Santo Domingo 23 / 31 Soleado
ENVÍA TUS DENUNCIAS 829-917-7231 / 809-866-3480
23 de abril 2024
logo
OpiniónHumberto Bogaert GarcíaHumberto Bogaert García

El tratamiento del incesto

COMPARTIR:

En esta exposición trataremos sobre las técnicas de tratamiento que aplicamos en nuestra consulta privada con los casos de incesto, en los que el padre abusa de su hija. En ese sentido, nos vamos a referir al incesto padre-hija. El encuadre terapéutico va a depender de cómo los casos de incesto se presenten en la consulta, ya sea en medio de una crisis o a partir de un comentario incidental, hecho durante una entrevista.

Por otra parte, conviene reducir, desde el primer momento y lo antes posible, el sentimiento de ser un caso único, haciéndoles ver que en otras familias también han ocurrido experiencias semejantes. El control, por parte del terapeuta, de sus reacciones emocionales, permite al profesional mantener una atención no condenatoria con respecto al discurso de la familia.

La recolección de la información sobre la historia del incesto debe ser detallada y explícita, realizada de un modo calmado y no ofensivo. Una actitud sensible frente a la víctima y comprensiva frente a la familia permite que la exploración tenga un efecto terapéutico y no constituya una amenaza.

Es necesario que el terapeuta descubra cómo el menor percibe el problema del incesto, independientemente de su edad. No basta con escuchar la historia relatada por los adultos que llevan al menor a la consulta. Las preguntas que se formulen al menor deben ser cortas y simples. Además, podemos recurrir al dibujo para que señale las partes del cuerpo. Esto es aconsejable, porque los menores tienen un vocabulario sexual limitado y el dibujo contribuye para que el diálogo se desarrolle.

En el sistema familiar incestuoso, el menor suele ser considerado como demasiado pequeño para poder comprender. Su palabra es sistemáticamente descalificada. Por esa razón, el terapeuta deberá sostener la palabra del menor contra las tentativas de descalificación de los adultos de la familia. Reconocer y hacer que se reconozca a la menor como la víctima e intentar restituirle un lugar de niña diferente al de sus padres, protegida por su madre y por la justicia, es un eje mayor de la terapia.

La terapia tiene por objeto reunir a los miembros de la familia para promover su autonomía; conglomerar, para crear las fronteras entre las generaciones. Las familias incestuosas se caracterizan por la ausencia de fronteras y de límites entre sus miembros. En ellas suelen darse dictaduras familiares en las que la mayoría de los miembros son tratados como menores aterrorizados, incluida la madre, mientras la menor abusada es parentificada y situada en el lugar de su madre. La niña abusada no tiene,  por tanto, un lugar de hija en el seno de la familia.

Un objetivo terapéutico es, por tanto, reestructurar la familia. Y, en ese sentido, la primera dificultad con la que tropezamos consiste en tratar de ayudar a una mujer que no recibió un apuntalaje afectivo suficiente durante su infancia, que no ha tenido otros modelos que no sean el del maltrato y el abandono, a convertirse en una verdadera madre, capaz de proteger a su hija en medio de una crisis que afecta a toda su familia.

Es necesario liquidar las situaciones fusionales, impidiendo la intrusión de los padres a nivel psíquico y sexual. En ese sentido, se deben plantear claramente ciertas prohibiciones, por ejemplo, a las madres intrusivas que continúan aseando hijas que hace tiempo pueden hacerlo por ellas mismas. El terapeuta deberá vigilar que esas prohibiciones no sean transgredidas.

En la terapia es de mucha importancia tener acceso a ese antiguo niño maltratado que fue el padre abusador. Esto suele requerir tiempo y esfuerzo. Por otra parte, hacer que la madre entienda que deben existir límites entre la ternura y la sexualidad, supone una amplia exploración de la historia traumática de la madre. De hecho, esa mujer no ha hecho otra cosa que reproducir las intrusiones de las que ella fue objeto durante su infancia. En ese sentido, descubriremos que ella evita un dolor, impidiendo defensivamente que aflore; convirtiéndose en ciega y sorda frente a los sufrimientos de su hija.

La desmentida del sufrimiento de la niña abusada es una forma de complicidad inconsciente de la madre con el padre abusador. Sólo si logramos que la madre acceda a su propio sufrimiento de niña podremos terminar con la desmentida del sufrimiento de su hija.

La terapia permite a la hija aprender a decir “no” y a protegerse. Si en la familia sana el menor tiene el derecho a oponerse a los adultos y de negociar con ellos, en las familias incestuosas se prohíbe al menor sentir y reconocer lo que experimenta.

Por: Dr. Huberto Bogaert García

Comenta

[wordads]