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24 de abril 2024
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OpiniónFrancisco Rafael GuzmánFrancisco Rafael Guzmán

El insólito mundo en el que vivimos

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Este mundo en el que vivimos se torna cada vez más insólito. El cambio climático es algo que amerita una rápida respuesta para salvar planeta, para que la vida en general no desaparezca de su faz, pero sobre todo la vida humana, aunque para esto último hay que  respetar los espacios habitables de las demás especies; si no actuamos así, lo que vamos a tener es una guerra en los ecosistemas que ya comienza a verse y las enfermedades denominadas zoonosis que van a socavar con la existencia de la especie humana. Las sequias es uno de los grandes problemas que está azotando la vida humana, al igual que las inundaciones y el azolvamiento de los cauces de los ríos; sin embargo, la desidia en las acciones ecológicas por parte de los Estados, como si no se tratara de una urgencia para salvarnos porque vamos a hundirnos y la vida va rumbo al colapso.

El Estado neoliberal, la sociedad política bajo el modelo neoliberal de capitalismo salvaje,  se cruza de brazos y no actúa. Se pretende apelar a las empresas privadas, se plantea que ellas protegen el medio ambiente, nada más mendaz que semejantes afirmaciones, porque las empresas privadas son entidades con fines de lucro, aunque algunas para cubrir las apariencias se encargan de apadrinar algo en la protección del medio ambiente, pero eso no resuelve los problemas ambientales. No podemos dar pábulos a la creencia de que las empresas privadas, mucho menos las grandes empresas privadas, dan solución a los problemas del medio ambiente. Verbigracia, las megas granjas avícolas son las grandes responsables en el Sudeste Asiático de la eclosión de la gripe aviar a principios del milenio, la cual se creyó que se convertiría en una pandemia.

Mientras esto pasa, se está desincentivando por parte de Estados cultivar tierras que han sido de cultivo, algo completamente insólito, lo que va aparentemente a provocar escasez. Es posible que sea para quitar subsidios y los gobiernos desentenderse de estos, pero además podría ser para que los precios suban obedeciendo de algún modo a la ley del valor en la economía política, pero la consecuencia es cruel. A esto se agregan las iniciativas y acuerdos de países que hoy día son potencias, algunos de los cuales  son tales desde hace más de un siglo, para formar bloques militares. Se ve hoy día un resurgimiento del militarismo y el armamentismo, algo semejante a lo que ocurría en la coyuntura previa a la Primera Guerra Mundial.

Se piensa en armamentos mientras no se habla de la desigualdad social, por parte de los Estados o gobiernos, mientras se habla de las grandes inversiones de las empresas privadas que pagan salarios de miseria, inversiones que provocan grandes daños en los ecosistemas. Esto sobre todo pasa con las empresas extractivas de minerales y las empresas del ramo de la construcción. Todo esto da cuenta de que el capitalismo no tiene salida, significa que el capitalismo tiene que ser destruido como sistema si de salvar la vida se trata.

Hace varias décadas, con las multinacionales y las empresas de zonas francas, empresas de países desarrollados trasladaban sus plantas industriales  hacia países menos desarrollados en busca de la mano de obra barata. Una de las primeras empresas industriales en trasladar sus plantas industriales desde un país desarrollado hacia países menos desarrollados, posiblemente la primera que lo hizo, fue la industria automotriz alemana Volkswagen, que trasladó en el 1976 sus plantas hacia Brasil y México. Hace ya más de una década industrias textiles, confecciones y de cosméticos han sido trasladas desde Estados Unidos hacia otros países subdesarrollados en la búsqueda de la mano de obra barata.

Esto trajo consecuencia el aumento de la pobreza, reducción de calidad de muchos productos o la desaparición de algunas variedades de productos. La calidad de los tejidos, confecciones y de los calzados ha mermado, pero además la industria de la porcelana desapareció. Sobre estas cosas deberían reflexionar nuestros economistas, sobre la reducción de la calidad del producto. Algunas materias primas han sido sustituidas por otras en la elaboración total o parcial de los productos, como por ejemplo, el uso de la piel en la elaboración de las plataformas de los calzados. La sustitución del hierro por la fibra de vidrio en una gran parte de la carrocería de los automóviles y uso de tubos de PVC en lugar de tubería de metal en los acueductos.

Todo esto conlleva a un deterioro de los ecosistemas, porque la vida útil del producto  es menor con materiales sintéticos pero además no son biodegradables.  El papel se está escaseando con la desaparición de los bosques, por eso las publicaciones impresas en papel, más que por la tecnología digital, tienden a ser más escasas. Hasta cierto punto, si de evitar la desaparición de bosques y la evitar la deforestación se trata, no estaría mal. Ahora bien, el papel puede ser elaborado de una gramínea como la caña de azúcar  y se evitaría talar árboles. No podemos tener un parque de vehículos insoportables para que la industria automotriz llene sus arcas. La contaminación acústica, la polución y el calentamiento son inaguantables. El mundo no puede seguir así, con más de 1,000 millones de automóviles circulando, con la desaparición de formaciones geomorfológicas y de cauces de ríos que se llevaron millones de años. Ahora bien, el capitalismo no tiene salida debe ser destruido, por lo menos ya no se resiste el neoliberalismo, ni el abuso y la existencia de las grandes empresas y el capital financiero. Hay que evitar la hecatombe.

Por Francisco Rafael Guzmán F.

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