No resulta fácil comenzar cualquiera que sea la reestructuración de una situación complicada, pero lo peor es no iniciar. El país ha estado entrampado entre las patas de los caballos de la corrupción y la impunidad.
Nos hemos habituado a que todo suceda, sin que nada ocurra como consecuencia. Y esto último es lo que resulta más complicado, pues es lo que en realidad genera irritación colectiva al ver que no pasa nada frente a tantos descaros.
La República Dominicana ha venido acumulando muchos casos escandalosos sin que haya pasado de las gavetas en los escritorios de los funcionarios públicos o de los tribunales. Aún tenemos múltiples casos abiertos sin soluciones judiciales razonables, lo que irrita.