En la penúltima semana del mes de mayo tuvimos un suspiro de esperanza cuando circuló la carta que enviara el presidente Medina a los presidentes de las cámaras legislativas, señores Rubén Maldonado y Reinaldo Pared. Una carta que manifestaba la intención de aprobar una ley producto del consenso de todos los partidos que tienen vida política en el Congreso, descartando lo aprobado anteriormente en el Senado.
Creímos que esto sería un respiro a la cantidad de presión a la que han sometido a los militantes políticos y al país con el tema de la Ley de Partidos. Nos hicimos la idea de que con esa carta estaríamos dando a luz un proyecto consensuado, bien pensado y creíble.
Ahora, ¿en quién creer?
Todos habían coincidido sobre la importancia de celebrar unas primarias voluntarias y vinculantes al padrón de cada partido. Que cada quien ejerciera lo que dictan sus estatutos siendo los partidos los únicos dueños de la organización de sus procesos. Si quieren supervisión, eso está bien. Supervisión, no imposición.
¿Por qué insistir en imponer un modelo de primarias? La sola palabra imposición vulnera inmediatamente todo derecho. Primero, nos coarta la libertad de asociación; luego rompe con la esencia misma para lo que fueron creados los partidos políticos, convirtiéndolos en organizaciones que responden al dictamen de una ley hecha a la medida de alguien, según la conveniencia.
¿Cuál es la necesidad de entorpecer el proceso, que dicho sea de paso estaba arrojando luz casi al final del túnel? La Junta Central Electoral se ha manifestado en relación a lo mismo: es imposible organizar las elecciones internas de las organizaciones políticas bajo la modalidad que unos pocos aspiran a que se haga. Y ha explicado sus razones.
Cumplir y hacer cumplir los Estatutos, los acuerdos y las resoluciones, incluyendo los métodos de trabajo, es uno de los deberes que obliga el PLD a sus miembros. No lo olviden, legisladores peledeístas.
Desde siempre se han organizado las elecciones mediante primarias internas dirigidas por la Comisión Nacional Electoral, conforme al reglamento para esos fines.
Nos quieren confundir. Nos mienten, y eso no es bueno. Lo peor es que sabemos quiénes son y cuáles sus oscuros propósitos.
Por Clemen García D.