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19 de abril 2024
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OpiniónManuel Hernández VilletaManuel Hernández Villeta

Fracaso del foquismo

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El foquismo fue una expresión político-militar para lograr implementar cambios sociales, una respuesta a los gobiernos dictatoriales que surgieron en América Latina en el pasado siglo XX. Sus ideólogos pensaban que un puñado de hombres tenía la fuerza suficiente para desde ese minúsculo núcleo preparar una revolución popular.

En prácticamente todos los países del continente el foquismo fracasó. Miles de jóvenes se sacrificaron en una forma de lucha romántica, pero llena de patriotismo y fervor revolucionario. Con la revolución cubana y la lucha en las montañas surgió la variante de que la única forma de tomar el poder era mediante las armas.

En Cuba, los expedicionarios del 26 de julio que llegaron en el Gramma tuvieron inconvenientes iniciales, y sólo un puñado pudo llegar a las montañas. Desde allí iniciaron una rebelión que finalmente tomó el poder. Ese expediente cubano no necesariamente podía lograr el éxito en otros países latinoamericanos. En la República Dominicana se abonó con sangre y muerte los intentos foquistas.

Primero fueron los expedicionarios del Movimiento de Liberación Dominicana, del 14 de junio de 1959, que físicamente fueron exterminados por la dictadura Trujillista, pero sembraron en la juventud dominicano el principio de la rebeldía y de la lucha frontal contra un gobierno despótico. A Trujillo lo mataron hombres de su círculo y no lo desterró el pueblo en las calles.

Segundo, Manolo Tavarez Justo y su levantamiento guerrillero, que más bien fue un sacrificio impulsado por el decoro y la moral, pero sin visión política clara. La guerrilla fracasa, pero dos años después, el pueblo se lanza en armas pidiendo el retorno a la constitucionalidad sin elecciones.

Con la caída de Francis Caamaño se cierra el círculo del fracaso del foquismo en el país. Caamaño fue cabeza del pueblo levantado en armas, pero su liderazgo tenía que ser cultivado y ampliado. Haber dirigido al gobierno revolucionario no ofrecía la seguridad de que las masas se lanzaran a las calles sólo con saber que él estaba en tierra dominicana.

Los revolucionarios que lucharon a costa de sus vidas merecen un reconocimiento del pueblo dominicano. Puede ser que hoy sus métodos de lucha sean vistos como incorrectos, pero en su época talvez era uno de los pocos caminos a seguir para erradicar a gobiernos de puño de hierro.

La lección de hoy es que no puede triunfar ninguna acción de cambios que se emprenda lejos del sentir popular. Se puede levantar la bandera del heroísmo, del patriotismo, del amor a la Patria, del anti-imperialismo, pero si la línea no es sintonizada por el pueblo, el fracaso será seguro.

Para evitar cometer errores pasados, tenemos que estudiar a fondo el fracaso de estos movimientos guerrilleros. Si se le tiene miedo a la crítica y la auto-critica siempre se estará resbalando en las mismas debilidades y se sufrirán los mismos sacrificios. ¡Ay, se me acabó la tinta.

 

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