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23 de abril 2024
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OpiniónManuel Hernández VilletaManuel Hernández Villeta

El pueblo norteamericano

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 La dama de la libertad con una mano levantada coronada por una tea, abre las puertas al sueño norteamericano, a El pueblo norteamericano. Miles van a Estados Unidos en busca de una mejor vida, un sólido  futuro, pero no logran escapar al hambre, a la miseria y al hacinamiento.
En las naciones desarrolladas, como en los países bananeros, la riqueza tiene distribución irregular. No importa que se pise tierra de una superpotencia, allí también se arrastran indigentes en las calles, hay analfabetos, personas que no tienen acceso a sistema de seguridad social y otros que pasan por el mundo sin siquiera ser un número.
A pesar de todas esas vicisitudes  desde un país sub-desarrollado millones de personas sueñan con estar aunque sea un día de sus vidas en la tierra del Tío Sam. Ese sueño se convierte en pesadilla cuando se afrenta la dura realidad de que la miseria nunca es llevadera para el pobre.
Los dominicanos tenemos que diferenciar que una cosa es el pueblo norteamericano, y otra la política imperial ejecutada por los gobernantes de turno. La República Dominicana ha sido intervenida en forma directa por soldados norteamericanos en dos oportunidades.
En cada ocasión los marines o aerotransportados  norteamericanos llegaron a territorio nacional para contener movimientos  reivindicativos. El último acto intervencionista ocurrió en el 1965, para silenciar la revolución de Abril, y la petición del pueblo en armas de retorno a la Constitución sin elecciones.
En cada ocasión que el pueblo norteamericano han intervenido, el pueblo dominicano ha tomado las armas para enfrentar tal ofensa. Se ha impuesto el poder imperial. En la primera intervención dejaron a Trujillo, para que gobernara por unos 30 años, y en la segunda, la secuela fue el gobierno de los doce años del doctor Joaquín Balaguer.

Segmentos liberales e importantes de el pueblo norteamericano se han opuesto a esas intervenciones militares  en la República Dominicana.

De ahí que una cosa es el pueblo norteamericano, y otra los designios imperiales.
Cuando los norteamericanos celebran una  nueva fecha de su independencia, es bueno el momento para felicitarlo. Todos los pueblos del mundo deben marchar unidos en el respeto a los derechos humanos, la soberanía nacional, la no injerencia y que las riquezas naturales no sean vilmente expoliadas.
 Rechazamos los designios imperiales de muerte, atropello y conquistas, pero felicitamos al pueblo norteamericano que desea que en todo el mundo haya un gobierno del pueblo, para el pueblo y con el pueblo. ¡Ay!, se me acabó la tinta. 

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