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19 de abril 2024
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OpiniónFrancisco Rafael GuzmánFrancisco Rafael Guzmán

El antes y el después: El coronavirus que cambiara el mundo

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Hace medio siglo exactamente, cuando se celebró en Santiago de los Caballeros el llamado: Primer Festival Santiago de la Voz, fue interpretada una canción que tenía en sus letras la frase “Habrá un nuevo mundo”. No puedo estar seguro de que fue la hoy artista Ángela Carrasco (Angelita Carrasco) la intérprete de la misma. La verdad es que lo que ha traído el coronavirus me lleva a decir que habrá un nuevo mundo, porque estoy seguro que si el virus no barre con casi toda la humanidad o con toda ella, lo que pienso que no va a suceder, habrá un nuevo mundo. Ese nuevo mundo no será en esta época el mundo del socialismo, ya que  el estado  actual de la conciencia social demuestra que esta ha sido regresiva y estamos peor en términos de conciencia social que como estábamos al terminar la Segunda Guerra Mundial, con la excepción de la conciencia social de género, pero no el tipo especifico de ella para propiciar el cambio revolucionario en las relaciones sociales de producción.

Ese nuevo mundo será el del Estado del bienestar con la derrota del neoliberalismo y de la hegemonía del capital financiero en el mundo. Según el modesto entender de quien escribe este artículo, nos acercamos o nos abocamos aun cambio en la sociedad, a escala planetaria, en que el Estado tendrá que asumir grandes roles en cada país, ya que el coronavirus ha puesto al desnudo el modelo neoliberal. Se ha puesto en evidencia la incapacidad y la no viabilidad del modelo neoliberal, ya que hoy más que nunca se sabe que lo único que genera es un estado de malestar en la sociedad: Inflación, hiperinflación, aumento de la deuda de los gobiernos, corrupción, estanflación, devaluación de la moneda, privatización de servicios en manos del Estado, privatización de la salud, pobreza absoluta, pobreza relativa, crimen organizado y narco tráfico.

La génesis  del modelo neoliberal y de la globalización capitalista con la cual se pone su diadema dicho modelo de la economía en la sociedad, cuyo reinado está tocando su fin, hay que buscar en el primer lustro de la década de 1970, cuando se disparan los precios del petróleo. Las ganancias extraordinarias de los países árabes, los cuales depositaron en grandes bancos europeos y norteamericanos una parte de los más 179,000 millones de dólares de superávits en más o menos un lustro, lo que provoco una gran masa monetaria por capital pasivo.

Los bancos grandes querían ganar dinero, en parte prestando dinero que no era de ellos, pero los países subdesarrollados no exportadores de petróleo en el umbral de la década de 1980 se habían endeudado por 190,000 millones de dólares,  como consecuencia del estancamiento de los precios de sus productos exportables y del alza de sus facturas petroleras. Los países industrializados no tenían suficientes mercados para sus productos, ya entrada la década del 80, lo que significaba crisis de sobreproducción al no estar abiertas las importaciones en la mayoría de los países del mundo. Solo tomando dinero prestado al FMI  a bajos intereses, para pagar interés vencidos y amortizar el capital de la deuda, poniendo en práctica las exigencias de esa entidad financiera internacional, podían pagarles a los bancos y seguir tomando dinero prestado a estos y pagarles de nuevo. Esto garantizaba al capital financiero ganancias, pero los Estados dejaron de ser lo que hasta entonces habían sido: dejaron de controlar los precios, dejaron de tener el control en la venta de la moneda extranjera y redujeron el gasto en algunos servicios sociales.  En poco tiempo se abrieron importaciones por escasez de algunos productos, al cerrarse algunas empresas que no podían comprar materias primas importadas con el dólar caro frente a la moneda local.

Para los que creen tanto en la globalización capitalista, o los que la ven como ineluctable, aunque no creo en la xenofobia, la globalización capitalista o socialista es viable si respeta la diversidad cultural, lo que no está ocurriendo con la globalización, instaurada por el capitalismo bajo el modelo neoliberal hegemónico. Nada más hay que pensar en la violencia interétnica con la gran  explosión  de los procesos migratorios y la expansión del turismo. Los atentados terroristas, el crimen organizado exportado internacionalmente con la política de cielos abiertos para que todo el mundo pueda pasar por los aeropuertos, mejor dicho todo el que pueda comprar un boleto de avión y quiera viajar. Además, con la expansión de los procesos migratorios ha aumentado la violencia de género,  al separarse los miembros de las parejas por conveniencias económicas lo que luego puede generar tensiones. Los migrantes pueden sentirse discriminados por los criollos en el país donde emigran y a veces son discriminados, lo que a menudo degenera en violencia.

La migraciones internacionales masivas bajo el capitalismo, con la política neoliberal de cielos abiertos, facilita la explotación de una mano de obra extranjera barata, pagando salarios más bajos a los migrantes, lo que puede provocar la xenofobia en los criollos que se pueden sentir desplazados y el odio étnico en los migrantes que se sienten discriminados con los bajos salarios.

El mundo no  puede seguir basándose en una economía de servicios, donde el turismo  que paga bajos salarios y no genera productos (bienes) es el principal pilar de la economía, por el contrario provoca otros problemas: aumento de las enfermedades, el narcotráfico y el crimen organizado, aunque las vacaciones y el descanso son necesarios.

El modelo neoliberal arruina nuestro sistema de salud publica, al reducir casi todos los servicios médicos a servicios privados. Hoy vemos que casi no hay asistencia  a los posibles contagiados del coronavirus, por lo menos para los más pobres, con lo costosa de las pruebas a los posibles infectados de dicho virus y la población se sigue contagiando.

Ese modelo todavía vigente provoco y provoca una inflación en los precios en el mercado, unas veces controlada y otras veces no, lo que provoca descenso en la calidad de vida y hasta indigencia en algunos sectores de la población. Esto vino porque el Estado perdió roles al darse la reforma política con las medidas impuestas por el FMI, al negociarse la deuda, lo que provoco cierre de empresas y desempleos, migraciones masivas de ciudadanos desde países menos desarrollados a los mas desarrollados. Esto último puede afectar la estructura familiar si emigra un solo miembro de la pareja matrimonial, pudiendo aumentar tasa de divorcios entre los migrantes.

Lo que en el mundo, si una gran parte de la humanidad se salva de la muerte por coronavirus, no es el mundo del tigueraje de que nos hablaba el profesor Miranda (Economía de la UASD) hace casi treinta años, para ese entonces eso era inevitable, pero ahora lo que va es un mundo ordenado,  menos desigual y mas justo. Es un mundo donde el Estado regule, ya que hay evidencia de que la economía no puede seguir desregulada.  Un mundo sin paraísos fiscales, sin ARS y AFP privadas, con controles de precios, controles en importación de vehículos y los bancos en manos del Estado. Ese sería un Estado de bienestar y hacia él debe enrumbarse la humanidad, los efectos de la pandemia del coronavirus así lo pone en evidencia.

La dimensión del problema de la pandemia es tan grande que le pone la cabeza grande  cualquiera. Sin embargo, hay políticos (mejor dicho politiqueros) de la oposición y del gobierno que al parecer viven de la política y han acumulado grandes fortunas y hablan de que las elecciones deben ser en mayo, como si en el mundo entero no estuviera pasando nada. Esos parece que creen que todo va a seguir igual. Yo creo que se equivocan medio a medio, porque creo que no va ser así y lo veremos si sobrevivimos.

El coronavirus no es el sueño del Faraón Ramsés II de las  vacas flacas y las vacas gordas, que el adivino le dijo que una época de sequía y escasez y otra de lluvia y abundancia, lo que debe evocarnos. Lo que el coronavirus debe evocarnos es la plaga de langosta  que destruiría a países y reinos, según el dogma de las sagradas escrituras.

El antes y el después: El coronavirus que cambiara el mundo. Antes del coronavirus el mundo estaba patas arriba, como lo dice Galeano, porque lo curvo aparece como recto y viceversa, un mundo desordenado, lo que nos trajeron el modelo neoliberal y la globalización capitalista y durante los efectos de la pandemia tenemos un mundo desordenado, pero ponen evidencia que no puede seguir así el mundo. Después de la pandemia tiene que haber Estado de Bienestar y antes de que la pandemia termine debe asomo del Estado de bienestar. El mundo cambiara: Habrá un nuevo mundo. Hay un antes y un Después.

Por Francisco Rafael Guzman F.

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