Hay pánico en muchos países por la nueva variante de la COVID-19, la ómicron, aunque hay explicaciones de que la misma no tiene un comportamiento tan diferente a lo que ha venido ocurriendo desde el año pasado.
Sin dudas, es probable que ese estado casi paranoico está relacionado con la incertidumbre que se mantiene sobre todo en muchas de las autoridades responsables de mantener la situación bajo control y en una parte muy sensible de la sociedad.
Sin embargo, creemos que el Gobierno debe considerar hacer aún más para completar de vacunar a toda la población adulta proyectada originalmente, al menos con sus dos dosis de inoculación.
Quienes se han resistido o han descuidado acudir para colocarse la segunda dosis es la franja del país más complicada para llevarla a la vacunación. Pero es algo que debe intentarse. Incluso, cada vez se acepta la necesidad de cierta coerción para lograrlo.
Ya se ha establecido la exigencia de la tarjeta para acceder a lugares públicos y privados.
Estas acciones pueden combinarse entre convocatorias, acercamientos y limitaciones hasta conseguir este objetivo de la vacunación.