Lo que pudiera ser bueno para algunos empresarios, no necesariamente puede ser bueno para la República Dominicana. La resistencia a mirar a la frontera resulta una ceguera muy costosa para el país.
La frontera es soberanía. Si esto se entiende bien, deberíamos tener una clara y decidida política de desarrollo sin regateo.
Y quienes consideran que establecer incentivos en esa zona es una ventaja, tendríamos que dejarle como opción que se instalen a lo largo de los casi 400 kilómetros que nos separan del vecino Haití.
Esto debe comprenderse, sobre todo, en el Gobierno y en los partidos políticos que tienen legisladores en el Congreso Nacional.
Los resultados de la Ley 28-01 debe indicarnos qué hacer.