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19 de abril 2024
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OpiniónFranklin Almeyda RancierFranklin Almeyda Rancier

El liderazgo de la moral

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En uno de esos viajes acompañando al profesor Bosch, entrando a un pueblo del interior, pidió detener el vehículo en una esquina donde había una persona en la puerta de un colmado, por no saberse la localización exacta de la casa que se buscaba, le preguntó ¿Joven dónde vive (dijo el nombre)? La persona le dijo, señalando con su índice derecho, «ahí, en esa casa cercana».

En ese momento el vehículo reanudó su movimiento, al momento en que del colmado salía alguien rápido y a alta voz decía «ese es Juan Bosch, Juan Bosch», repetía; fue entonces cuando reaccionó el que estaba parado. Bosch comentó «el que estaba en la puerta no me reconoció porque no se imagina que ande en un carro cepillo».

Efectivamente, para el pueblo llano todo el que es importante es rico. Necesariamente no es así, si ser rico se asocia al dinero. Bosch fue afortunado y dejó un legado moral e histórico envidiable, pero no tuvo nunca dinero; tampoco le interesó el dinero.

 

Él fue la encarnación del liderazgo de la moralidad. La moralidad no es un decir, es una conducta. Los que tienen carencias, en sociedades como la nuestra, «se la buscan»; esa expresión se ha acuñado en nuestro medio como el que inagotablemente busca sobrevivir y para eso «hace cualquier cosa».

 

Sin embargo, esas personas saben con quiénes «buscársela» y con quiénes no. Como una cultura de «sobrevivencia» saben a quién pedirle y a quien no. Diferencian las conductas de los dirigentes y figuras importantes. Si no ha robado, los «Pica Pica» dicen ese es un «ladrillo, no suelta grasa». A los abundantes con dinero ajeno, los presionan.

 

Esa diferenciación también se hace en los grandes partidos. Los líderes y dirigentes con conductas adecuadas tienen hoy mucha fuerza moral. Son los llamados a trazar una línea de comportamiento para la recuperación y adecentamiento de los partidos. Los mismos integrantes partidarios que desviaron sus pasos, para no perderlo todo, buscan, quieren ese liderazgo de la moral; no se trata de «moralismo» ni de «doble moral». Se trata de hacer predominar valores necesarios.

«Cada cual atrae de acuerdo a su conducta». La conducta es ejemplar o desfigurada; una y otra se cultiva paso a paso, con lo que se hace a diario. Aquel que cree que los demás no ven su conducta, se equivoca. Eso huele como la flor o es fétida. Para una u otra cosa, no hay que hacer mucho esfuerzo, solo mantener una conducta que se convierta en hábito.

El PLD requiere adecentarse, con el liderazgo de la moral. Confieso haber sentido vergüenza propia, cuando leí el editorial de El Nuevo Diario, de la pluma de su Director Persio Maldonado, titulado «Exorcismo social». Por razones de espacio, los dos primeros párrafos:

«Quizás el Partido de la Liberación Dominicana (PLD) se ha blindado tanto que se hace difícil frenar sus propios vicios y generar cambios. Ha estado tan solo que todo se lo ha permitido. Ha perdido su sentido autocrítico.

Ha estado dándose patadas a sí mismo en muchos sentidos. La organización es un cuerpo grande sin dinamismo. Se ha reducido a una maquinaria electoral, perdiendo capacidad de renovación. Está repitiendo las mismas prácticas viciosas que dañaron a sus oponentes tradicionales, el PRD y el PRSC».

 

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