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24 de abril 2024
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Iglesia Católica ha sido parte “de lo bueno y lo malo que hemos hecho como nación”

Iglesia Católica ha sido parte “de lo bueno y lo malo que hemos hecho como nación”
Persio Maldonado Sánchez, presidente de la Sociedad Dominicana de Diarios, INC. (SDD)
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EL NUEVO DIARIO, SANTO DOMINGO.- El presidente de la Sociedad Dominicana de Diarios, INC. (SDD), Persio Maldonado Sánchez, dijo que la Iglesia Católica ha sido parte “de lo bueno y de lo malo que hemos hecho como nación” en la República Dominicana.

El director del periódico El Nuevo Diario destacó la incidencia que ha tenido el clero en la sociedad dominicana desde antes de la fundación de la República.

Emitió sus consideraciones al participar en el panel “Cartas Pastorales y Periodismo”, que se celebró en la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra (PUCMM), en sus dos sedes de Santo Domingo y Santiago.

Maldonado sostuvo que la incidencia del catolicismo como institución en nuestra sociedad inició desde la primera misa pronunciada en América, oficiada por el sacerdote Bernardo Boyl, en la Isabela, Puerto Plata, el 6 de enero de 1494.

Consideró que los planteamientos con relación a la Iglesia Católica deben ser analizados con la objetividad y propósito esencial de que sus actuaciones mejoren para lograr una nación en que la condición humana alcance mayores niveles de desarrollo.

A juicio del ejecutivo periodístico, las Cartas Pastorales son la expresión institucional como cuerpo de la Iglesia Católica a través de los obispos.

A continuación el texto íntegro de la potencia del Persio Maldonado Sánchez:

Cartas Pastorales y Medios: Luces y sombras 

Lo primero que deseo expresar es mi gratitud por la invitación cursada por el rector magnífico de esta Pontifica Universidad Católica Madre y Maestra, profesor Dr. Ramón Alfredo de la Cruz Baldera, y al departamento de comunicación de esta PUCMM, así como por el hecho de poder compartir este conversatorio con estos admirados amigos, quienes nos encontramos en este escenario para compartir reflexiones y preocupaciones por una sociedad más saludable.

La Iglesia Católica es una institución que ha tenido una gran incidencia en nuestros asuntos políticos y espirituales desde antes de la fundación misma de la República Dominicana. Lo ha tenido desde la primera misa en América, pronunciada por el padre Bernardo Boyl en La Isabela, Puerto Plata, el 6 de enero del 1494. Es decir, hace 524 años, tres meses y 14 días. En consecuencia, ha sido parte de lo bueno y de lo malo que hemos hecho como nación y por tanto sus planteamientos debemos analizarlos con objetividad y con el propósito esencial de que sus actuaciones mejoren para lograr una nación en que la condición humana alcance mayores niveles de dignidad en todos los sentidos.

Ver con claridad los momentos de luces y de sombras nos ayuda enormemente a tener una Iglesia Católica renovada y transparente, en un mundo que exige a clérigos, políticos, periodistas y actores públicos y privados ética y compromiso en el desempeño de sus tareas.

Resumen diario de noticias

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Esa Iglesia Católica se expresa desde la Santa Sede, en el Vaticano, como en cada una de las naciones en que operan sus actividades eclesiásticas, con enorme incidencia en el espíritu, en la política, en la educación y la cultura.

Las Cartas Pastorales son la expresión institucional como cuerpo de la Iglesia Católica en manos de sus obispos. En nuestro caso, estos agrupados en la Conferencia del Episcopado Dominicano.

Como ya es tradición los obispos emiten una Carta Pastoral en coyunturas muy específicas religiosas o de nuestra historia. En ellas abordan temas de interés diversos, entre ellos religiosos, espirituales, políticos, judiciales, violencia, derechos humanos, aborto, corrupción e inseguridad.

En esos momentos históricos la Iglesia Católica ha quedado envuelta en situaciones de luces y de sombras. Ha tenido luces cuando se ha colocado en las posturas correctas y ha tenido sombras cuando sus posiciones han generado actuaciones vergonzosas, algunas de las cuales han sido revisadas y expuestas con el perdón desde la Santa Sede, como han sido los casos del Papa Juan Pablo II y el Papa Francisco; por ejemplo, quienes lo hicieron por el tráfico humano y por la pedofilia.

Esa actitud de perdón ha dado a la Iglesia Católica momentos de renovación ante sus feligreses, y por tanto la ha fortalecido, justo en coyunturas en que ella lo ha requerido. Frente al liberalismo brutal de la economía, ha asumido un discurso más claro que la clase política, quien simplemente se ha sumado a la corriente depredadora contra los sectores de menos ingresos.

Lo mismo puede decirse de su posición de compromiso con el planeta tierra, expresado en la Encíclica Laudato Sí del Papa Francisco, la que resulta muy esperanzadora sobre todo cuando se pregunta “Qué tipo de mundo queremos dejar a quienes nos sucedan, a los niños que están creciendo?”. Esa pregunta que está en el mismo centro del desarrollo de las cuestiones esenciales que plantea en la Encíclica para definir el cuidado de lo que considera nuestra casa común. Este es un documento de convocatoria y de compromiso de un altísimo valor para la humanidad, para cuidar el medioambiente y recursos tan vitales como el aire y el agua.

En el caso de la República Dominicana también esa misma Iglesia Católica ha pasado por esos momentos, como parte de una institución universal y de orden interno.

En países como el nuestro las posiciones de la Iglesia Católica han tenido y tienen un peso muy específico. Pensemos en el impacto que tuvo en su época la Carta Pastoral del mes de Julio del 1844 firmada por el Arzobispo Tomás Portes Infante en que la Iglesia Católica expresa su respaldo al gobierno del general Pedro Santana, acabando éste de declarar “traidores a la patria” a Duarte, Sánchez y Mella, así como a Alejandrino Pina y otros contra quienes lanza una cacería por oponerse a sus planes colonialistas en favor de Francia.

En ese contexto fueron fusilados María Trinidad Sánchez, los Puello y el general Mora.

Tal como nos recrea Argelia Tejada Yangüela en su escrito “Sobre Rupturas y Cartas Pastorales”, el historiador Julio Maríñez en la Colección del Centenario de la República Dominicana, dirigida por Emilio Rodríguez Demorizi, en el Volumen II página 47 a 55 describe el contenido de la Carta Pastoral firmada por el Arzobispo Portes:

“Sólo Dios puede consolar nuestras penas, sólo ese grandísimo Dios, ese Dios de dioses de toda consolación, es el único que sabe hablar al corazón: por consiguiente él os dice por órgano de mi débil voz pero embajador de su hijo preciosísimo, que os mantengáis en tranquilidad, que no abuséis de su misericordia y advertid que él es muy celoso de su honor y de su gloria y ya vosotros estáis comprometidos, y por supuesto se dará por ofendido si no obedecéis los mandatos y órdenes tanto del General de División y Jefe Supremo Santana como los de la Junta Central Gubernativa para lo cual os conminamos con excomunión mayor, a cualquier clase de persona que se mezclase en transformar las disposiciones de nuestro Gobierno y del bien social”.

Sin embargo, a mediados del año 1511 Fray Antón de Montesinos atormentó el espíritu de Diego Colón al denunciar la crueldad y la servidumbre a que estaban sumidos los nativos de nuestra isla. Si buscáramos algún parecido en la historia podríamos decir que así ocurrió con la Carta Pastoral emitida el 31 de enero del 1960, encabezada por el nuevo nuncio papal, Lino Zanani y firmada por los obispos Juan Félix Pepén, obispo de La Altagracia, Francisco Panal, de La Vega, Tomás Reilly, de San Juan, Hugo Eduardo Polanco Brito, de Santiago de los Caballeros, Octavio Antonio Beras, arzobispo Coadjutor de Santo Domingo, y Ricardo Pittini, arzobispo de Santo Domingo, quien ciego al firmar dijo “Que Dios nos proteja”.

Esa Carta Pastoral resultó muy oportuna en el contexto de represión de la dictadura contra los jóvenes del 14 de Junio, encabezados por el doctor Manuel Aurelio Tavárez Justo, y después del arribo al país del movimiento guerrillero del 1959 por Constanza, Maimón y Estero Hondo.

El mensaje de los obispos leído en las iglesias y entregada a la agencia de Noticias UPI señalaba que “asumiendo la obligación pastoral de cuidar el espiritual rebaño, confiado por la Bondad Divina a nuestra solicitud, no podemos permanecer insensibles ante la honda pena que aflige a buen número de hogares dominicanos. Por ello, expresamos nuestra paternal simpatía, nuestro profundo pesar y nuestro común sentimiento de dolor ya que es una obra de misericordia “consolar al triste” haciendo propia la frese del apóstol San Pablo: “Llorar con los que lloran”, del libro de Romanos, capítulo 12 versículo 15.

Y seguían diciendo los obispos: “En medio de esta pena, esperamos con la más viva confianza en la intercesión poderosa de Nuestra Señora de la Altagracia que, por encima de las humanas pasiones, Ella hará resplandecer la claridad y la clemencia”.

El enfrentamiento del régimen dictatorial con la Iglesia Católica, a partir de esa Carta Pastoral, siguió agudizándose por las posturas de algunos de sus obispos como Francisco Panal, de La Vega, y Tomás Reilly, de San Juan. Por ejemplo, el 4 de marzo del 1961, más de un año después de la Carta Pastoral del 31 de enero del 1960, Panal pronunció estas palabras en una misa en la Catedral de La Vega a la que Trujillo asistió:

“Si vos lo ignoráis, yo os lo informo. Las cárceles están llenas de prisioneros políticos que son torturados a diario. El pueblo dominicano padece de hambre. Numerosas familias carecen de alojamiento y viven en la miseria. Si mis palabras deben causar víctimas, estoy listo para ser la primera”.

El obispo Reilly se unió a la postura de Panal.

Si las Cartas Pastorales son el medio de expresión institucional de la Iglesia Católica, no hay dudas de que estas han tenido en los medios de comunicación canales expeditos para su divulgación, dentro y fuera del país. Aún en aquellos tiempo en que la Iglesia Católica no tenía la apertura que muestra hoy. Y creo que estos cambios se profundizaron a partir de la gestión del Papa Juan Pablo II, quien sin dudas promovió una política de mayor vinculación con los medios de comunicación en todo el mundo. Y como es lógica esa política también impactó en la República Dominicana.

Tenemos una Iglesia menos arisca con los medios de comunicación, lo que la convierte en una valiosa fuente noticiosa, aún para aquellos temas más controversiales del país. Incluso, muchos de nuestros obispos manejan cuentas en las redes sociales en donde emiten sus opiniones y que son seguidas por los medios y usadas como fuente noticiosa.

No hay dudas de que la tecnología ha cambiado el mundo, y sobre todo la comunicación. Su alcance es ilimitado y por tanto los mensajes llegan a todos los rincones. Empero, esa realidad nos somete a nuevos desafíos, tanto a los medios como a las instituciones y eso incluye a la Iglesia Católica. Cada vez se nos requiere estar más apegado a la verdad y a la transparencia.

Incluso, ambas instituciones tenemos que hacer frente a los efectos de la cada vez más creciente influencia de las noticias falsas, las que generan estado de ánimo y que son capaces de incidir en  las grandes decisiones colectivas, como elecciones presidenciales y plebiscitos.

Finalmente, creo que las Cartas Pastorales nos dejan importantes y diversos temas sobre la mesa, incluso pese a las omisiones que pudiéramos atribuirles de asuntos internos que afecta a la propia institución y a los feligreses. Quizás hay que admitir que los medios no hemos sido lo suficientemente críticos con algunas de las posiciones expresadas en las Cartas Pastorales y con ello contribuir mejor al debate.

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