El expresidente Leonel Fernández pronunció el domingo un discurso, anunciado anteriormente para otras fechas y horas diferentes, que lo coloca entre Narciso, un personaje de la mitología griega, y María Gargajo, figura harto conocida en el refranero popular dominicano.
De acuerdo a los psicólogos, existe un trastorno de la personalidad denominado narcisista, cuyo nombre proviene de Narciso, un personaje que, explicado brevemente, se gustaba a sí mismo y menospreciaba a los demás , a quienes consideraba inferiores.
Los síntomas de ese trastorno de la personalidad “incluyen una necesidad excesiva de recibir admiración, indiferencia con respecto a los sentimientos de los otros, intolerancia a la crítica y sentimiento de que los demás le deben algo”, de acuerdo a una de las explicaciones que ofrece Google.
El egocentrismo exagerado del exgobernante, el narcisismo, llega al punto de denominar al nuevo partido como La Fuerza del Pueblo, cuyas iniciales (LFP) coinciden con Leonel Fernández Presidente, algo que nadie en la historia del país había osado hacer.
La agrupación política de Trujillo, a quien mencionó en su discurso, se llamó Partido Dominicano; Joaquín Balaguer, otra de las personas a que hizo alusión en su alocución, fundó el Paritdo Reformista, y el profesor Juan Bosch, en nombre de cuyos ideales dice actuar, fue el fundador del Partido de la Liberación Dominicana, luego de que partiera del Partido Revolucionario Dominicano, que también contribuyó a construir.
O sea, ninguno de esos líderes indiscutibles osaron relacionar su nombre o sus iniciales a los de las organizaciones políticas de las que fueron fundadores y máximos líderes. Tampoco lo hicieron antes Buenaventura Báez ni Ulises Hereaux (Lilís), que presidieron gobiernos autoritarios, para no hablar, en el lado de los demócratas y respetuoso de las libertades públicas, del Padre de la Patria Juan Pablo Duarte, Gregorio Luperón ni otros grandes próceres con quienes guardamos deuda imperecedera de gratitud y respeto.
Todos nombraron sus organizaciones políticas tomando en cuenta los ideales y causas comunes que perseguían conjuntamente con un grupo de hombre y mujeres. Nunca se le rindió culto a la figura del fundador.
Durante su discurso, el expresidente Fernández hizo un recuento pormenorizado de los defectos y desaciertos de los que por décadas fueron sus compañeros y colaboradores, pero olvidó, al estilo María Gargajo– que lavaba los huevos antes de freírlos pero escupía el aceite que usaba–, que algunos de sus actuales incondicionales tienen máculas tan graves o mayores
Cabe preguntar, entonces, ¿es Fernández la persona más idónea para señalar la corrupción y demás deficiencias de que, según él mismo, adolece nuestro país?