EL NUEVO DIARIO, SANTO DOMINGO.- El 10 de julio de 2009 partió de este plano un singular artista capaz de ofrecerte una pintura por un café y un cigarrillo en la tradicional Cafetera de El Conde.
Carlos Goico nos legó una obra intensa, marcada por el relieve de sus pulgares extendiendo hacia dimensiones inusuales la magia de los colores.
Una obra plástica hecha con amor, lujuria, desenfado, oscuridad, mar, agua, antilla. Nada parece imposible en los lienzos de este pintor dominicano, con los que logró «una de las mejores y más amplias producciones expresionistas del país».
Su legado ha recibido atributos como «extraño», «perturbador», pero sobre todo «impactante» y dotado de una absoluta libertad creativa.
Este hombre perteneció a la estirpe del malditismo, su vida contenida en la exclusión le alejó de los favorecidos círculos de artistas de este tiempo. Fue menospreciado, pero gozó de habernos legado su fabulosa obra, cuyo reconocimiento perdió la competencia con la muerte.
Tal como los poetas simbolistas del siglo XIX, empeñados en precisar lo impreciso, en decir lo que no se puede decir, sino sugerir; Goico pintó lo que el ojo no puede ver.
Sea duradera por siempre la obra de este singular maestro por siempre.
