EL NUEVO DIARIO, SANTO DOMINGO.- Compenso mi jornada diaria de cine viendo ‘Hotel Coppelia’, película dominicana estrenada recientemente en las salas de cine que han vendido en ciertos medios de comunicación como una joya universal del cine dominicano y, sobre todo, de José María Cabral, joven director millennial al que desde hace unos años catalogan como la nueva promesa del cine local.
Desconozco si eso se trata de publicidad pagada. Porque a decir verdad me parece haber visto otra película. Es a mi parecer un drama inane y algo previsible, montado con un aroma a telefilme de porno blando que me arrebata una hora y cuarenta minutos de mi existencia con su cuento anodino de resistencia, sacrificios y valentía femenina, poblado de unos personajes tan vacíos como una taza de café a las ocho de la mañana.
Se ambienta en la revolución de 1965 y me relata la historia de unas prostitutas que trabajan en un burdel frente al mar Caribe administrado por una matrona llamada Judith. Gran parte de la acción se desenvuelve en los interiores del prostíbulo, donde ellas se enfrentan a una tragedia que poco a poco las transforma.
La trama muestra la cotidianidad de esos personajes abusando de una exposición defectuosa que mantiene los diálogos y las acciones de los personajes en la superficie para exteriorizar preocupaciones sexuales, traumas personales y dilemas morales que, a fin de cuentas, se desarrollan a medias. Son personajes trazados sin fuerza, sin textura psicológica.
Y me temo que no hay nada emocionante o sorpresivo en las escenas en que reciben a la clientela dominicana adicta al sexo en el hotel claustrofóbico, a los revolucionarios comunistas que se apoderan de las instalaciones para dar inicio al negocio de la guerra civil y las causas revolucionarias en nombre de la democracia, a los soldados estadounidenses que toman rehenes para que la gente sepa que son los villanos del asunto.
La lucha que ocurre fuera de campo me tiene sin cuidado, en unas escenas de batalla descaradamente ridículas que solo reflejan las limitaciones de la producción. Su discurso sobre el heroísmo de unas mujeres anónimas pierde coherencia cuando entra en juego el maniqueísmo burdo y el revoltijo histórico que intenta abordar diversos tópicos políticos al mismo tiempo. El ritmo es inconsistente. Y la música empática tiene efectos dormitivos.
Solo encuentro un poco de autenticidad, primero, en la actuación secundaria de Ruth Emeterio como la dura Tina Bazuca y, sobre todo, en el papel central de Lumy Lizardo como la valiente madame que constantemente mira el reloj para olvidar los tiempos trágicos en que fue abusada. No sé si pueda decir lo mismo de Nashla Bogaert, cuya interpretación como Gloria me resulta olvidable y artificiosa.
Podría extenderme escribiendo un listín sobre el estilo visual de Cabral y otros detalles que observo en la puesta en escena, pero no creo que pierda mi tiempo con cuestiones irrelevantes. Me resulta incomprensible que se desperdicie 90 millones de pesos en semejante disparate. Es un filme aburrido que nunca escapa de los terrenos convencionales del melodrama sensiblero.
Ficha técnica
Año: 2021
País: República Dominicana
Director: José María Cabral
Guion: Penélope Adames, José María Cabral
Música: Jorge Magaz
Fotografía: Hernan Herrera
Reparto: Lumy Lizardo, Nashla Bogaert, Jazz Vilá, Ruth Emeterio
Calificación: 4/10