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19 de abril 2024
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OpiniónRolando FernándezRolando Fernández

“Hablar por boca de ganso”. ¡Se queda muy mal después!

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Emitir juicios a priori; estar repitiendo como loro; o, hacerlo sin base de ningún tipo, son actitudes que siempre se deben evitar. El proceder así se puede asociar con el sentido del refrán popular aquel que reza: “hablar por boca de ganso”, a que con regularidad hacía mención el gran maestro Juan Bosch, a los fines de que se evitara el estar incurriendo en dicha práctica.

En opinión de algunos personajes envalentados ayer, dentro de las huestes moradas, encabezados por seudo dirigentes, con una conduta hoy más que cuestionable, pero poco conocidos entonces, “en aquellos momentos, el país estaba dividido en corruptos y peledeístas. ¡No había otra cosa, según ellos!

Claro, eso era cuando los aparentes alumnos del único líder, mentor y fundador del Partido de a Libración Dominicana (PLD), que luego se encargarían de deshonrar por completo su memoria, procuraban venderse como “las ultimas Coca-Colas del desierto, y con hielitos” según dice la gente. Se ofertaban tal la gran esperanza nacional que se tenía a la sazón.

Evidentemente, no se habían dado a conocer como lo que en verdad siempre han sido: iguales farsantes que los demás dentro del ruedo de la política nacional, con excepciones muy mínimas, que son personas casi en extinción ya.

Ayer, solamente se tenían corruptos y peledeístas, en apreciación de aquellos, que se presentaban siempre como impolutos, ¿Y hoy qué?, es la pregunta que tantos ciudadanos, sorprendidos o no, hoy se hacen, cuando se ha incrementado sobremanera en esta nación el flagelo dañoso de la corrupción, generalizada casi por completo.

Mientras, es obvio que, el peledeísmo, fundamentado en la moralidad debida, principios loables, y normas éticas pertinentes, etc., como en los paradigmas nacionales de rigor, relacionados con la densa de la soberanía del país, que dieran origen todos entonces a esa considerada esperanzadora entidad, ha ido desapareciendo como por arte de magia. Solo quedan dentro de ese, como se puede advertir, los falsos originarios, en adición a los arribistas y trepadores de estilo.

Se ha llevado la institución a un extremo que, a pesar de que antes se distinguía y se preciaba a los miembros identificados del partido, considerándoles muy distintos a los demás actores locales dentro del ejercicio político nacional, hoy se les percibe como asqueantes, corruptos, tramposos, y permisivos, además. Se perdió aquel glamur, o perfil loatorio atribuible a los mismos. ¡Si no cogen, dejan coger!

Evidente, aún persiste el ánimo personalizado allí, de estar separando a los ciudadanos, convenientemente, según los intereses que muevan, aunque ya no en el marco de la sociedad total nuestra, sino a lo interno de su misma “guarida coloreada”, con efectos condicionantes mentales, y marcadas intenciones de traslación, obviamente, hacia conglomerado general nuestro.

Ahora, ya no son corruptos y peledeístas los que se aluden, pues se mezclaron bien ambos. Resulta imposible entonces, el discriminar entre unos y otros, debido a las atrocidades en que esos últimos han incurrido, innegables, lo que ha hecho incrementar de manera exorbitante el número de los primeros.

Es por ello que, de lo que más se habla en el presente no es de corruptos y peledeítas, sino de: leonelistas y danilistas. Son los dos calificativos de mayor resonancia en estos momentos a nivel local. Ya el término corrupción entre los “morados”, con notables mínimas excepciones a referenciar, por los “techos de vidrio” en abundancia avistados que cubren a los que se vendían como honorables, no se menciona; se olvidó.

Tampoco se hace uso de él, como epíteto “difamante” de esos hacia los demás. El mismo pasó de moda. Esa tecla no se toca; la nota que emite desafina bastante, y desentona sus melodías; les ha tapado la boca.

Finalmente, las obligadas preguntas que se derivarían son: ¿Cómo dividir la sociedad dominicana en estos momentos? ¿Se ha eliminado la corrupción, con esos dos jefes de grupos peledeístas, dirigiendo los destinos nacionales? ¡Han gobernado años suficientes, que permiten aquilatarles bien, y callar a sus adeptos!

¿Son esos dos “caciques”, dignos representantes de lo impoluto aquí? ¿Con qué en definitiva se ha quedado el país, después que el PLD asumió las riendas de la República? ¿Qué pasó con la división originaria aquella, que tanto cantaleteaban los morados, en pos de venderse como “santos varones”? ¿Se deshizo? ¿O, todo el conjunto se compactó en una sola clase?

Hay algunos pensantes, y observadores locales que osarían decir. procede en estos tiempos dividir a los dominicanos en: remanentes ínfimos que aún quedan en el país de los hombres probos, y con valores diversos exhibibles; políticos desaprensivos; corruptos a granel: y, los agregados de los últimos tiempos: narcotraficantes, y un montón de adictos atraídos.

Obviamente, es ese el coctail logrado en este “solar”, definible, con muy temor a equívocos. ¡Cierto, o no! ¿Hubo avances, o involución social fehaciente entre los dominicanos?

Es esta última, la inquietud cumbre a responder, y procurar satisfacerla bien, antes de sufragar en lo adelante, en favor del mismo combo regente, compuesto por farsantes y corruptos todos. Nunca ha habido tal separación. ¡Comprobado está! Los que hablaban por boca de ganso, ahora han tenido que callarse.

 

Autor: Rolando Fernández

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