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23 de abril 2024
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OpiniónVíctor Manuel PeñaVíctor Manuel Peña

Evitemos una crisis de la deuda pública

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Hay preocupaciones válidas y correctas con respecto a que el exorbitante crecimiento de la deuda pública en medio de la pandemia genere una crisis financiera de grandes dimensiones en los países pobres y muy pobres como la República Dominicana.

Del 2012 al 2020 se dio un crecimiento inusitado de la deuda pública, llegando a ésta a representar hasta un 55% del PIB mucho antes de que comenzara la pandemia en marzo de 2020.

Debido a los múltiples problemas creados por la pandemia en la sociedad – crisis sanitaria, crisis económica y aumento del desempleo con las consiguientes secuelas sociales, crisis ecológica, etc.- y ante la imposibilidad de realizar reformas tributarias para incrementar el coeficiente de tributación, los gobiernos, incluyendo el dominicano, se han visto en la necesidad ineludible de asumir el camino del endeudamiento público.

En el caso dominicano, la deuda pública ya ronda el 70 o el 74% respecto del PIB, lo que significa que ha habido del 16 de agosto del año pasado a abril de este año 2021 un aumento de la deuda pública de 15 ó 19 puntos porcentuales (que no es variación relativa o porcentual), lo que representa un aumento de 27.27% respecto del PIB en caso de que sea 15 la variación absoluta de la deuda ó 34.55% en caso de que sea 19 la variación absoluta de la deuda.

Eso significa que la deuda pública dominicana sigue aumentando de manera astronómica y sostenida, por lo que el servicio de la deuda pública – pago de intereses y amortización de capital – sigue aumentando de manera acelerada y sostenida también como proporción o porcentaje del PIB.

En otras palabras, la carga de la deuda pública, intereses más amortización de capital, respecto del PIB representa un mayúsculo problema.

Cuando se habla de la posibilidad de que se desencadene o se genere una crisis de la deuda soberana, de lo que estamos hablando en realidad es de la sostenibilidad o no de ese crecimiento gigantesco de la deuda pública y del gran aumento de la carga de dicha deuda a la luz del desplome del crecimiento económico que fue de 6.5%, es decir, el decrecimiento económico fue de 6.5% el año pasado y el débil crecimiento económico que habrá en este 2021.

Y eso es altamente peligroso para una economía como la dominicana que tiene debilidades estructurales que se han visto acrecentadas a la enésima potencia con el asunto de los efectos prácticamente trágicos de la pandemia.

Los ingresos en divisas generados por los sectores clave –turismo, zonas francas y exportaciones tradicionales – se han visto reducidos a su mínima expresión.

Y lo lamentable del caso es que no hay condiciones para llevar a cabo ningún tipo de reforma tributaria, porque de aplicarse cualquier reforma de este tipo castraría, cercenaría o bloquearía el necesario proceso de recuperación de la economía en el que estamos inmersos.

¿Qué hacer?

Tenemos el camino de la renegociación de la deuda externa para renegociar tipos de interés y plazos y así aligerar la carga de la deuda pública.

Hay que establecer contactos con los acreedores internacionales.

En el caso de una renegociación de la deuda externa hay que discriminar entre acreedores públicos y acreedores privados.

El otro es un camino lleno de espinas: lograr que los organismos de cooperación multilateral y los países desarrollados aglutinados en el G-20 definan un fondo de solidaridad financiera para ir en ayuda de los países pobres y muy pobres del mundo.

Aparte de esos caminos, hay que asumir de manera permanente el camino de racionalizar y eficientizar en grado sumo todas las líneas del gasto público incluyendo el gasto tributario.

A propósito, quiero aprovechar el planteamiento anterior para hacer una corrección conceptual: cuando un gobierno logra liberar recursos presupuestarios por las razones que sean (supresión de instituciones, disminución de gastos superfluos, etc.), a eso no le llama propiamente ahorro o ahorros sino liberación o liberaciones de recursos.

También hay que racionalizar y eficientizar el uso de los recursos liberados por razones de fuerza mayor.

Y la razón es que en Microeconomía o en Macroeconomía el ahorro se da propiamente dicho cuando el ingreso es superior al consumo.

En el caso de los gobiernos dominicanos, que siempre se han manejado con un presupuesto deficitario, no se puede argüir que el ingreso público o los ingresos públicos generados por el sistema tributario son superiores al gasto público o a los gastos públicos.

Es decir, tenemos un presupuesto público estructuralmente deficitario. Ese presupuesto público deficitario se ha financiado siempre con endeudamiento tanto interno como externo.

Hay que subrayar que generalmente los gobiernos de estos países se resisten a renegociar la deuda externa por el inveterado temor de que les cierren el crédito internacional.

Pero es mejor una renegociación de la deuda externa que garantice el ciclo normal de reproducción de la deuda externa, incluyendo el pago de intereses y amortización de capital, que una cesación violenta e involuntaria de los pagos del servicio de la deuda externa, intereses y amortización de capital, por parte de los países deudores forzados por los efectos traumáticos y dramáticos de la pandemia del coronavirus.

Está más claro que el agua que en cualesquiera circunstancias el imperativo de sobrevivir y reproducirnos como nación está y estará siempre por encima del imperativo de reproducir el ciclo de la deuda externa.

De todas maneras hay que tomar medidas en el plano fiscal, monetario y financiero para tratar de evitar el desencadenamiento de una crisis de la deuda pública porque sus efectos serían más demoledores y destructores esta vez que los aciagos efectos que tuvo la crisis de la deuda externa en la década de los 80.

Una crisis de la deuda externa a nivel del tercer mundo afectaría seriamente la reproducción del sistema financiero internacional, por lo que es oportuno el momento para que los organismos de cooperación multilateral y los países desarrollados agrupados en el G-20 definan y apliquen ya un fondo de solidaridad financiera para ir en auxilio de los países pobres y muy pobres y así contribuir a evitar el colapso de las economías del tercer mundo y del sistema financiero internacional.

Autor: Dr. Víctor Manuel Peña

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