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24 de abril 2024
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OpiniónRolando RoblesRolando Robles

El lado pecaminoso de la Semana Santa

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Aunque hace tiempo que quería hablar de esta realidad que ya nadie se atreve a ignorar, no ha sido hasta esta Semana Santa 2018, que logré reunir la fuerza de voluntad para escribir con cierta certeza, sobre una costumbre que ya a nadie le interesa reivindicar. Ni en el aspecto religioso, ni mucho menos en el sentido social; porque ha llovido mucho desde la quema del último “judas”.

Es que a los judas modernos ya no los quemamos; por el contrario, los perdonamos y hasta los emulamos. Es mas, me atrevo a decir que la traición dejó de ser una afrenta para la familia y pasó a formar parte del decálogo de armas convencionales, de todo político activo. Especialmente después de habernos leído Las 48 leyes del poder.

Esta obra la escribió Robert Greene, un muchacho americano de origen judío, que se desempeñaba -con bastante éxito- como guionista y escritor de Hollywood. Salió en 1998 y se convirtió en “best seller”; en Santo Domingo era el libro por excelencia a regalar pues, le gustaba tanto a los que estaban en el poder, como a los que vendrían dos años mas tarde. Personalmente la considero como parte de la “literatura chatarra” de todos los tiempos.

Volviendo al tema propuesto, les cuento que hablé con mis amigas doña Carmen Duval Ferrer, capitaleña y doña Eva Hernández Badía, de Las Guásumas, Moca, y sus testimonios nos revelan lo mucho que ha cambiado el ambiente popular en la Semana Mayor.

Lo primero es que ya no hay recogimiento sino, esparcimiento y batahola al máximo. Se hace de todo, menos ir a la iglesia, aunque el clero católico, aún mantiene un activismo relativo y se hacen los servicios especiales en los templos, y hasta se celebran las tradicionales procesiones. Claro, solo participan los adultos de la tercera edad; y si solamente los muy fieles.

Me recuerdan mis contertulias, que lo único aceptable como “acompaña” o “metura” en Viernes Santo era el pescado, porque consumir carne roja era pecado. Y poniendo de lado la costumbre popular de nuestra gente, de no pronunciar las eses, encontramos en este trabalenguas, talvez, la explicación primaria del divorcio entre la antigua solemnidad de la Semana Santa y el gusto popular actual.

El tío de Eva ayunaba y no hablaba hasta que “todo estuviera consumado”, es decir cuando Cristo era bajado de la cruz. Tan bien se ocupaba de buscar una cántara de agua del manantial cercano, que desde luego, era considerada “bendita”, por la firmeza de fe del respetado anciano.

Por su parte, mi amiga Eva, junto a las otras muchachas de entonces, se ocupaban el jueves de desgranar los gandules, guayar el coco, majar el ajo y hacer todas las labores preparatorias de la cocina; porque el viernes se cocinaba en silencio y solo se salía del bohío para llevarle ese plato de comida a los vecinos y amigos mas queridos. Cada vecino por su parte, devolvía el cumplido con la misma solemnidad e incluía las sabrosas habichuelas con dulce, un agasajo al paladar de grandes y chicos.

Carmen, que era citadina, recuerda que no se daban “pelas” a los muchachos malcriados el viernes, solo se llegaba a un “jalón de orejas” que se debía soportar sin chistar, y a la amenaza de “tú verás mañana” que se hacía con las manos, pero que por lo general quedaba en el olvido. No se permitía ni llorar siquiera, porque a Jesús “le dolía la cabeza”.

Apunta mi amiga de Villa Consuelo, que a Judas lo quemaban una vez, el sábado a la diez de la mañana, pero que luego, con las reformas litúrgicas de Pío XII -que ella no recuerda exactamente cuándo sucedieron- lo cambiaron para el domingo, y el sábado pasó de “sábado de gloria” a simple “sábado santo”.

ememora Carmen con nostalgias que, entonar ese corillo de “Judas, Judas, Judas es, ¿a qué hora lo queman? A la diez”, lo atesora como uno de los grandes momentos de felicidad de su niñez, o talvez de su juventud.

Creencias populares que ya no se creen

  • Las matas de Piñón botaban sangre en lugar de leche al herirlas
  • Si te bañabas en un río te podías “volver un peje”
  • Los que practicaran sexo el Viernes Santo se podían quedar pegados

 

Prácticas que todavía se mantienen

  • En Santo Domingo se hace la visita a siete iglesias, en alusión a las “siete palabras” pronunciadas por Jesús desde la cruz
  • Las campanas no repican hasta el Domingo de Resurrección
  • Las imágenes en las iglesias se cubren con un manto morado o negro
  • La TV se mantiene muy sobria, por lo menos en Viernes Santo.

Un factor que ha contribuido a la pérdida de terreno e influencias de la aún poderosa Iglesia Católica Romana en la población urbana y que se observa en las celebraciones de la Semana Mayor, ha sido el avance de las sectas religiosas protestantes que, en los últimos 50 años han pasado de ser un exiguo 5%, hasta cerca del 30% de los fieles activos al día de hoy.

Pero el aumento de los llamados “evangélicos”, no es la causa principal del abandono de la parsimonia propia de las celebraciones católicas. Los motivos hay que buscarlos en el resquebrajamiento y la descomposición de la escala de valores de la población que, como es lógico, habrían de iniciarse por las costumbres primarias, como lo es la religión.

Nuestros muchachos se fueron desconectando de la idea divina; y los hábitos caseros, esas reglas íntimas presentes en cada hogar nuestro, siguieron el resbalón natural que conlleva la pérdida del miedo a Dios, sin contar con un código moral y ético.

De ahí en adelante, pisamos “tierra de nadie”. Y no es que creer en Dios sea imprescindible para ser un buen ser humano, pero está visto que cuando menos, sirve de muro de contención para nuestros muchachos en la etapa de la autodefinición; esos tiempos en que decimos que, “están en el desarrollo”.

Esperé a que pasara la Pascua de Resurrección para publicar estas notas, porque siento que es algo que les debía a mis hijos que, aunque yo no los formé en la creencia religiosa sino sus madres, estoy mas que feliz porque ellos aceptan la fe como norma de vida. Ellos no son católicos mayormente y saben que yo no le temo a Dios, pero que sí lo respeto.

¡Vivimos, seguimos disparando!

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