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19 de abril 2024
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OpiniónGriselda ValdezGriselda Valdez

Elecciones con Participación Forzada Santo Domingo

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En la República Dominicana la clase política y ciudadana se ha volcado hacia el debate del Voto Obligatorio, a consecuencia de la propuesta de reforma electoral que se debate en el Congreso Nacional.

Dando una mirada retrospectiva acerca del ejercicio del derecho al voto en la República Dominicana, recordamos que es un derecho del que gozamos hace apenas 54 años, desde las elecciones organizadas por el Prof. Juan Bosh en el año de 1963. Las que ganó con un 59.53%, en aquellas elecciones tuvieron se contó con una mínima abstención al voto pese al hecho de que habíamos recién salido de una dictadura que mantuvo al pueblo subyugado por treinta y un años, y antes de ésta habíamos tenido una terrible experiencia del ejercicio democrático con las crisis experimentadas por el partido rojo y azul y sus líderes caudillistas.

De manera es que al llegar el prof. Juan Bosch encuentra en su camino a un pueblo incrédulo ante la democracia y sus beneficios y, de cierta manera, reacio a los cambios que él pretendía implantar. Ésta fue la primera vez en donde nos dimos cuenta de que nuestro país no estaba preparado para la democracia, simplemente porque no la entendía.

El paso obligado fue la desestabilización del naciente sistema político, la dictadura de los doce años hasta el ascenso del Partido Revolucionario al poder con la llegada del presidente Silvestre Antonio Guzmán, fueron episodios de nuestra historia en donde se relegaba al segundo plano la capacidad que teníamos los ciudadanos de ejercer un cambio en nuestra política a través del voto.

En cada comicio presidencial el modelo de liderazgo de los políticos dominicanos consistía en preparar sus estrategias electorales aumentando su numero de seguidores, por la via del populismo que no es mas que el cáncer que corroe las instituciones, porque deja de plantearse soluciones duraderas y sostenibles a corto, mediano y largo plazo a los problemas reales de nuestras poblaciones.

“El populismo adora tanto a los pobres que los multiplica”, dice la guatemalteca Gloria Álvarez. Los multiplica porque le hace creer al ciudadano que debe contar obligatoriamente con la gestión de un líder todopoderoso para encausar las soluciones a sus necesidades.

 

El populismo arrastra consigo las iniciativas que pueden surgir, arrastra consigo la voluntad del ciudadano a involucrarse en los temas de su incumbencia y da a otros ciudadanos, llamados políticos, el deber y la responsabilidad exclusiva de ejercer la política. Por consecuencia, éste modelo populista ha tenido como resultado el empobrecimiento institucional, la falta de estrategias serias de crecimiento y ha vuelto cada vez más confuso el concepto de República como la concibieron nuestros antepasados los Griegos.

En cada celebración de los comicios presidenciales y municipales los tres partidos mayoritarios que se han repartido el poder y el dominio de las decisiones de nuestro Estado, han hecho galas de todos los artilugios posibles para salirse con las suyas, siempre llevando todas las de ganar el partido de gobierno, que por el poder de valerse de las instituciones públicas y de los recursos del Estado puede desplegar una serie de espectáculos electorales.

Tales son los casos de las elecciones de los años 1970`s en donde sorpresivamente se interrumpía el servicio eléctrico de los colegios electorales cuando los ciudadanos ejercían su derecho cívico, la crisis política del 1978 con la citada irrupción militar, que el pueblo denominó como “el juntazo”, al centro de cómputos de la JCE y en el caso de las pasadas elecciones del 2016 donde el presidente de la Junta Central Electoral despidió a tres mil empleados del área de soporte técnico días antes de la celebración de las elecciones, también, podemos recordar que el Senador de la Provincia de San Juan Félix Bautista resultó ganador de una manera tan avasallante que votaron más personas por él que los que estaban hábiles para votar en su jurisdicción.

Viendo estos ejemplos tomados de las experiencias de nuestras elecciones, el ciudadano ha decidido olvidarse de que el voto es un derecho que nos hemos ganado a costa de mucho sacrificio, que es un ejercicio de libertad de expresión de conciencia y ha empezado a verlo como un circo político en donde resulta cada vez más engañado y decepcionado. La participación ciudadana en las elecciones no es más que la reacción de los dominicanos ante las decepciones que sus líderes políticos les han ocasionado en una y otra oportunidad. Nuestro sistema de democracia representativa está en crisis, cada vez nos sentimos menos identificados con las personas que nos representan y que están llamados a velar por nuestros intereses.

El estereotipo del político dominicano es aquel que padece de la memoria a corto plazo, pues una vez concluyen las elecciones y resulta electo, olvida las promesas que hizo al pueblo que lo eligió y las olvida porque justamente sus palabras no suelen ser plasmadas en un plan serio de propuestas de gobierno que los electores puedan ver con detenimiento. Resulta más fácil ser el político que despierta pasiones a ser el político que plantea y ejecuta soluciones duraderas y sostenibles.

El auge de los movimientos populares desde El Amarillo, por el cuatro por ciento para la educación hasta el Verde contra la Impunidad, son ese deseo de participación que tenemos los dominicanos, es la manera en la que expresamos que no estamos contentos con la manera en que nuestros políticos manejan nuestros recursos, que no estamos contentos con el escenario de descrédito internacional al que constantemente nos someten, que no estamos contentos con la falta de participación joven en nuestras decisiones de Estado.

Razones políticas para la implementación o no del voto obligatorio

Para la clase política es más viable imponer el ejercicio del deber del voto, del mismo modo en que imponen otros deberes, como el pago de los impuestos. Afianza con mayor exactitud al que resulte elegido si el cien por ciento de las personas hábiles para votar expresaron su deseo en las urnas electorales.

El mismo brinda una idea más cerrada de la voluntad de los electores, eliminando, para el candidato electo, el misterio que significa el hecho de que si aquella masa blanca e indecisa significaría un problema para su gestión en términos de favor del pueblo o gobernabilidad.

Pero la clase política olvida que la imposición jamás será la vía para lograr que los dominicanos cedamos a un cambio, tenemos bastos ejemplos a lo largo de nuestra historia como República de que a nuestro pueblo nunca le ha parecido viable el término OBLIGATORIO.

En medio del escenario político en el que nos encontramos actualmente, donde el pasado candidato repetía como presidente, el que a su vez le antecedió venia de dos periodos consecutivos y ya había ocupado en tres ocasiones aquella posición, el representante de la oposición fue una pesadilla administrativa y política para nuestro pueblo.

De manera que, una democracia debilitada como la nuestra con partidos minoritarios que negocian las posiciones públicas para aliarse con los partidos más grandes, una oposición descabezada, ya sin la estampa de sus líderes más representativos, sin ideales claros, ni metas propuestas, sin soluciones premeditadas a mediano y largo plazo, no puede darse el lujo de ser atrofiada con la imposición de un voto.

Antes que pensar en imposición, debe asestarse un sabio golpe al gigante en las cienes del descredito político, aumentando los debates públicos, fortaleciendo la cuota participativa de los jóvenes y las mujeres, facilitando el proceso de documentación para que cada vez más ciudadanos se encuentren hábiles para votar.

Fomentar un clima de seguridad, de respeto y de pulcritud en los procesos electorales que disminuya el populismo removedor de pasiones y lo suplante por el gobierno de las ideas viables y el reino de los argumentos bien sustentados, porque ya estamos aprendiendo a protestar con argumentos y eso no se lo debemos a la clase política, esto ha sido un ejercicio personal de cada ciudadano que se indigna de ver todos los días lo que acontece con su país

No se puede hablar de democracia participativa si nos han quitado el acceso a la educación cívica en nuestras escuelas. ¿Por qué en vez de plantearnos la imposición del voto no nos planteamos la imposición de la educación cívica como requisito para obtener un documento cualquiera o para el goce de nuestros otros derechos ciudadanos?.

¿Porque nuestros partidos políticos no destinan sus jugosos recursos para saber por qué los ciudadanos/as se están absteniendo a expresar su voz?. ¿No será esto un claro mensaje de que estamos cansados, de que hemos dejado de creer que habrá soluciones a los temas prioritarios de nuestra agenda país?. Entonces, en resolver estas cuestionantes deben esforzarse nuestros partidos y nuestros dirigentes, en empezar a atacar las cosas desde su raíz, ajustarse a la nueva generación de dominicanos y dejar creer que la fiebre continua estando en las sábanas.

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