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24 de abril 2024
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OpiniónMiguel ColladoMiguel Collado

Efeméride literaria importante: a 123 años del fallecimiento de Salome Ureña de Henríquez

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Cuenta el insigne hombre de letras Max Henríquez Ureña que en el 22 de diciembre de 1878 «La Sociedad Amigos del País galardona a la poetisa Salomé Ureña con una medalla de oro que lleva esta inscripción: “La Patria a Salomé Ureña”». Lo dice en su obra Mi padre. Perfil biográfico de Francisco Henríquez y Carvajal.(1)

Esa medalla de oro le fue otorgada a Salomé por iniciativa de Francisco Henríquez y Carvajal. Sus nietos Hernán y Leonardo Henríquez Lora, hijos de Max, la donarían después al Museo Nacional de Historia y Geografía, en la ciudad de Santo Domingo.

El ilustre patriota Henríquez y Carvajal, a propósito de ese homenaje a la ejemplar educadora, escribe su texto «Salomé Ureña ante la patria», cuando todavía él y la eximia poetisa no habían contraído matrimonio, lo cual harían el día 11 de febrero de 1880.

Con motivo del 123 años del fallecimiento de la ejemplar educadora y gran colaboradora y amiga del apóstol antillano Eugenio María de Hostos —nacida en Santo Domingo el 21 de octubre de 1850, expiró el 6 de marzo de 1897—, transcribimos  dicho escrito, valioso documento que revela la profunda admiración de Francisco Henríquez y Carvajal hacia la que, luego, habría de ser su esposa:

SALOME UREñA ANTE LA PATRIA(2)

Por Francisco Henríquez y Carvajal

«No son por cierto los trastornos políticos una barrera insuperable para el progreso material e intelectual de una nación, aunque en mucho contribuyan a encerrarle en estrechísimos limites. Santo Domingo, a pesar de su continuo malestar a causa de los lamentables acontecimientos que hasta ahora han venido operándose, cumple la ley de las sociedades actuales; progresa, aunque paulatinamente. Lo de suma importancia es, pues, acelerar, por cuantos medios sea posible, ese progreso tan suspirado por todos los que verdaderamente anhelan el bienestar y engrandecimiento de la República.

»La Sociedad Literaria “Amigos del País” acaba de hacer un llamamiento general a todos los patriotas, a todos los que aman la virtud, a todos los que rinden tributos de admiración al genio, a todos los que se enorgullecen con las glorias de la Nación, para que acudan solícitos a dar una prueba evidente de tan honrosas cualidades contribuyendo gustosos al homenaje  que

en nombre de la Patria ha dispuesto tributar a la eminente poetisa dominicana, la señorita Salome Ureña.

»En duda nadie pondrá los altos méritos de tan digna joven. Convencidos estamos de que tales honores le son debidos, y un pueblo que siempre ha tenido justo orgullo por todo lo que le honra, imposible es que mire con indiferencia hoy lo que atañe a su grandeza.

»Todas las naciones han honrado y honran a sus grandes figuras, porque tal es el único camino por donde pueden distinguirse. Nada más noble ni más lleno de justicia, que aquella célebre frase que la Convención francesa tenía consagrada a la memoria de los hombres esforzados de la República. Y así, Santo Domingo por desgracia sería el único pueblo que permaneciera insensible a sus propias glorias. Es necesario que ya pensemos en elevar el rango que les corresponde a cuantos han hecho y hacen preclaro el nombre de la patria, con el lustre de sus propios nombres. Es necesario que la virtud sea alabada, que el valor luzca sus galardones y que el saber y el genio sean coronados con los laureles que en el campo de las letras han llegado a conquistar. Cuando la propaganda por las grandes ideas por todos los puntos de la República, y que nadie permanezca sordo ni mudo a la voz de los que la hacen, para escuchar y responder al llamamiento noble que el patriotismo con entusiasmo les dirige. Convénzanse todos de que las grandes empresas, de cualquier carácter que sean, llevan a la Nación al elevado puesto que entre las más civilizadas para su propia honra ha de ocupar; y así daremos término cierto a la fatal desidia en que esta hasta ahora más o menos hemos permanecido.

»La República rescato del seno del olvido en que se hallaban, las venerandas cenizas del héroe que fundó la República, proclamando la independencia de nuestro suelo; pero otro prócer de tan célebre cruzada duerme en el olvido aún, en la humilde tumba que un suelo extraño le brindó cuando lleno de angustia, abandonado de sus conciudadanos, lamentando siempre los infortunios de su Patria, sin recordar los suyos propios, lejos de ésta bajé al sepulcro, extinguiéndose en su corazón los nobles sentimientos que le animaban, al mismo tiempo que se extinguía la vida. Pero uno de nuestros mejores poetas, a quien el país no podía librar de la desgracia, a causa del profundo abatimiento a que había reducido el despotismo, dejó sus poesías para honra y prez de la literatura patria, y aún no se han publicado. Pero acaba de morir don Ulises Francisco Espaillat, el hombre puro, en medio de todas las corrupciones; el ciudadano justo, en medio de todas las injusticias; el austero, en medio de todas las puerilidades; el impasible, a pesar de la corriente opuesta de las ambiciones; el virtuoso, a pesar de las numerosas pendientes del vicio; el invulnerable, a pesar de los repetidos ataques de la ignorancia y mala fe de los pequeños, acaba de morir, decimos, y si la indiferencia predomina puede caberle la misma suerte. Y así otros tantos que están llamados a formar la digna cohorte de nuestras grandes figuras.

»Convencida de esas verdades y apoyada en esas razones, la Sociedad Amigos del País ha dispuesto dedicar una medalla de honor** a la señorita Salome Ureña en nombre de la Patria, como prueba de admiración, como prenda de gratitud, como gaje de simpatías, y para comunicar así un impulso más al progreso de la literatura, que por desgracia tan poco se cultiva en este suelo.

»¡Oh Patria! ¡Oh Quisqueya! Escucha conmovida los acentos con que esa voz llena de encantos a ti te habla, e inclinarás la frente ante la nobleza del genio que llora tus desgracias, que canta tus victorias, y que abriga tan risueñas esperanzas por tu bienestar y engrandecimiento. ¿Quién jamás, en tan corta edad, levantó el acento a tan grande altura? ¿Quién, sin recursos, abandonado, sin impulsos de ningún otro, sin estimulo ofrecido por nadie, descolló tanto en el saber, donde las artes y las ciencias yacen exánimes porque no se las sustenta?

»¿Y no ha sonado ya la hora de las reparaciones? Por ventura los momentos felices con que las circunstancias nos favorecen para hacer todo lo bueno posible, habrán de pasar inútilmente, en desdoro de aquellos en quienes tiene el país su vista fija y fijas sus esperanzas? ¡No, y…no! Y mengua a los que sólo mueven su pensamiento en la estrechísima órbita de sus mezquinos intereses, y la ignorancia ha reducido a la triste condición de no comprender lo grande ni ensayar lo noble. ¡Y ay de aquellos, los que en su ceguedad son incapaces de venerar la virtud y honrar el talento, y no comprenden cómo por ese medio puede llegarse al engrandecimiento de la Patria!

»Que sus producciones poéticas sean releídas por los que tuvieren alguna duda. Ahí tienen todos la “Ruinas”, que llega a la cumbre de la verdadera inspiración, que conmueve una por una todas las fibras del corazón que ama lo sublime, versos que no son sino un grito del alma enternecida ante los majestuosos escombros de nuestras

 

Memorias veneradas de otros días:

soberbios monumentos,

del pasado esplendor reliquias frías,

donde el arte vertió sus fantasías,

donde al alma expreso sus pensamientos.

 

»Ahí tienen todos la “Oda al Progreso”, en que habla a su pueblo con el acento varonil que le ha valido con justicia el título de poeta. Ahí tienen “La llegada del invierno”, en que la fluidez, lo sencillo, lo elegante, unido todo a la inspiración, también deja conmovidos a los que leen. Y otras tantas más, sobre todo las que últimamente han visto la luz del público, y de las cuales ya hemos hablado. Y ténganse en buena cuenta que, aunque sea necesario repetirlo, en todas hay, en ninguna falta esa suma de puro patriotismo que tan acreedor la hace el buen aprecio y a la gratitud de sus conciudadanos.

»Si hubiera campo en que lucharan los autores, con sus composiciones, por merecer el lauro señalado, entonces no acudiríamos al pueblo para dedicar el que a ella corresponde, porque, moderna Corina, sabría disputarlo y alcanzarlo en la arena en que el ingenio vigoriza sus fuerzas y el saber redobla sus esfuerzos, comunicando la chispa y ardor del entusiasmo al talento que se prepara a tomar parte en el combate.

»Por desgracia aquí no se celebran certámenes literarios, que tan convenientes serían. Pero la señorita Ureña ha luchado en un terreno aún más vasto y mas escabroso. Porque su acento ha subido más alto que estruendo de las armas agitadas por la discordia civil, y más alto que el grito sordo de los rencores y las pasiones, y más alto que el escándalo del despotismo; y todos lo hemos escuchado lleno de la misma elevación en los momentos en que tenia mudos todos los libros la tiranía. Así, resulta que no es favor, sino justicia, lo que la Sociedad Amigos del País quiere tributarle en nombre de todos.

»Pero no basta la medalla, o mejor dicho, podría gastarse poco con ella, y con lo demás, que se publicaran sus poesías en una colección sería lo más conveniente, y mayor prueba de las consideraciones que se le deben. Sólo que las contribuciones han de crecer para ese objeto, y ser más numerosas.

»Concurran, pues, todos los que aman las letras, todos los que saben cuán dificultoso es, y por esta razón, laudable, llegarse a distinguir en Santo Domingo en ese sentido; concurran todos los que aman el progreso, así material como intelectual de la Nación; concurran todos los que, muy lejos de los dominios del egoísmo, saben honrar el talento, admirar el genio y venerar la virtud, y satisfacen su espíritu cuando hallan la ocasión de patentizar lo anterior; concurran todos los patriotas, y así será posible darla a conocer al mundo entero, para honra de todos, publicando sus composiciones ya aplaudidas, las que tenga inéditas, y quizás si algún poema tratando de los acontecimientos de Quisqueya cuando la conquista, que tenemos el gusto de indicar.

»Cierto es que los honores muchas veces son perjudiciales para aquellos a quienes se han dedicado. Pero no resultará así en este caso. Porque conocemos personalmente a la señorita Ureña, y apelamos al juicio imparcial de los que también así la conocen. Es de aquellas almas humildes por naturaleza y humildes por convicción; y cuando sus ojos desprecian los objetos que están delante o modestamente se fijan en alguno, su pensamiento está recorriendo las esferas de las grandes concepciones.

»No adulamos, no, porque no sabemos hacerlo. Si, por acaso, nos hemos excedido, o si nuestra admiración es tachada por alguno, daremos prueba de que sentimos lo que hemos dicho, el día que analicemos en punto a literatura sus producciones, pues habremos de señalar los que en nuestro concepto sean errores, si algunos se hallasen.

¡Y ay de los que, con el alma vacía de nobles aspiraciones, censuraren nuestro entusiasmo! Ningún interés nos mueve en este asunto, a no ser el que particularmente nos es de derecho tener, como amantes decididos de las letras y como amantes de las grandezas de la Patria».

 

 

  • (Santo Domingo, Rep. Dom.: Comisión Permanente de la Feria Nacional del Libro, 1988. Pág. 9).

 

  • En: Francisco Henríquez y Carvajal. Salomé Ureña ante la Patria. Compilación, prefacio y notas de Miguel Collado (Santo Domingo: Secretaría de Estado de Educación, 2005. Págs. 33-39). Rescatamos este texto de la siguiente fuente cubana: Homenaje de Cuba al preclaro dominicano don Francisco Henríquez y Carvajal en el centenario de su nacimiento (La Habana: Oficina del Historiador de la Ciudad, 1959. Pp. 181-186).

Por Miguel Collado

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