Una parte del Distrito Nacional y la provincia de Santo Domingo se han convertido de un tiempo a esta parte en mercado y grasienta cocina; como botón de muestra de la economía informal y el desempleo.
Es un peligro público transitar por el elevado de Avenida Máximo Gómez es una travesía que se torna peligrosa, arriesgada; dado la gran cantidad de vendedores informales que ocupan espacios públicos que no sólo ofrecen: queso de hoja asoleado, chorizos tostados por el tiempo, auyamas, galleticas, conconetes, maní, semillas de cajuil; entre otros productos.
Jóvenes y adultos ofrecen a la venta sin ningún control de todo tipo de alimentos cocidos, frutas y jugos debido a la creciente población urbana móvil, al desempleo, y sobre todo, a la falta de controles sanitarios y de uso de los espacios públicos.
En cualquier país del mundo, un elevado es una zona vedada a los peatones, sólo para autos que van a más de 45 kilómetros por hora; pero no estamos hablando de una zona entamponada casi a cualquier otra.
A esos vendedores, se suma la gran cantidad de personas que están ahí a la espera de una limosna.
Los vendedores no te ofrecen el producto, te dicen” ayúdeme comprándome esa auyama, y si te descuidas y andas solo te la ponen de pasajero en el asiento delantero”.
En otras palabras esas personas viven del embotellamiento del tránsito, el día que no haya tapón, ¿ Qué harán? No lo sé. Me refiero a la dirección Sur-Norte.
A este cuadro, se suma que, en cualquier punto de la ciudad “ es el un lugar en donde se venda comida o desayuno la inversión es mínima”.
Este es el país, donde mucha gente tiene calderos, sartenes, estufas y pequeños tanques de gas; el asunto es comprar los alimentos, cocinarlos y ofertarlos, es el negocio de éste tiempo, al menos eso parece, con mínima inversión y sin controles.
Muchos de esos negocios están en manos de haitianos y venezolanos indocumentados.
El Ministerio de Salud Pública y de los ayuntamientos tienen la palabra para enfrentar ese problema, aunque el tema migratorio está implícito en el mismo, ¡ Autoridades, ¡ Espero por ustedes!…
Por Víctor Elías Aquino