La decisión de la oligarquía brasileña de procesar, condenar y encarcelar a Lula, bajo cualquier infamia, deja herida gravemente a la democracia en el mundo de los hombres y mujeres libres.
La manera irresponsable, irrespetuosa y atropellante de como se ha manejado la acusación contra el más grande líder del progresismo latinoamericano, de seguro será objeto de estudio para los especialistas del derecho democrático.
Lula, el obrero que se atrevió a desarrollar un proyecto político de redención social (El Partido de los Trabajadores, PT) y que en el cuarto intento electoral alcanzó la presidencia del inmenso e inequitativo Brasil, cometió el pecado de demostrar que la oligarquía pro imperialista es una absoluta mentirosa, pues durante siglos predicó que la pobreza no podrá ser superada, asumiéndola como un castigo divino, y el en apenas ocho años de gobierno sacó a más 29 millones de brasileños de la pobreza.
Bajo su dirección elevó al Brasil a la categoría de país desarrollado con capacidad para liderar la integración de la región de Latino América y más allá, generando espacios y procesos de solución a problemas y a conflictos diversos, al margen de los Estados Unidos.
El delito de este hombre, que fue condenado sin que se haya aportado una sola prueba de los hechos que un condenado confeso le endilga por encargo, es haber logrado aplicar políticas publicas desde el gobierno para poner el pan en la mesa de los ciudadanos tradicionalmente pobres y excluidos. Lo imperdonable es que democratizó la educación y el crédito dando facilidad para que la gente común ascendiera a la categoría de seres humanos socialmente realizados.
Con el juicio a Lula, los tratadistas del derecho tendrán que revisar el principio universalmente aceptado de que “entre la palabra de un acusado y un acusador debe mediar la prueba”, porque en este caso ha prevalecido la palabra del acusador contra el acusado de manera reiterada niega las acusaciones.
El juicio a Lula, viola el principio de presunción de inocencia, pues a Lula se le asumió y se le presentó como culpable de manera artera, mucho antes de conocerse en un juicio de fondo las falaces acusaciones de que esta siendo víctima.
El principio de la jurisdicción, así como el de la imparcialidad de la justicia, quedan bastante cuestionados por la manera atropellante en que han actuado jueces políticos, taimados y prejuiciados, al servicio de intereses económicos contrarios al bien común, distantes de la ética y a la razón.
La democracia queda herida de gravedad y solo resta apostar al pueblo soberano para que imponga su veredicto, frente a una conspiración ignominiosa contra los derechos fundamentales de un hombre cuya vida, que es ejemplo de austeridad y honradez, pretende ser cercenada por la componenda de quienes nunca han creído en la solidaridad, ni el respeto y menos en el amor al prójimo.
Las venas de la democracia en América Latina se desangran ante el intento por matar al más fiel practicante luchador por la redención de los pobres y al mejor ejemplo de que se puede, desde el poder y por medio de la acción política, lograr el bienestar de los unos, sin empobrecer a los otros.
Estamos frente a otra de comprueba que la derecha no tiene escrúpulos cuando de imponer sus intereses se trata. Con Lula se busca consumar la descalificación del adversario electoral por medio de sentencias judiciales, impuestas de manera aviesas y con métodos perversos a los que se prestan jueces de juicios sesgados.
Los sectores oligárquicos nacionales que bajo la tutela de los Estados Unidos, antes imponían golpes de Estado contra presidentes electos democráticamente para en su lugar imponer a títeres serviles y cuya acción ejecutaban los militares, buscan en el caso de Lula, ensayar la instauración de una nueva escuela para imponer a las naciones, quienes pueden ser o no, candidatos a la presidencia en un país, evitando con sentencias judiciales que los pueblos ejerzan su derecho al voto.
A esta nueva modalidad para impedir que se instalen gobiernos progresistas, bien podría denominarse como la Escuela del Golpe de Estado Preventivo.
De ahí, que Lula, ante la precipitación de un juez politiquero y obsesivo, decidió no acatar la sentencia política que le “condena” a la cárcel y por el contrario, apelar a la fuerza de la razón, que el pueblo brasileño le confiere con su respaldo militante, no por temor a la cárcel, porque a eso probó no temerle hace cuarenta años, cuando estuvo preso, debido a sus luchas por alcanzar la democracia y la libertad, frente a la dictadura militar, cuyas garras asomaron en las últimas horas del juicio, amenazando con imponer un golpe de Estado al estilo de la vieja escuela, sino se imponía el Golpe Preventivo contra Lula..
Los hombres y mujeres dignos del mundo, sabrán manifestar el más solidario de los apoyos a uno de los hombres más solidarios del planeta, y es que no tienen de otra, pues de aceptarse lo que se pretende hacer con Lula, ningún hombre o mujer decente podrá en el futuro aspirar a la presidencia de su país, sin que se active este perverso mecanismo, de acusar, juzgar y condenar sin pruebas para descalificar a potenciales adversarios por la vía judicial.
No tenemos la menor duda de que la historia absolverá a Lula de los hechos que falsamente le son imputados por aquellos que siempre han usado el poder para aplastar a la verdad y a la razón.
¡Viva Lula con su ejemplo de firmeza y templanza!