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19 de abril 2024
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OpiniónRaúl Mejía SantosRaúl Mejía Santos

El genocida de Moscú 

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Vladimir Vladimirovich Putin desató un conflicto armado que pocos imaginamos unas semanas atrás. Bien pensamos que los esfuerzos de la diplomacia occidental, más la advertencia de imponer sanciones económicas a Rusia, darían resultado y evitarían una guerra genocida contra Ucrania, su vecino fronterizo inmediato. Nos equivocamos.

¿Por qué genocida? La superioridad militar rusa, país con el armamento nuclear más grande del mundo, no compara con la escasa y anticuada capacidad bélica del pueblo ucraniano. A fin de cuentas, al colapso de la Unión Soviética los ucranianos entregaron su armamento nuclear a los rusos a cambio del reconocimiento de su independencia y soberanía nacional. Ese fue el trato, solo Rusia sería el país con esa capacidad al momento de desintegrarse la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.

Aunque Ucrania se defiende con mucha valentía desde el inicio del conflicto, utilizando armas donadas por países vecinos miembros de la OTAN, los sofisticados armamentos del ejército ruso se le vienen encima. La escalada militar de Moscú ha sido gradual, siendo la primera ola de invasión jóvenes conscriptos con poca experiencia que allanan el camino para el resto de las fuerzas que aún aguardan órdenes en las afueras de grandes centros urbanos de Ucrania, al sur en Crimea y al norte en la frontera con Bielorrusia.

Rusia no cuenta con una economía de gran envergadura mundial, sus exportaciones se limitan mayormente a gas natural, petróleo proveniente de Siberia y vodka para embriagarnos a todos en occidente. Aunque esa sea la realidad, los rusos mantienen una influencia global porque cuentan con la fuerza militar capaz de poner al mundo en jaque.

La caída del muro de Berlín precipitó el fin de la influencia política rusa en toda Europa Oriental, pero la amenaza militar quedó intacta. Concluida la Segunda Guerra Mundial en 1945, la carrera armamentista entre potencias rivales se agudizó provocando una desenfrenada y costosa acumulación de armas de destrucción masiva que no se podía sostener. La proliferación de tecnología militar nuclear mantuvo al mundo preocupado desde aquella época.

El arsenal nuclear ruso supera al de otros países industrializados, incluyendo a países como Estados Unidos, Francia e Inglaterra. Los servicios de inteligencia calculan un aproximado de 6,500 ojivas nucleares, que pueden ser precipitadas sobre cualquier punto geográfico del mundo en proyectiles balísticos, o a corta distancia en misiles de crucero lanzados desde aviones y submarinos.

Más aún, la Doctrina Gerasimov, ideada por el jefe de las fuerzas militares conjuntas rusas el general Valery Germasimov, hombre cercano al presidente Putin, contempla como estrategia de guerra continua contra países rivales, o enemigos, tres tácticas importantes:

  • En tiempos de paz incrementar esfuerzos para desestabilizar los sistemas políticos occidentales utilizando redes sociales, medios de comunicación, ataques cibernéticos y cuando se presente oportunidad financiar candidatos políticos de países aliados que asumen un discurso favorable, igual posiciones simpáticas, a las aspiraciones del Kremlin

  • Segundo, en un escenario de guerra las fuerzas militares rusas no deben distinguir entre un blanco civil o militar; atacar a civiles precipita una rendición rápida del enemigo, a pesar de la reacción de la opinión pública mundial en condena a flagrantes violaciones a los derechos humanos de la población en el país ocupado

  • Además, utilizar  armas nucleares de poca, o alta intensidad, en un conflicto convencional no se descarta, aunque implique a la vez la destrucción de la propia Rusia.

    El presidente Putin no se contiene en Ucrania, sabe lo que significa seguir escalando el conflicto y parece asumir el riesgo con tal de frenar la desventaja geopolítica ante una injustificada y mal intencionada expansión de la OTAN.

 Las pérdidas humanas siguen acumulándose, provocando un posible escenario genocida en Europa. El uso de armas mortíferas ya han sido empleadas en Ucrania y la amenaza nuclear está ahí presente. El mundo se estremece y aguarda la próxima movida del genocida de Moscú.

Por Raúl Mejía Santos

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