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20 de abril 2024
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OpiniónManuel Hernández VilletaManuel Hernández Villeta

El voto obligatorio

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El ciudadano debe tener libertad para decidir si participa o no en un torneo electoral. Se cercena la voluntad popular cuando el voto se hace obligatorio. La abstención es una acción cívica y democrática que la aplica el que considera que en unas elecciones ninguno de los candidatos le satisface.

En una gran aparte de países desarrollados, la abstención en las elecciones hoy es considerada como un barómetro. Allí se puede hacer el balance en torno a si el pueblo respalda a los comicios, si el sistema es de su agrado, si los candidatos son populares, o si sencillamente las masas consideran que el torneo no satisface sus intereses.

En una era donde los candidatos son impuestos por el dinero y la masificación en los medios de comunicación, el posible votante puede considerar que allí no tiene nada que hacer.

En vez de presionar con voto obligatorio,  lo que hay que tener son mecanismos para evaluar cuantas personas aptas para ejercer no lo hicieron, y  consultar con la totalidad del padrón.

La Junta Central Electoral, o los que trabajan en una ley de partidos políticos, cometerían una grave violación contra los derechos democráticos del ciudadano si incluyen una clausula donde se le obligue a votar. Usted tiene todo el derecho del mundo a elegir, pero también hay que respetarle su decisión de no ir por las urnas.

En los doce años del doctor Joaquín Balaguer se demostró que la abstención es un derecho del ciudadano, para luchar por su libertad y su independencia. Aún a sabiendas de que no votar era abrir terreno a una posible muerta o la cárcel, miles de dominicanos veían en la abstención la mejor forma de hacer frente a ese gobierno de fuerzas.

Inclusive en más de dos ocasiones el entonces poderoso Partido Revolucionario Dominicano llamó a la abstención, por considerar que se caminaba hacia un fraude y no había condiciones para celebrar unas elecciones libres y democráticas.

Soy contrario al voto obligatorio, y a cualquier penalidad que se pueda tomar contra el ciudadano por esa acción. Que vote el que quiera, es su derecho de conciencia, como también es su decisión poder escoger al candidato que llene sus expectativas.

La libertad y el derecho no son simples palabras, sino que tienen que ser avaladas por la acción diaria. Hay que comenzar a institucionalizar  el país, dejando atrás medidas superadas de obligatoriedades infamantes. Al ciudadano solo se le debe prohibir lo que la ley considera contrario a las buenas costumbres, al derecho a la vida y a la convivencia civilizada.

En cuestiones de conciencia, nadie tiene el derecho a dictar pautas y normas. Una ley electoral que incluya la obligatoriedad del voto, podría ser una punta de lanza para sepultar la democracia y conculcar los derechos cívicos y de conciencia de los dominicanos. Mucho cuidado con acciones tremendistas que en un futuro nos podrían llevar al pie de la guillotina. ¡Ay!, se me acabó la tinta.

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