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24 de abril 2024
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OpiniónCarlos McCoyCarlos McCoy

Economía social de mercado

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La democracia, con su bastón de apoyo, el capitalismo, ha fracasado de manera evidente. La equidad brilla por su ausencia en este sistema y cada día es mayor la diferencia entre los que más tienen y el resto de la población.

Lo mismo ha sucedido con el comunismo y su cantaleta de igualdad económica y social. Lo único que han podido repartir equitativamente ha sido la pobreza.

Pero, por suerte, casi siempre existe un término medio y a este, están apelando muchos países, lidereado por la República Popular China, que es “la economía social de mercado”.

Esto no es algo nuevo. Ya había sido establecido en la Alemania de la post guerra y aceptado por otros países, principalmente de Europa del norte, fue implementado por el economista alemán Alfred Müllen-Armack y es definida como, “un sistema que combina la competencia sobre la base de la iniciativa libre de los individuos con la seguridad y el progreso sociales”.

“La economía social de mercado es un sistema que defiende la libertad de la iniciativa privada. Sin embargo, al mismo tiempo, admite que el Estado tenga cierta intervención para asegurar el bienestar de la población”.

En palabras sencillas, el Estado facilita todas las posibilidades para que un ciudadano se desarrolle particularmente, mientras que, colectivamente, les garantiza las herramientas necesarias en pos de lograr esas conquistas como son la educación y la salud.

Los chinos, en la actualidad son el mejor ejemplo de lo que es un sistema de ese tipo. Han abierto su economía al libre mercado, pero han mantenido el control del gobierno.

El resultado no se ha hecho esperar. Más de 400 millones de chinos han escalado socialmente hacia la clase media, esto es una cantidad mayor que la población total de los Estados Unidos de América, pero al mismo tiempo, han reducido drásticamente la pobreza extrema en su territorio.

Los Estados Unidos, vieron venir ese cambio chino y en el 1979, rompen relaciones con su aliado Taiwán y la establecen con la China Popular.

Pero, mucho antes, alrededor del año 1970, el profesor Juan Bosch publicó su tesis, “Dictadura con Respaldo Popular” en la que planteaba, entre otras cosas, la ejecución de un gobierno basado en una nueva democracia. Entendía que la mentada representativa no brindaba al pueblo las auténticas reivindicaciones requeridas por este.

Su teoría proporcionaba las herramientas necesarias para el desarrollo individual y colectivo, pero, sobre todo, garantizaba trabajo, salud y educación a todos.

Pero, el presidente Luís Abinader acaba de anunciar que no permitirá que los chinos inviertan en nuestro país, en aeropuertos, puertos marítimos, ni en comunicaciones, por considerarlo áreas estratégicas.

Esas áreas serán reservadas para capitalistas de los Estados Unidos de América.

Si a este bizcocho le ponemos el suspiro del cambio de embajada dominicana de Tel Aviv a Jerusalén, también anunciado por el presidente, estamos ante un giro de 180 grados en nuestras relaciones comerciales y diplomáticas.

¿Son estos los pasos adecuados en este momento? Esperemos, el globo sigue girando.

Por Carlos McCoy

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