Hemos dado tanto valor a la vida material que la prisa por el enriquecimiento lo ha alterado todo. El ejercicio de la política se ha prostituido y los gastos de las campañas resultan auto incriminatorios, al menos en la intención de llegar a las posiciones públicas.
Nuestros jóvenes han aprendido que las cosas se pueden ganar de manera fácil y por vía rápida. Y a este cambio generacional se agregan la impunidad y los malos ejemplos desde los estamentos de poder y liderazgo político, social y económico.
Las drogas no sólo se han generalizado, han generado a fuerza de su presencia en la realidad del país un nivel de aceptación preocupante.
Reflexionemos, que se ha perdido el valor de lo correcto.