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24 de abril 2024
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OpiniónLeonelo E. BautistaLeonelo E. Bautista

El proceso de vacunación contra COVID-19: ¿Dónde estamos y adónde vamos?

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Uno de los elementos fundamentales para el control de la epidemia de COVID-19 es el alcance de inmunidad por medio del uso de vacunas dirigidas a prevenir la ocurrencia de casos graves y muertes por esta enfermedad. El 16 de febrero del 2021, el gobierno dominicano inició el proceso de vacunación en el país. El primer grupo de personas vacunadas fueron miembros del personal de salud. Semanas más tarde, se empezó a vacunar a personas de más de 60 años, que tienen un mayor riesgo de desarrollar COVID-19 severo o mortal. La vacunación se ha realizado en centros de atención especializada, puestos fijos de vacunación ubicados en lugares estratégicos y puestos móviles para llegar a comunidades de acceso difícil.

En días recientes el Ministerio de Salud comunicó el inicio inminente de la vacunación casa por casa. Datos detallados sobre el progreso de la vacunación en el país, presentados en este comentario, brindan luz sobre la justificación y el éxito potencial de esta estrategia. Como he expresado anteriormente, mi único interés es contribuir a la preservación de la vida, el bienestar y los derechos de los dominicanos, no tengo ningún conflicto de interés de tipo profesional, económico, o político que declarar, y estoy disponible para dilucidar mis planteamientos y sugerencias en cualquier contexto académico.

La campaña de vacunación desarrollada por nuestro país en los últimos seis meses ha sido un éxito. Para el 16 de agosto pasado, 5,672,584 personas, el 52.3% de toda la población, habían recibido al menos una dosis de una vacuna. De ellas, la gran mayoría (78.7%) ya había recibido dos dosis de vacunas. Esto corresponde a 4,462,896 personas, un 41.1% de toda la población. Desafortunadamente, el gobierno no da detalles sobre la vacunación en grupos específicos de la población.

Haber vacunado un 41.1% de la población en seis meses es loable. Pero podría serlo menos si la mayoría de los vacunados están concentrados en una zona geográfica, en un grupo social, o tenían bajo riesgo de COVID-19 severo o mortal. En consecuencia, es difícil comprender, por qué el gobierno nacional no pone estos datos a disposición del público, su propietario por derecho, asumiendo que los mismos son recabados regularmente. En particular el Ministerio de Salud debe reportar el porcentaje de población vacunada por sexo, edad, zona de residencia, nivel socioeconómico, y vacuna recibida. Esta información ayudaría a los ciudadanos evaluar de una forma más cabal el éxito de la vacunación, el impacto de la vacunación en su riesgo de tener COVID-19 severo o mortal, y las disparidades en la oferta y aceptación de las vacunas.

Como se puede apreciar en esta gráfica (línea azul), el proceso de vacunación en el país ha pasado por tres fases. La primera fase, la fase de “aprendizaje”, se caracterizó por un crecimiento lento en el número de personas vacunadas. Esto es perfectamente justificable, ya que este tiempo se invirtió en organizar e implementar el proceso de vacunación, y había limitaciones en el número de vacunas disponibles. Sin embargo, esta fue una fase exitosa en la cual se tomó ventaja de la experiencia de décadas en nuestro Programa Ampliado de Inmunización. Durante esta fase, el número promedio de dosis de vacunas administradas creció a un ritmo de 345 dosis adicionales por día.

Luego de la fase de “aprendizaje”, vino una fase de “despegue”, durante la cual la administración de dosis diarias creció aceleradamente. Esta fase  abarcó desde fines de abril a principios de julio, y el número de dosis administradas aumentó a 1,815 por día. Desafortunadamente, la administración de dosis diarias ha disminuido sustancialmente desde la segunda semana de junio. Durante esta fase de “descenso”, el número de personas que reciben una dosis de vacuna se ha reducido en 1,632 por día y continúa disminuyendo.

A pesar de que el número de dosis de vacunas aplicadas por día se ha reducido sustancialmente, el número acumulado de personas que han recibido una dosis (línea roja) o dos dosis de vacuna (línea naranja), continúa incrementándose. Eso se debe a que las personas vacunadas no desaparecen de la población. Sin embargo, el progreso en la proporción de la población vacunada se ha enlentecido considerablemente. De hecho, entre el primero de julio y el primero de agosto, el número de personas vacunadas aumentó en 597, 685. Un incremento del 12%. Sin embargo, el aumento esperado del primero de agosto al primero de septiembre es solo de 223,381 personas vacunadas.

Un incremento de solo 4%. Tres veces menor que en el mes anterior. Este enlentecimiento se debe a una disminución en la aplicación de primeras dosis de vacunas. Aunque es natural que la demanda de vacunas disminuya con el tiempo, ya que la población no vacunada disminuye progresivamente y las personas con más dudas sobre las vacunas las demandan más tardíamente, esto no explica por completo el enlentecimiento en la vacunación, ya que aproximadamente la mitad de la población todavía no ha recibido una primera dosis de vacuna. Esto es muy preocupante. Si el número absoluto de personas que reciben una dosis de vacuna se incrementa solo un 4% por mes, al final del año menos del 70% de la población habrá recibido al menos una dosis y solo cerca del 57% estará completamente vacunada.

Usando métodos aproximados, se puede estimar que unos 1.8 millones de personas se han infectado con SARS-CoV-2 en el país. Aproximadamente, una de cada seis personas. Si estas personas se consideran inmunes y se suman a los 4.5 millones que ya han sido completamente vacunadas, en el país tenemos 6.3 millones de personas inmunes. Es decir, otros 4.5 millones de personas, el 42% de la población, todavía son susceptibles a infectarse. El porcentaje de personas inmunes contra COVID-19 severo o mortal, 58%, es muy lejano de lo necesario para alcanzar inmunidad de grupo y detener la transmisión del virus. En realidad, el número efectivo de personas susceptibles es mayor que un 42%, ya que la gran mayoría de la población ha recibido CoronaVac, una vacuna con una eficacia supuesta del 51.2%. Además, diversos estudios han mostrado que, con una eficacia del 51%, como es el caso de CoronaVac, se necesitaría vacunar más del 98% de la población para alcanzar inmunidad de grupo.

Considerando todo lo anterior, es una noticia esperanzadora que el Ministerio de Salud esté tratando de acelerar de nuevo el proceso de vacunación por medio de visitas casa a casa. Sin embargo, para continuar avanzando al ritmo necesario es necesario conocer cuáles factores están determinando el enlentecimiento del proceso, en lugar de asumir que éste se debe única y exclusivamente a limitaciones de acceso geográfico que pueden ser resueltas con visitas casa a casa. El gobierno debe determinar e informar al público en cuáles poblaciones, definidas por edad, sexo, lugar de residencia y estado socioeconómico la vacunación ha sido menos exitosa. Además, es necesario determinar el rol que juegan factores como oportunidad de acceso, educación, desinformación, y percepciones erradas sobre riesgo y beneficios en el enlentecimiento de la vacunación. Sin este tipo de conocimiento, no se pueden diseñar estrategias exitosas para acelerar el proceso de vacunación.

Por otra parte, está bien documentado que la información sobre la población general, como el número de muertes por COVID-19, el número de vacunados, y el número hospitalizados en unidades de cuidados intensivos, es de poca utilidad para que una persona evalúe su riesgo y tome decisiones individuales, como la decisión de vacunarse. Las personas ajustan su percepción del riesgo y toman decisiones con base en información relevante para su grupo e ignoran información que no parece relevante para su grupo, como la mortalidad por COVID-19 en la población nacional. Esto hace más necesario aún la generación y difusión de conocimiento sobre los riesgos de COVID-19 y los beneficios de cada vacuna en personas de distinto sexo, edad, lugar de residencia, educación, y tipo de trabajo. En síntesis, a la hora de tomar decisiones personales, el mismo traje no nos sirve a todos. Desafortunadamente, nuestros gobiernos tradicionalmente han ignorado la importancia de informar adecuadamente a la población, para que los ciudadanos puedan tomar decisiones debidamente informadas.

En conclusión, un fallo en la vacunación contra COVID-19 probablemente resultará en la ocurrencia de nuevos brotes y en un aumento de muertes y sufrimiento innecesarios en nuestra gente. Además, podría generar una resistencia diseminada contra las vacunas, no solo las vacunas para COVID-19, sino también para vacunas del Programa Ampliado de Inmunización. Es recomendable que los esfuerzos del Ministerio de Salud para mejorar el proceso de vacunación no se centren exclusivamente en las visitas casa a casa, sino que se definan estrategias adicionales fundamentadas en las causas reales del problema. Los esfuerzos del Ministerio para re-acelerar la vacunación deben recibir el apoyo de todos los dominicanos.

 

Por Leonelo E Bautista, MD, DrPH

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