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19 de abril 2024
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OpiniónNelson J MedinaNelson J Medina

El peligro de olvidar II

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República Dominicana: En nuestra primera entrega refrescamos la memoria de acontecimientos mundiales que dejaron una huella amarga, que de no ser recordados pudiesen repetirse.

En lo que concierne a nuestro país, no estuvimos exento de sucesos lamentables razón por la cual aprovecho para refrescar la memoria colectiva.

Luego de conquistar un desarrollo institucional nunca antes visto, que nos legó una Estado mucho mas moderno; y de grandes cambios en infraestructura, tecnología, estabilidad macroeconómica, el país padeció la más severa de las crisis financieras tenidas. De sólo recordarla, la taquicardia invade nuestro cuerpo; pero vale la pena recordarlo, para no repetir esa historia.

Al momento de esa crisis yo no pasaba de los trece años de edad. Recuerdo perfectamente los titulares de los periódicos, comentarios y opiniones que escuchaba de parte de mis mayores y en la radio y la televisión. Era todo una catástrofe económica que perjudicó poderosamente a todos los sectores de la sociedad.

La tasa de desempleo se elevó considerablemente hasta llegar a más del 19.4%. El Producto Interno Bruto caía como hoja de un árbol en primavera, promediando un descenso de un 2.9% anual. La inflación superaba el 40% para el 2003, impactando negativamente el poder adquisitivo de la población, sobre todo los sectores mas vulnerables como la clase trabajadora.

La deuda pública se incrementó drásticamente más de un 40.2%, dejando el país en una escalada regresiva. Nuestra moneda se desvaluó como nunca antes se había visto, cotizándose a cincuenta y siete pesos dominicanos por un dólar. Varios Bancos quebraron. Gran cantidad de negocios cerraron sus puertas, echando a la calle a miles de trabajadores. El sector salud se vio completamente enfermo por la precaria administración y la falta de voluntad. La criminalidad desenfrenada se apoderó por completo de las ciudades más importantes. La balanza de pagos se alteró intentando igualar la altura del pico Duarte. El irrespeto a las leyes era común y se manifestaba desde quien gozaba de ser el primero de sus iguales, hasta los áulicos del mismo. El abuso de poder era constante, y la libertad de expresión no era más que simple quimera.

Los grandes casos de corrupción eran protagonizados por personas que hoy siguen siendo «prestigiosas figuras de la sociedad», como si el alzhéimer se ha apoderado de nuestra memoria haciéndonos olvidar, mientras las elites siguen permitiendo que ello ocurra.

Era como si el apocalipsis que se relata en los textos sagrados recién comenzaba para los dominicanos. Fue una pesadilla la que nos tocó vivir y que no debemos olvidar.

Tratamiento del trastorno: el nuevo camino

Como siempre hemos se ha dicho, «Dios aprieta, pero no ahorca»; por ello nos ayudo ha encontrar un tratamiento útil, no solo para prevenir y tratar la pérdida de la memoria, sino también, para salir de aquella pesada crisis que nos azotó a inicios del presente siglo.

En el año 2004, más del 57% de la población se expresó diciendo que ya no deseaba seguir ese camino de incertidumbre. Se recuperó la confianza perdida. La esperanza encontró su horizonte, porque Dios puso la nación en un camino diferente al que transitaba hasta entonces.

La estabilidad económica regresó. Se respiraban aires de esperanzas, en un contexto de democracia participativa. El desarrollo tomó su curso hacia lo inalterable; el desempleo bajo a un 14%, se retomaron grandes obras de infraestructura en diversos sectores de la economía. La modernización del Estado retomó el curso iniciado a finales del siglo pasado.

Para el año 2006 el país se encontraba en franca recuperación. Para el 2012 ya nos encontrábamos posicionado dentro de los países con uno de los índices de crecimiento mas estable de la región de América Latina, según la revista The Economist, el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial. En la actualidad ese camino recorrido se fortalece a pasos firmes

Pero lo extraño es que a pesar de lo logrado, en los últimos años muchos dominicanos parece ser que cayeron en el terrible padecimiento de alzhéimer, olvidando lo ocurrido a principio de siglo; pero de nuevo, por mas que el diablo quiso intentar, Dios estaba al acecho para evitar que no volviésemos a padecer la pesadilla. Al final, continuamos el camino de la estabilidad, aunque hoy en día con desafíos y retos necesarios de superar.

El extinto Copríncipe de Andorra Napoleón Bonaparte manifestó una vez lo siguiente: “El pueblo que no conoce su historia, está condenado a repetirla”. Y es por darle valor a esa frase que traemos estas reflexiones a colación, de suerte que evitemos que el alzhéimer se apodere de nosotros, haciéndole un estímulo a la memoria.

 

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