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24 de abril 2024
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OpiniónMaximo SanchezMaximo Sanchez

Haití, trampas, utopías y realidades

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La trampa histórica en que concluyó la creación de la nacionalidad haitiana, está anclada en tres siglos de antigüedad, pero completamente viva en la historiografía del tiempo transcurrido.

La palabra haitiano que a comienzos del siglo XVll, no era conocida, y no se podía relacionar con las incursiones de piratas y corsarios en el caribe antillano, devino a ser un gentilicio con sentido de pertenencia, a partir del 1 de enero de 1804, cuando Jean Jacques Dessalines declaró la independencia de Haití.

Conocemos que, a esa declaración de independencia, le antecede la declaración de independencia de los EEUU en 1776, unos 28 años antes, primera nación emancipada en América; y que, en parte de ese tiempo, los negros libertos y sublevados en lo que hoy es Haití, mantuvieron y ganaron una guerra de 13 años, en contra de un formidable enemigo, el ejército francés de Napoleón Bonaparte.

Es una utopía de muy poco sentido político, creer que las metrópolis de tres o cuatro siglos pasados, puedan recompensar los daños causados a sus colonias en aquellos tiempos; si eso fuera posible, la requisición histórica de tantas guerras y sometimiento de naciones a través de los siglos, podría cambiar la faz de la tierra para siempre.

La impotencia de encontrar soluciones lógicas, lleva a mucha gente a tener sueños peligrosos, que al final constituirían una de las más aviesas trampas históricas conocidas por la humanidad. Una incursión militar dominicana, para tratar de llevar orden al vecino país, es lo que esperan algunas naciones y algunas organizaciones internacionales, para arrojarse sobre la isla, y llevar a cabo su macabro plan, largamente elaborado.

En Haití no hay interlocutores políticos con fuerza popular legítima con quien parlamentar; ese territorio contiene un conglomerado de gente miserable y desventurada, y sin norte que seguir.

La comunidad internacional debe asumir su responsabilidad frente a Haití, a través de la ONU, como organismo rector. Un fideicomiso encabezado por un grupo de naciones, debe hacerse cargo de ese país, por un periodo no menor de 25 años; en un tiempo como ese, puede renacer en Haití, la esperanza, el amor al trabajo, y el apego a su territorio.

Sin orden, y con miseria, no se puede hablar de democracia y de instituciones; en un terreno como ese nunca florecerá nada bueno.

 

Por Máximo Sánchez

 

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