El llamado de la Asociación Dominicana de Profesores (ADP) para que los maestros no se integren a la docencia es una insensatez imperdonable frente a un país que busca superar las dificultades que han implicado estos dos años de pandemia del COVID-19.
Es, además, reveladora de la falta de compromiso vocacional y ético con la educación. Es, igual, penoso y vergonzoso de una asociación de maestros, a quienes debemos suponerles una responsabilidad social trascendente.
Si los convocantes están jugando a la política se hace más vergonzoso todavía. Y si es así, debemos cobrárselo como sociedad que aspira a formar a sus generaciones como un capital humano valioso para el desarrollo social y económico.
Ojalá seamos firmes en no ceder a este llamado absurdo y desconsiderado con la sociedad. Rechacemos esta ingratitud de manera decidida para que nuestros hijos puedan volver a las escuelas y para que los profesores con vocación y compromiso con su valioso oficio puedan ejercerlo dignamente.