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23 de abril 2024
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OpiniónClemen García DClemen García D

Gratitud

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Nada es más sanador que la gratitud. Algunos dicen que el perdón, pero agradecer enaltece y reconforta el alma.

Les comentaba meses atrás sobre mi amorío con la tiroides. Pues bien, ya iniciamos y casi terminamos el proceso de terapia de yodo. Estamos en fase final, el alta en Medicina Nuclear, que es en los próximos días.

Una experiencia aleccionadora, que lejos de ser lo agobiante que parecía por los antecedentes familiares, en mi ha dado resultados maravillosos. Inicié con un peso pírrico, un estado de ánimo distímico, pero con el firme propósito de que cualquiera que fuere el resultado ya sería suficiente.

¡Planificaba un año sabático de médicos! Y parece que voy encaminada a eso.

Mi salud ha cambiado considerable y favorablemente. Mis hormonas (muy ellas) “se manejan”, ya están dejándose controlar. Un cierto equilibrio se nota tanto en lo físico como en lo químico. Mi alimentación se ha regulado y mi sueño rumbo a eso.

Gracias de nuevo… ¡siempre gracias!

Desde hace un buen tiempo la palabra gracias mantiene una frecuencia permanente en mi vocabulario y pensamiento. Sin darme cuenta, esta conducta propositiva, generadora de emociones agradables y sanadoras ha hecho su trabajo reparador en mi.

Adaptabilidad, respuestas biológicas, patrones, esquemas conductuales, etc. Todo es parte de un conjunto de características que forman la estructura de nuestra evolución como seres humanos y construyen nuestra historia de vida que se desarrolla en ciclos.

Cada organismo es autónomo, libre, único. Responde indistintamente a los estímulos que recibe, y las respuestas serán directamente proporcional a la calidad de la estimulación desde la concepción. Nunca será igual la calidad del mensaje cuando concibes la idea de mutuo acuerdo que cuando es accidental, cualquiera que fuere el tipo de “accidente”.

Y de acuerdo al ciclo vital de nuestras vidas, cuando evolucionamos de forma adecuada durante el camino vamos cerrando ciclos. Y todos ellos nos dejan aprendizaje y experiencia.

No soy la Clemen del 1992, ni la del 2004. Pero tampoco la de ayer, la de apenas unos días. Cada día en mi ha traído su propio afán. Algunos los he sobrellevado, otros no tanto. Es que hasta para el más monje de templo budista se hace difícil en ocasiones enfrentar a nuestros propios demonios.

Mientras tanto, en esta hermosa estación de otoño -mi preferida- sentimos que un nuevo ciclo se abre. Esta vez de oportunidades con olor a madurez. Lo que sea que esté a la vuelta de la esquina lo tomaré con la conciencia del que se ha templado en batallas de silencio y espera.

¿Errores, fracasos, nuevas caídas? ¡Pues claro que habrá de todo! Aún estoy viva, sigo de pies y son características propias del que respira.

Igualmente habrá un arcoíris de cosas buenas, de esas que anhelamos todos. Lo siento, lo presiento y lo recibo.

Gracias, Dios…siempre gracias por todas y cada una de mis experiencias.

Por:  Clemencia García Damirón

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