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24 de abril 2024
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OpiniónFrancisco LucianoFrancisco Luciano

Golpe de Estado preventivo

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La decisión de la oligarquía brasileña de procesar, condenar y encarcelar a Lula, bajo cualquier infamia,  deja herida gravemente a la democracia en el mundo de los hombres y mujeres libres.

La manera  irresponsable, irrespetuosa y atropellante de como se ha manejado la acusación contra el más grande líder del progresismo latinoamericano, de seguro será objeto de estudio para los especialistas del derecho democrático.

Lula, el obrero que se atrevió a desarrollar un proyecto político de redención social (El Partido de los Trabajadores, PT) y que en el cuarto intento electoral alcanzó  la presidencia del inmenso e inequitativo Brasil, cometió el pecado  de demostrar  que la oligarquía pro imperialista  es una absoluta mentirosa, pues durante siglos predicó que la pobreza no podrá ser superada, asumiéndola como un castigo  divino, y el en apenas ocho años de gobierno sacó a más 29 millones de brasileños de la pobreza.

 Bajo su dirección elevó al Brasil a la categoría de país desarrollado con capacidad para  liderar la integración  de la región de Latino América y más allá,  generando espacios y procesos de solución a problemas y a conflictos diversos, al margen de los Estados Unidos.

El delito de este hombre, que fue condenado sin que se haya aportado una sola prueba de los hechos que un condenado confeso le endilga por encargo, es  haber logrado aplicar políticas publicas desde el gobierno para poner el pan en la mesa de los ciudadanos tradicionalmente pobres y excluidos. Lo imperdonable es que democratizó la educación y el crédito dando facilidad para  que la gente común  ascendiera a la categoría de seres humanos socialmente realizados.

 Con el juicio a Lula,  los tratadistas del derecho tendrán  que revisar el principio universalmente aceptado de que “entre la palabra de un acusado y un acusador debe mediar la prueba”, porque en este caso ha prevalecido  la palabra del acusador contra el acusado de manera reiterada niega las acusaciones.

El juicio a Lula,   viola  el principio de presunción de inocencia, pues a Lula se le asumió y se le presentó como culpable de manera artera, mucho antes de conocerse en un juicio de fondo las  falaces acusaciones  de que esta siendo víctima.

El principio de la jurisdicción, así como el de la imparcialidad de la justicia,  quedan bastante cuestionados por la manera atropellante en que han  actuado  jueces políticos, taimados y prejuiciados,  al servicio de intereses económicos contrarios al bien común,  distantes de la ética y a la razón.

La democracia queda herida de  gravedad y solo resta apostar al pueblo soberano  para que  imponga su veredicto, frente a una conspiración ignominiosa contra los derechos fundamentales de un hombre cuya vida, que es ejemplo de austeridad  y honradez, pretende ser cercenada por la componenda de quienes nunca han creído en la solidaridad, ni el respeto y menos en el amor al prójimo.

Las venas de la democracia en América Latina se desangran ante el intento por matar al más fiel practicante luchador por la redención de los pobres y al mejor ejemplo de que se puede, desde el poder y por medio de la acción  política,  lograr el bienestar de los  unos,  sin empobrecer a los otros.

Estamos frente a otra de comprueba que  la derecha no tiene escrúpulos  cuando de imponer sus intereses se trata.  Con Lula se busca consumar la descalificación del adversario electoral por medio de sentencias judiciales, impuestas de manera aviesas y con métodos  perversos  a los que se prestan  jueces de juicios sesgados.

Los sectores oligárquicos  nacionales que  bajo la tutela de los Estados Unidos,  antes imponían golpes de Estado contra presidentes electos democráticamente para en su lugar  imponer a títeres serviles   y  cuya acción  ejecutaban los militares, buscan   en el caso de  Lula, ensayar la instauración de una nueva escuela para  imponer a las naciones, quienes pueden ser o no,  candidatos a la presidencia en un país, evitando con sentencias judiciales  que los pueblos ejerzan su derecho  al voto.

A esta nueva modalidad para impedir que se instalen gobiernos progresistas,  bien podría denominarse  como la Escuela del  Golpe de Estado Preventivo.

De ahí, que Lula, ante la precipitación de un juez politiquero y obsesivo,  decidió no acatar la sentencia  política que le “condena” a la cárcel y por el contrario, apelar a la fuerza de la razón,  que el pueblo brasileño le confiere con su respaldo militante, no por temor a la cárcel,  porque a eso  probó no temerle hace cuarenta años, cuando estuvo preso, debido a sus luchas por alcanzar  la democracia y la libertad, frente a la dictadura militar,  cuyas garras asomaron en las últimas horas  del juicio,  amenazando con imponer   un golpe de Estado al estilo de la vieja escuela,  sino se imponía el Golpe Preventivo contra Lula..

Los hombres y mujeres dignos del mundo,  sabrán manifestar el más solidario de los apoyos a uno de los hombres más solidarios del planeta,  y es que no tienen de otra,  pues de aceptarse lo que se pretende hacer con Lula, ningún  hombre o mujer decente podrá en el futuro aspirar a la presidencia de su país, sin que se active este perverso mecanismo, de acusar, juzgar y condenar sin pruebas para descalificar a potenciales adversarios por la vía judicial.

No tenemos la menor duda de que la historia absolverá a Lula de los hechos que falsamente  le son imputados por aquellos que  siempre han  usado el poder para aplastar a la verdad y a la razón.

¡Viva Lula con su ejemplo de firmeza y templanza!

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