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24 de abril 2024
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OpiniónJosé Santana GuzmánJosé Santana Guzmán

Emilia Pereyra: La Mamá Tingó de Luesmil Castor no es solo la mujer de la historia del pasado siglo XX

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LA INSPIRADORA DE LA OBRA ES UNA PERSONALIDAD QUE TRASCENDIÓ LA ISLA Y EL TIEMPO QUE LE TOCÓ Y QUE REINA ENTRE NOSOTROS. (Emilia Pereyra)

El jueves 1 del presente mes se produjo en la Universidad Autónoma de Santo Domingo (Uasd), la puesta en circulación del poemario Mamá Tingó en temblor de agua, obra escrita por el destacado maestro y escritor Luesmil Castor Paniagua. Hay que destacar, por tanto, que a esta importante actividad asistieron figuras transcendentales de la esfera literaria, académica y social. En ese sentido, la presentación de la obra estuvo a cargo de la laureada escritora, maestra y novelista Emilia Pereyra, (Azua de Compostela). Maestra, comunicadora, narradora y ensayista. Premio Nacional de Periodismo 2019 y Premio Enriquillo 2020, de Novela Histórica, con la obra “El corazón de la revuelta”. quien destacó las cualidades literarias, humanas y profesionales del autor. Asimismo, Pereira, leyó su discurso, el cual, debido a su gran relevancia, pongo a disposición de ustedes de forma íntegra:

Buenas tardes, señoras y señores:

Me complace sobremanera compartir unos momentos de esta tarde especial dedicada a celebrar Mamá Tingó en temblor de agua, una obra poética de Luesmil Castor Paniagua, exquisito cultor de la palabra, que rinde homenaje a una dominicana esencial y paradigmática de las luchas por la justicia y la redención social.

Celebro, pues, que nuestro admirado bardo se haya inspirado en Mamá Tingó, figura notable de nuestra historia, como ya ha ocurrido en otros casos al escritor y poeta Eduardo Gautreaux de Windt, que fue atraído por la heroína Rosa Duarte o la autora Ofelia Berrido, quien escribió un poemario sobre la valiente Anacaona, de los tiempos de la dominación española.

Era campesina, negra, analfabeta y pobre. Quien la veía trabajando la tierra en los lejanos 12 años de los sangrientos y autoritarios gobiernos de Joaquín Balaguer no podía pensar que Florinda Soriano, nombre de pila de la criolla conocida como Mamá Tingó, se convertiría en mito de nuestra tierra, en símbolo inspirador de quienes consideran necesario buscar el imperio de la justicia y de la equidad.

A ella le correspondió vivir y batallar en un oscuro período marcado por el derramamiento de sangre, las torturas, las inclementes persecuciones y la prevalencia de los abusos de todo tipo en un penoso período edulcorado por los cultivadores de la posverdad, tan en boga en este tiempo.

Hoy Mamá Tingó forma parte del parnaso de las mujeres legendarias de la historia dominicana y allende nuestros mares. Se destaca de manera rutilante en esa galería de mujeres valerosas como lo fueron también María Trinidad Sánchez, Rosa Duarte, las hermanas Minerva, Patria y María Teresa Mirabal y otras dominicanas ejemplares e ilustres.

Su legado ha animado a escribir sobre ella y ya existen obras como la publicada en el 2021 por la periodista y escritora Margarita Cordero titulada “Mamá Tingó: la Resistencia Campesina”.

Como símbolo de profunda raigambre popular y telúrica, Mamá Tingó es también parte de la cultura nacional y de la memoria histórica de nuestro pueblo.

Por fortuna, también ha entrado al maravilloso y sugerente espacio de la poesía, gracias a que nuestro querido escritor, poeta y periodista Luesmil Castor Paniagua ha sabido transmutar con la alquimia de las palabras la lucha y el arrojo de esta mujer impar nacida en Yamasá en 1921, cuando el país estaba bajo el dominio de la primera ocupación americana, que empezó en el 1916 y terminó en el 1924.

Eran tiempos difíciles. Y así los vivió esta mujer menuda, de gran fuerza interior y dueña de una rebeldía que le impedía cruzarse de brazos ante la injusticia. Ella era persistente y peleaba por la tierra y por el derecho adquirido para hacerla parir los frutos que debían alimentar a su familia y a sus vecinos apremiados por un poderoso terrateniente de la zona.

Se impuso lamentablemente el poder de las balas y Mamá Tingó cayó abatida el 3 de noviembre de 1974. Fue asesinada mientras batallaba contra el despojo injustificado de tierras a los campesinos residentes en Hato Viejo en Yamasá durante el segundo gobierno de Joaquín Balaguer.

Tras su partida comenzó a forjarse la leyenda y Mamá Tingó ha crecido en el recuerdo y la memoria emocional de su pueblo sediento aun de justicia social y de la administración idónea de los recursos públicos.

Y qué bueno que su trayectoria y su ejemplo sigan gravitando entre nosotros. Y es que Mamá Tingó cobra vida y forma parte de nuestra cotidianidad, no solo porque una estación del Metro lleva su nombre y ha de ser miles de veces mencionada cada día, sino porque es una figura inspiradora, arraigada gracias al buen ejemplo y el inmaculado heroísmo.

Precisamente, la mártir alcanza una nueva dimensión como eje trascendente de la prosa poética de Luesmil que da cuerpo a este hermoso y conmovedor libro colmado de bellas metáforas y figuras literarias inspiradas en Mamá Tingó y en nuestra realidad.

Luesmil Castor Paniagua es sin dudas un poeta sensible, capaz de reconocer y de revelar el sentido profundo de la vida, la fibra moral que anima a quienes lidian por sobrevivir cuesta arriba, a contrapelo de las injusticias, templando el espíritu mientras se enfrentan a obstáculos mayores.

La Mamá Tingo de Luesmil Castor no es solo la mujer de la historia del pasado siglo XX, no es solo la campesina asesinada mientras defendía su derecho a trabajar la tierra en un mundo inhóspito. La inspiradora de la obra es una personalidad que trascendió la isla y el tiempo que le tocó y que reina entre nosotros.

Deseo concluir mis palabras con la lectura de un pasaje revelador de la calidad de la prosa poética del autor, hacedor del merecido homenaje a Mamá Tingó.

Me refiero a un pasaje del Poema 20, que dice:

Un disparo ensordece la tarde que se arruga en el ceño de la muerte. Cae la sangre, el otro disparo. La muerte vestida de fiesta en el Palacio de los Odios. Tronó la bestia del miedo en los demonios que mancharon la patria. El cuerpo en la sangre germina en el tiempo y se levanta su voz con timbre y tesitura de heroína. Aun tiemblan cuando el pueblo dice que la tierra es de quien la trabaja. Sepultaron su cuerpo de mujer, restrojos de odios y pólvora, mas no la bravura y el coraje de los ovarios del día y la noche. Ahora el lodo de la vida es amasado con la sangre y no sacarán a Eva-Tingó de las costillas sino del pueblo levantado en su nombre…

Espero que quienes aún no han leído el poemario abreven en sus páginas y encuentren a Mamá Tingó, la imperecedera.

(Emilia Pereyra, 1 de septiembre, 2022, Uasd).

Fuente de consulta:

https://www.emiliapereyra.com/about 

Por José Santana-Guzmán

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