El gran problema de la democracia ha sido que ha permitido que la riqueza se aloje en muy pocas manos. Así ha sido en todo el mundo, aunque en los países en desarrollo esa diferencia resulta mucho más vergonzosa y aberrante.
Esa realidad lleva consigo otra verdad y es que el enriquecimiento por lo regular implica prácticas irregulares en contra de la gran mayoría, aunque muchas de ellas quedan instituidas legalmente.
La desigualdad es creciente en el mundo y es una gran amenaza para la democracia, pese a que es el modelo más aceptado para gobernar, aunque asumiendo las imperfecciones regionales.
Muy pocos tienen demasiado y la gran mayoría demasiado poco, así como muy pocos plantean solución al problema.