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25 de abril 2024
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OpiniónElías Ruiz MatukElías Ruiz Matuk

En el país no hay difteria, no hay que alarmarse, ¡por Dios! Sigue el plan

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El lunes recién pasado, se dio a conocer el caso de un niño de cuatro años que lamentablemente murió con síntomas parecidos a los de la difteria.  Pero sucede que aún los laboratorios no habían confirmado que el infante haya muerto por esta bacteria que se propaga normalmente en Haití, Venezuela, Colombia y Brasil.

Esta información publicada por un importante medio de comunicación impreso en su primera página, levantó una polvareda de alarmas, que a consecuencia de ello se han derivado otras más severas, llevando a la población a una histeria colectiva, y han abarrotado los centros sanitarios y de vacunación para que sus hijos no padezcan de esta enfermedad aparentemente mortal.

De acuerdo con el propio director nacional del Programa Ampliado de Inmunizaciones (PAI), el doctor Zacarías Garib, en la República Dominicana, en los últimos tres años se han presentado uno que otro caso de difteria, mientras que en otros países como Venezuela que acumula desde el año 2016, 969 casos, mientras que en Haití se acumulan unos 410 casos desde el año 2014.

No es el caso de la República Dominicana, puesto que en el país, hace más de treinta años que se lleva a cabo un programa de vacunación preventiva y los niños desde que nacen son enviados a estos centros sanitarios de vacunación, donde el Ministerio de Salud Pública vacuna, gratis, a los infantes.  El programa incluye un cronograma de vacunaciones  hasta cierta edad, donde ya los niños completan sus vacunas.  Dentro de esas vacunas que inoculan los expertos está la DPT, que además del Tétano, incluye la Difteria y la Tosferina.

Entonces, si todos los niños, en su mayoría han sido vacunados, ¿Por qué hay que alarmar a la población así? ¿Por qué el Ministerio de Salud Pública, sabiendo que los casos de Difteria no han sido comprobados, emite una ¡alerta epidemiológica!?

No hay razón de hacerlo.

Nos luce, tal vez con un dejo de equivocación, que en todo esto hay un enredo mediático.

Hay que llamar la atención, principalmente, de los medios de comunicación y los periodistas, quienes a nuestro juicio, tenemos una gran responsabilidad social, tanto para alertar a la ciudadanía, ciertamente, pero no al colmo de llevar a la población a una especie de descontrol emocional, que a nuestro modo de ver es lo que ha ocurrido en este caso.  Solo hay que tomar como ejemplo los centros de vacunación, hospitales y centros sanitarios, a donde la población ha acudido en masas para ser vacunados contra la difteria.

Basta leer esta información: “La afluencia a los centros de vacunación de padres con sus hijos ha aumentado considerablemente desde el pasado lunes en procura de inmunizarse contra la difteria”.  (DL, Pag.4. 28/03/18.)

Esto, definitivamente, no puede ser.  Estamos actuando por impulso, como correrías de caballos, con orejeras puestas sin mirar a ningún lado y sin observar el panorama para ver un poco más claro.   Necesitamos ver más allá del horizonte.

La lógica nos indica que si no existe ninguna comprobación de que la difteria haya sido la causa de la muerte del niño que hemos citado. Si los demás casos tampoco han dado positivo, ¿Por qué la alarma?

Sucede que el niño en cuestión es de ascendencia haitiana y con cuya madre pasaría esta semana Santa, sus vacaciones, pues aparentemente vive en Haití con sus padres.

Es probable, con muy poco temor a equivocarnos, que la idea de que el infante haya provenido desde Haití, también la enfermedad, sea un motivo más para crear el ambiente propicio para que continúe el rechazo hacia la inmigración haitiana, cuya campaña se ha incrementado en los últimos días y que ha llevado a autoridades regionales a cometer estupideces, como la de la gobernación de San Pedro de Macorís, que intentó prohibir la participación de los grupos de Gagas y Guloyas, cuyas manifestaciones culturales son autóctonas de esa misma provincia.

Señores, esto no es más que la idea del mismo plan que le hemos venido hablando en los últimos días, de crear el desasosiego, animadversion y antipatías hacia los inmigrantes haitianos, que no los venezolanos.   Esto tiene el objetivo de hacernos ver ante los organismos internacionales como los más xenófobos y racistas del Caribe.

No nos dejemos arrastrar por este macabro plan.

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