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19 de abril 2024
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OpiniónFlorentino Paredes ReyesFlorentino Paredes Reyes

Entre perros calientes

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La tragedia humana protagonizada por el animador deportivo de los Leones del Escogido Manuel Duncan y, el exdirector de la Dirección Nacional de Control de Drogas Félix Alburquerque Comprés, es una demostración de los niveles alarmantes de violencia de los dominicanos, y de la falta de raciocinio sin importar la condición social, económica y hasta religiosa.

Del muerto, no se ha dicho mucho, a sabiendas que le tocó la peor partida y, esa ventaja fatal lo excomulga de todo juicio ignominioso. Su irremediable destino lo ha convertido en mártir a pesar de haber sido él, quien, con torpeza risible, vertió un aderezo en su ropa, provocando las carcajadas de amigos y desconocidos, dejando al descubierto su condición de ebrio.

Para coronación a su estado, confundió las carcajadas, fruto de un estado emocional placentero, como un agravio a su persona, propinando golpes e improperios, al individuo menos indicado del grupo. Un exgeneral.

El personaje agraviado, por cultura y por formación no se iba a quedar “dao”, y tendría que dar un golpe fatal que demostrara que ante él y sobre él, sólo Dios. Es así como podemos entender que no valieron las intermediaciones, tiros al aire, palabras amainosas, banderas blancas y todo intento para que algo insignificante, se convirtiera en un problema sin solución.

Herido en su ego de hombre macho masculino, en su condición de exmilitar, de exdirector de la Dirección antidrogas, de hombre con cuartos, con influencias a todos los niveles, amigo personal de dos expresidentes, persiguió a su agresor pistola en manos, por encima de los que degustaban a esa hora de la noche, sus hot dog, o perros calientes.

El agresor olvidó, que tenía varios meses asistiendo de manera asidua a una iglesia cercana, en donde daba testimonios de ser un hombre nuevo, creyente de los escritos bíblicos y temeroso de los designios de Dios. Como todo un centurión, montó en su lujoso vehículo para dar varias vueltas a la manzana hasta que logró dar caza al bárbaro.

Esta tragedia, como muchas otras, vista en perspectiva, pudo haberse evitado, toda vez que alguno de los actores depusiera de su ego para imponer la condición humana de racionalidad que nos hace tan diferentes al resto de los animales. Hoy, víctima y victimario, darían lo que fuera por frenar un instante los acontecimientos previos, que transformaron sus vidas y la de sus familiares en una tragedia indeseable.

Uno y otro estaban bajo los efectos del alcohol y cruzaron sus caminos, en una desventura que intentamos reconstruir para analizar la fragilidad de la vida, del poder y la condición humana. Dos hombres con formación y cuyo comportamiento debió ser otro, pelearon como perros, en un puesto perros calientes. Al final todo concuerda: la comida, su condición alcohólica, su comportamiento social y el triste final. Entre perros calientes.

Por Florentino Paredes

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