En la majestuosa obra La Diplomacia, de Henry Kissinger, el autor nos sumerge en el mundo diplomático durante diferentes estadios históricos de la humanidad, donde la paz mundial fue en la mayoría de los casos interrumpida, consecuencia de las ambiciones desmedidas de sus protagonistas, como también por la desconfianza que generaban los sectores enfrentados.
La cruenta guerra en Siria, la cual ha tenido como resultado la muerte de miles de personas (incluyendo a cientos de infantes), y en donde las grandes potencias mundiales no cesan un ápice en sus estrategias ofensivas y militares, pues el país asiático funge como ajedrez político, y es allí en donde el prestigio y futuro de los poderosos parece estar en juego, remitiendo este sangriento e inacabable conflicto a interrogantes y a cuestionamientos sobre lo frágil de la paz en la humanidad actualmente.
Indiscutiblemente que los acontecimientos violentos de la llamada Primavera Arabe, en donde varios regímenes de Africa Magreb fueron defenestrados por países occidentales ayudados por ONGs, puso en ascuas a Rusia y China, ya que algunos de esos gobiernos eran sus aliados en esa complicada y convulsa zona del mapamundi.
El presidente ruso Vladimir Putin llegó a decir en un discurso hace más de 5 años que no permitirían la repetición de más primaveras árabes. Parece que en la conflagración siria, Putin, hasta ahora cumple con sus palabras, pues a Bashar al-Assad le han tirado con todo tipo de artillería, manteniéndose éste en el puesto de presidente de ese país oriental que cuenta con más de 22 millones de habitantes.
A la crisis siria se le adhiere el grave problema kurdo, cultura indoeuropea de creencias sunitas y con presencia en varias naciones, que tiene más de 50 millones de seres humanos, y que busca afanosamente un territorio que les permita establecerse como nación.
Como si tantos males juntos no fueran pocos, al problema sirio se agrega el letal y terrorífico ISIS, que anteriormente fue aupado por naciones occidentales, y que combate en contra del ejército de Bashar.
A esta sangrienta guerra siria que se inició en el año 2011, se le añade la soterrada e invisible guerra del petróleo, hostilidad que enfrenta a varios países miembros de la OPEP en contra de los Estados Unidos por los precios del “oro negro”. Islamismo, neoliberalismo, geopolítica, terrorismo, petróleo, etc., se han conjugado en la poderosa crisis siria, que de seguir su espiral ascendente podría degenerar en un conflicto mundial de grandes proporciones.
Ante todos estos ataques militares, los cuales han tenido como corolario a miles de personas muertas, y que como el asteroide de Chicxulub, que acabó con la vida hace 66 millones de años, ponen en riesgo la inconsistente paz mundial, por qué no hacer una reflexión y empoderar los organismos internacionales para que la paz se entronice en ese sufrido pueblo víctima de las apetencias desmedidas de las grandes potencias.
El Consejo de Seguridad de las Organización de las Naciones Unidas (ONU) se dio como plazo este sábado para lograr un cese al fuego en Siria, lo que ya de por sí trae un hálito de esperanza en la convulsa zona de guerra. Roguemos porque la sensatez se imponga en Siria, y se depongan los intereses grupales de las fuerzas envueltas en el conflicto, para que retorne la concordia y se imponga el respeto por la vida.