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19 de abril 2024
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OpiniónVíctor Manuel PeñaVíctor Manuel Peña

¡Es inevitable el endeudamiento público, pero hay que tener cuidado con él!

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La existencia de un déficit estructural en las finanzas públicas le abre el camino de manera inevitable al endeudamiento público.

Del manejo del déficit fiscal y del endeudamiento público va a depender en gran medida la sostenibilidad de las finanzas públicas.

¡Por eso hay que tener mucho cuidado con el endeudamiento público!

Aún con la reforma tributaria regresiva, recesiva e inflacionaria que hizo el danilato a fines del año 2012, el déficit fiscal nunca dejó de ser o representar un 4 o 3% respecto del PIB.

Lo anterior significa que hay un déficit fiscal permanente en las finanzas públicas dominicanas: los ingresos corrientes u ordinarios son siempre inferiores a la totalidad del gasto público.

Durante los momentos más álgidos o encumbrados de la pandemia del Coronavirus, los cuales tuvieron lugar en el 2020, la presión tributaria se redujo prácticamente en tres puntos porcentuales al pasar de 13% a 10%.

Eso hizo disparar la magnitud del déficit fiscal llegando a representar un porcentaje que se movió entre 8 y 9%.

En medio de la pandemia, y con esa debilidad estructural en las finanzas públicas dominicanas, el Estado por necesidad se vio compelido a aumentar el gasto púbico para enfrentar el desastre sanitario, económico y social generado por el coronavirus y para asumir el protagonismo aplicando políticas y tomando medidas para incentivar y promover la recuperación de la economía.

Por necesidad hubo y había que tomar el inevitable camino del endeudamiento público para que el Estado asumiera ese rol protagónico en el contexto de la pandemia y de la tragedia creada por ésta.

Ni el mercado ni las empresas privadas estaban en capacidad de asumir ese rol protagónico.

La necesidad de financiamiento a nivel del Estado se establece o determina por la diferencia entre los gastos y los ingresos tributarios como porcentajes del PIB.

La necesidad de financiamiento era de 7% cuando la presión tributaria estaba en 13 o 13.5% y los gastos públicos en 20% respecto del PIB.

Esa necesidad de financiamiento se elevó a 10% o más cuando la presión tributaria bajó a 10%.

En ese cuadro dantesco de las finanzas públicas, y dado el hecho de que nunca se manifestó la solidaridad internacional en materia financiera con ningún país pobre, el país se vio obligado o conminado a transitar el agitado y pesaroso camino del endeudamiento.

El espíritu de sobrevivencia nos imponía ese camino para poder sobrevivir como nación, como Estado y como sociedad.

No importa el partido que hubiera ganado las elecciones presidenciales del 5 de julio de 2020 iba a tener que transitar ese empedrado camino del endeudamiento.

Aún así, no es ni debe ser una alocada carrera de endeudamiento público.

Pero lo cierto es que con pandemia o sin pandemia no ha habido gobierno en República Dominicana que no haya hecho uso del endeudamiento público tanto interno como externo.

Pero hay que ser muy racional, prudente y eficiente en el uso del endeudamiento público para evitar que el mismo se convierta en un cuello de botella que dificulte, bloquee o anule el crecimiento y el desarrollo económico y social.

En ese sentido, hay que señalar, no obstante la inevitabilidad del endeudamiento, que eso no significa, en modo alguno, que el Congreso Nacional tiene que ser un sello gomígrafo del presente ni de ningún gobierno, por lo que habrá contratos de préstamos que podrán y deberán ser rechazados, sobre todo, por la oposición política.

Como ha ocurrido con los senadores y diputados de la Fuerza del Pueblo que han rechazado determinados contratos de préstamos.

Y el Congreso Nacional tiene que asumir siempre su delicada función constitucional de fiscalizador de las finanzas públicas en general y de la ejecución del presupuesto en particular.

Autor: Dr. Víctor Manuel Peña

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