Santo Domingo 23 / 31 Soleado
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19 de abril 2024
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OpiniónVictor Elias AquinoVictor Elias Aquino

Extraño Caso  de Una  Pareja

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En verdad, –en verdad–, es como si escuchara  voces.  Una pareja de pueblerinos llegaron a la  gran Ciudad de Santo  Domingo, andando el tiempo hicieron camino al andar, y a fuerza de labor abrieron trochas de esperanza; parecía el hombre perfecto para la mujer perfecta.

Ambos de tez clara,   a fuerza de sudor y lágrimas lograron instalarse en una vivienda próximo al malecón de Santo Domingo.  Èl trabajaba en la calle, ella era el ama de casa que pronto le diò dos hermosos retoños; varón y hembra que eran la alegría de la casa, como en todas las familias del planeta tierra.

Por las noches miraban  como la luna    parecía reposar a un costado del Mar Caribe, y en los días  soleados   o lluviosos el hombre salía  en busca del pan, a cumplir con la sentencia de “ trabajaras con el sudor de tu frente.

Ella era una mujer  de cuerpo voluptuoso de guitarra española, que no pasaba desapercibida ante los ojos mirones; ojos  masculinos.  Muchos la miraban, y el esposo sentía que  a su mujer todos  la desnudaban con la vista.

Hasta se acostumbró, pero en lo más íntimo de sus convicciones el hombre sabía que tenía   un amigo que era  distinto a los demás, el cual se lo había demostrado en distintas situaciones de la  vida.

El “amigo era como una segunda mano derecha”,  quizás  hasta podía  dar consejos a la pareja  sobre como enfrentar distintas situaciones de la vida.

A nadie se ocurrió que  el forastero que visitaba con tanta asiduidad a la familia , y  que estaba en las tristezas y las alegrías  de la familia pudiera ser alguien desleal.

Ya los hijos estaban  grandes el varón había comenzado la carrera de ingeniería, y la hembra en secundaria, cuando una situación de salud se presenta en la familia.

El hombre enfermó de un momento a otro, la mujer no le quitaba la vista a su esposo que, de día en día desmejoraba en su salud y en su ánimo corporal.

Un (un silencioso enemigo) vestido de  enfermedad minaba su cuerpo, éste varón de tez clara, cuerpo esbelto, bien parecido tenía cada vez menos deseo de levantarse. Su rostro  hablaba tenía pintada la enfermedad en la cara y hasta se podía leer que su cuerpo se preparaba para la sepultura.

Pero el enfermo tenía (astucia y corazón)  de niño, veía, veía hasta donde  alcanzaba la punta de su nariz.

Su estado  empeoró a tal punto  que pronto supo que sus dolores , su falta de ánimo  se debían a que tenía una enfermedad terminal, la mujer callaba.

Un día parece que mensajeros del cielo le dijeron que iba a morir, que arreglara sus asuntos en la tierra. Quiso ponerse en pie , pero no tuvo ánimo, habló para emitir sus últimos deseos.

-Compadre, -dijo-, “ahí está mi mujer, yo sé que usted nos ha apoyado de mil maneras que no puedo explicar”. En ese momento dos lágrimas, una  en cada ojo bajaron como anunciando  la tormenta  que inundaba su cuerpo.

Luego, prosiguió, -“yo no tengo dudas de que usted la va  a apoyar si yo faltara”. En ese momento se cruzaron las tres miradas, el esposo  moribundo mira a su señora, y el amigo mira a la amiga. Horas después dejó el mundo de los vivos.

El moribundo no lo vio, pero con sus últimas palabras entró una mariposa negra que entró a todas las habitaciones y la sombra de un águila macho arpía se colocó sobre el amigo, era como si viniera a comerse los restos del fallecido.

Por Víctor Elías Aquino

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