EL NUEVO DIARIO, INTERNACIONAL.- Que Stephen Curry es una de las figuras más importantes de la historia del baloncesto y causa máxima de la evolución del juego no se discute. Sin embargo, su legado va más allá de haber impulsado la revolución del triple, el ritmo y el espacio. Bien lo sabe su de nuevo compañero Andre Iguodala, que ha definido el impacto de Curry en un plano superior al meramente deportivo. “Antes era signo de debilidad pasárselo bien jugando. Charles Barkley, Anthony Mason u Oakley ayudaron a sentar esa base durante los 90. Tenías que ser borde como los Knicks de Pat Riley. Pero entonces llega Steph y comienza a reirse y a bailar. Creo que ha cambiado el juego” decía el veterano en una entrevista con Breakfast Club Power.
Esta influencia jovial ya se ve en los jugadores de la nueva generación. “Ahora ves a Trae Young, Dame Lillard o Luka Doncic lanzar triples desde el medio del campo y con paso atrás y la gente se vuelve loca. El juego ahora es disfrutable, puedes reír mientras juegas. Y ese es el verdadero cambio generacional al que ha dado pie un tipo [Curry] muy especial”.
Las palabras de Iggy pueden parecer superfluas, pero estamos ya acostumbrados a ver a mitos de la NBA comportarse de forma reaccionaria, marcando territorio, pontificando que ninguna era como la suya mientras fruncen el ceño. Los 90 fueron Michael Jordan, pero también fueron algunos de los años más rudos de la historia reciente de la liga, postergándose hasta esos primeros años del nuevo siglo. Curry y su sonrisa suponen al carácter vital del juego lo que suponía Magic Johnson y su brillante dentadura en 1980, y quien venga detrás a querer imitarle tendrá que comprender que el disfrute es parte intrínseca de todo esto.
