El poder a veces hace pensar a los hombres que son infalibles, y que tienen para sí la facultad del que todo lo puede, y obvian los procedimientos, y el debido proceso de las cosas, echando a un lado las reglas, y con las llaves en las manos rompen las cerraduras y derriban las puertas, y contaminan las buenas intenciones, que quizás impulsan su proceder, dando paso a las conjeturas y especulaciones, alimentando el morbo de los incrédulos, las dudas de los sensatos y el asombro de los súbditos, que sólo se atreven a comentar en voz baja.
Y en el murmurar de los hechos, todos tienen su verdad, y ahí se complica la cosa, han encerrado lo correcto, entre comillas, aprobando contratos abiertos grado a grado, sin licitación alguna, alegando falta de tiempo y enarbolando méritos y esfuerzos de los beneficiarios,
a los que por cierto nadie o muy pocos objetan, pero se olvidaron de un detalle, que San Cristóbal, aunque a veces lo parece, como dice la canción la 40, del poeta Francisco Gorrindo, aun no corre el riesgo de que lo bauticen Gil, porque aquí, gracias a Dios, todavía, hay mucha gente que piensa.
Lo sensato, después de lo vivido, es apostar a la transparencia, que a la postre siempre será un mejor negocio. Bendiciones.