los trujillistas se reciclaron en la vida política nacional, sobre todo con la apertura del profesor Juan Bosch al levantar la bandera de borrón y cuenta nueva. En ese momento, esa acción era necesaria para mantener la unidad de la familia dominicana.

Y fueron esas mismas fuerzas trujillistas, favorecidas con el borrón y cuenta nueva, que hicieron propicia la revolución de abril. El ejercito que se levantó en armas, al igual que el opuesto a la lucha constitucionalista, era la fuerza militar creada por Trujillo y que no fue desmantelada en el gobierno de Bosch.

Es utópico preguntar hoy y buscar respuestas, de cuál hubiera sido el destino del pueblo dominicano en caso de que triunfara la revolución del 65, y que los norteamericanos no hubieran propiciado su intervención armada. De seguro que se hubiera respetado el clima de libertades públicas, y la Constitución sería la garante del desarrollo nacional.

Los dominicanos siempre han luchado por sus libertades. Se enfrentaron a las tropas haitianas cuando nos sojuzgaron por una veintena de años, pero también a los españoles, con el grito de Capotillo, para dar paso a la restauración. Los norteamericanos nos intervinieron en dos ocasiones el siglo pasado, y de esa forma lanzaron al zafacón las instituciones nacionales.

Los males de hoy son producto de la falta de institucionalidad histórica de los dominicanos. En el siglo pasado con esas dos intervenciones militares norteamericanas, tenemos que hilar el medio siglo en el poder del dictador Rafael L. Trujillo y del que muchos califican de sátrapa ilustrado Joaquín Balaguer.

Hoy hay que buscar la concertación y la reunificación de la familia dominicana. Los hombres que se enfrentaron militarmente en la Guerra Patria años después fumaron la pipa de la concertación y la paz, y aunque manteniendo sus lineamientos sociales y de pensamiento llegaron a un margen de convivencia.

Los dominicanos, por encima de las diferencias sociales, políticas, ideológicas y económicas, tenemos por delante el deber de defender la Patria ante cualquier enemigo extranjero que trate de mancillarla. Somos un pueblo pequeño, quizás olvidada en el mundo, pero tenemos el coraje y el patriotismo para defender nuestra nacionalidad, nuestra libertad, nuestro territorio aún a costo de la sangre o la muerte. ¡Ay!, se me acabó la tinta.

 

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