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25 de abril 2024
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OpiniónFrancisco S. CruzFrancisco S. Cruz

Dos tesis sin sustento

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Por mucho tiempo he leído en pluma de algunos periodistas (“hacedores de opinión pública”), sociólogos, politólogos e intelectuales a secas, que, para que haya democracia y liderazgo opositor-representativo deben darse dos condiciones: a) alternabilidad en el poder; y b) que ningún partido tenga mayoría parlamentaria aplastante. Pero lo curioso de esa tesis-pretensión, en nuestro país, es que sólo se exige y reclama, por esa claque intelectual-periodística, cuando el PLD gobierna y logra mayoría parlamentaria. Sin embargo, cuando gobierna otro partido y logra lo mismo (Ej. 98-2006), tal aspiración, desaparece como por arte de magia (¿doble moral política-intelectual o qué?).

Y me pregunto: ¿En cuál democracia del mundo un partido político, de antemano y como visión altruista-civilizada de la política y del poder, aspira a ganar, de equis cantidad de escaños, solo unos cuantos dizque por preservar equilibrio de poder y que ochocuánto? ¿Se da así en los Estados Unidos,  Francia, Alemania, España, o Inglaterra? ¿En qué Democracia del mundo se prohíbe que un partido político –vía elecciones libres- gane todas las veces que la mayoría decida? O Más apegado a cierto requerimiento constitucional (que no conozco): ¿existe alguna Constitución en el mundo que establezca, tácitamente, a qué cuota de poder debe aspirar un partido político?

Si existiese esa prerrogativa constitucional, en algún país, seguramente estaríamos ante una dictadura o, el paraíso.

De modo, que, el mito de equilibrio de poder, más que entenderlo como una repartición obligatoria-mandatorio entre fuerzas políticas, hay que asumirlo en función de una separación real de los poderes públicos –una quimera, dicho sea de paso, en construcción, zigzagueante, desde 1978- cuya génesis-inflexión debería ser una legislación electoral que no propicie arrastre, resquicios ni vicios técnicos-legales que dificulten una efectiva administración electoral y la obtención de resultados electorales diáfanos y transparentes en procesos eleccionarios no de votantes o “clientes”, sino de ciudadanía consciente-refrendaria.

Entonces, por lo que hay que luchar, sin sesgo partidario, es por instituciones fuertes, separación e independencia de los poderes públicos, conciencia ciudadana cada vez más exigente con el cumplimiento del imperio de la ley, efectiva y transparente gestión pública y por una legislación electoral que promueva y fomente  valores cívicos-democráticos.

Por ello, en el actual y obsoleto marco jurídico-político- electoral, dejémonos de “cuentos chinos”, no hay partido que no aspire a obtener la suma de todos los cargos de elección popular. Y si no es así,  ¿por qué no hemos visto -desde 1978- una huelga de partidos, de oposición o no, y su periferia mediática-periodística e intelectual, exigiendo tal aspiración? ¡Qué va!

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