La Iglesia Católica ha caído en un letargo luego de su activismo de la Semana Santa. Una pena, porque da la impresión de que se habla y se escribe, pero que no se está en pie y razón de llevar el predicamento a la praxis.
La iglesia no puede ser solo oratoria. Los ensotanados de hoy tienen que tener sensibilidad social y saber que hay que luchar por reivindicaciones sociales. Una cosa es ser activista político, y otra defensor de los derechos humanos y sobre todo del derecho a la vida.
Rechazo que la Iglesia se meta a partidista. Que sus cabezas impulsen que se vaya de rodillas a un caudillo demagogo. No, esa medida sería negativa y pondría una muralla entre los religiosos y el pueblo.
No hay disparidad ni contradicciones entre un religioso que trabaje por mejorar los niveles de vida de la población, y que haga sus plegarias al Señor. Los desposeídos del mundo necesitan quien hable por ellos. Quien sea su voz y su conciencia.
La iglesia, y me refiero a todas las creencias religiosas, en muchas ocasiones ha volteado la mejilla para no ver el dolor de los desamparados de la tierra. Ellos quieren el oropel, se unen a los poderosos, se ilusionan con templos lujosos y olorosos y se olvidan de los que viven en casa de marginalidad.
Fue esperanzador el mensaje del Sermón de las Siete Palabras, pero todo se quedó en el camino. Habría que pasar revista a ver que hizo que los sacerdotes redujeran la marcha. La miseria y el hambre dominicana son iguales, por lo que nadie podría pensar en hacer un alto en el camino.
Parece que el único tema en agenda es el aborto. Pero no se da el consenso. El aborto tiene que tratarse sin pasiones, con una abierta discusión entre todos los sectores nacionales. Hay que comprender que en el tema del aborto hay que escuchar a los religiosos, las feministas, los grupos cívicos, y a las mujeres y los hombres de la calle.
Este y todos los temas de la vida nacional se necesita que se aireen, y sobre todo que haya sectores con limpieza de pensamiento e intenciones para que sirvan de mediadores. No tiene al día de hoy la sociedad dominicana a mediadores. Todos se enfrentan entre sí. Deben surgir los mediadores.
Las iglesias tienen que dar un paso al frente. Comprender que las oraciones y la lucha por el derecho a la vida y contra la marginalidad y las exclusiones no son contradictorias. Si se quiere mantener la paz, hay que quitar ebullición a la caldera social que está al rojo vivo. ¡Ay!, se me acabó la tinta.
Por Manuel Hernández Villeta