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24 de abril 2024
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Diplomacia Pública, Marca Nacional y la República Dominicana

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Muchos conceptos ganan popularidad durante sus respectivas épocas y son integrados al léxico político. La era de la Guerra Fría dio paso a un concepto que se llamó Diplomacia Pública, el cual describe los procesos de comunicación usados por los estados para interactuar con sus audiencias extranjeras.

Al famoso diplomático y decano de la Escuela Fletcher de Derecho y Diplomacia, Edmund Asbury Gullion, se le atribuye la creación del término Diplomacia Pública en el año 1965. En su catálogo, la Escuela Fletcher describe diplomacia pública como “el rol de la prensa y otros medios en las relaciones internacionales, cultivo de la imagen pública por parte de los gobiernos, la interacción no gubernamental de grupos privados y los intereses de un país con los de otros, y el impacto de estos procesos transnacionales en la formulación de la política y conducción de sus relaciones internacionales”. Desde su incepción por Edward Guillon, la diplomacia pública ha ido ganando tracción en todo el mundo.

La práctica de la diplomacia pública no ha sido estática. De hecho, ha evolucionado bastante y se ha expandido a través del tiempo. Como resultado de un rol incremental por parte de la sociedad civil, la diplomacia pública se ha hecho cada vez más inclusiva de los actores no estatales. Hoy día, los ciudadanos y otros actores no estatales son una parte integral de la diplomacia pública. Esta nueva diplomacia pública, según el libro “Public Diplomacy” publicado en 2002 por Leonard, Stead & Sweming y en específico en su segundo capítulo titulado ‘Las tres dimensiones de la Diplomacia Pública’, se podría definir como “iniciativas complejas de comunicación enfocadas hacia públicos y gobiernos extranjeros, por parte de otros gobiernos y organizaciones no gubernamentales, en procura de lograr metas de políticas y aprendizaje mutuo”. Otro erudito en el tema y fundador del programa de maestría en Diplomacia Pública de la Universidad de California del Sur, el profesor Nicholas J. Cull la define como “un juego de actividades de comunicación bien organizado con el fin de cambiar el comportamiento externo mientras se altera el comportamiento propio mediante la atención y el aprendizaje mutuo”.

Aunque la diplomacia pública ha estado establecida como una práctica creíble desde hace mucho tiempo en países como el Reino Unido, los Estados Unidos de Norte América, Suecia, etc., no es hasta más recientemente que la aplicación de enfoques sistémicos y estratégicos ha sido aplicada por los países no occidentales en su comunicación global. Este emerger de nuevos actores en la práctica de la diplomacia pública es uno de dos desarrollos que han formado esta nueva diplomacia pública. Los nuevos actores están predominantemente comprendidos por estados no occidentales como India, Perú, México, Turquía, China, Rusia y Corea del Sur, entre otros. Estos países han introducido su propia interpretación y aplicación de la diplomacia pública, lo cual hace de sus casos no tradicionales.

El segundo desarrollo que ha formado la nueva diplomacia pública es el avance de la comunicación y las tecnologías digitales. La velocidad de la comunicación ha acelerado, lo cual está cambiando drásticamente el fundamento de la manera en la cual las personas se comunican. Hoy día, las tecnologías de comunicación digitales son la norma, desfasando, de esta manera, otros métodos y herramientas tradicionales de comunicación. Nos ha tocado vivir el desplazamiento de las cartas por correo, las líneas telefónicas caseras, las máquinas de fax y la velocidad de transmisión y recepción de información se ha transformado. Hoy en día, un simple mensaje en un medio social como Twitter tiene la capacidad disruptiva para desestabilizar la política global. Nuevas tecnologías como éstas permiten a los actores estatales y no estatales afirmarse en la esfera pública en una manera que no se había visto antes. Su habilidad de alcanzar a públicos alrededor del mundo y, más importante aún, la instantaneidad nos hace pensar que estamos viviendo un momento crítico de nuestra historia en la que la diplomacia se está volviendo más igualitaria.

Así como podemos acreditar el término Diplomacia Pública a Edmund Guillon, podemos considerar una adenda o bien un concepto que va de la mano, el concepto de marca nacional o “Nation Branding” en inglés, el cual fue introducido durante la década de los 90 por un asesor político independiente de nombre Simón Anholt, el cual ha trabajado para ayudar a desarrollar e implementar estrategias para mejorar el compromiso económico, político y cultural para con los otros países. El es el fundador del Indice de Buen País, “Good Country Index”, el cual mide cuánto aporta cada país para el bien común de la humanidad y cuánto consume en relación con su tamaño.

Citemos el caso de Croacia como imagen visual de cómo funciona el tema de marca nacional. Después del sangriento conflicto en los Balcanes, la imagen global de Croacia estaba manchada por una percepción negativa de la guerra y abusos a los derechos humanos. Ya para 2003, cuando el gobierno de Croacia hace su solicitud para ser miembro de la Unión Europea, la imagen era otra, estando el país desde 1992 embarcado en un ambicioso proyecto de marca nacional para ayudar a transformar esta imagen negativa. El gobierno croata a través de su agencia de turismo invitó a más de 400 periodistas y agencias de medios extranjeras al país para mostrar la seguridad y belleza de Croacia como destino turístico. Como habían tenido éxito estas herramientas utilizadas, en 2003 invitaron a 83 periodistas franceses, lo que provocó que se publicaran más de 700 artículos positivos. Al año siguiente, la visita por los turistas franceses aumentó en un 70%.

Hoy en día, una búsqueda en Google de Croacia da como resultado imágenes de la hermosa costa del Adriático y enlaces a las principales guías de viaje que ocultan por completo las preocupaciones de seguridad olvidadas por las guerras yugoslavas. Así pues, por lo que pueden ver, es posible que las naciones den forma a la percepción pública a través de una fuerte campaña de marca. De la misma manera que el marketing es vital para que las empresas tengan éxito, los países también deben presentar un mensaje claro unificado al mundo.

Así que éste es el poder de la marca nacional o “Nation Branding” en inglés, su comercialización para los países que todo diplomático debe conocer y conquistar, pero muy pocos son expertos.

La República Dominicana ha sido de cierta forma ajena al uso del “Nation Branding”, aunque ha habido campañas que han logrado algunos avances en la materia. Es imperante que la República Dominicana tome este tema en serio y haga de esto uno de los temas principales de nuestra cancillería, y para ello se necesita que se elabore un plan completo e inclusivo de otras dependencias del gobierno tales como Turismo y Centro de Importación e Inversión. Hemos sido castigados internacionalmente una y otra vez por temas internacionales mal manejados y, sobre todo, y algo que es realmente triste, nos hemos acostumbrados a la idea de que nuestra representación diplomática en el exterior ha sido una burla, no sólo por tener una inclusión de cientos de personas que únicamente están ahí para cobrar dinero y no hacer nada, sino por el hecho de que aunque se ha hablado miles de veces, el tema no se ha logrado trabajar de manera sostenida y enérgicamente en una marca país para lograr las metas de proyectar una buena imagen, y peor se ha seguido fomentando los estereotipos equivocados.

La Constitución de la República Dominicana en su Artículo 128 establece que “el Presidente de la República dirige la política interior y exterior del país”. En el Artículo 26 explica que “las relaciones internacionales de la República Dominicana se fundamentan y rigen por la afirmación y promoción de sus valores e intereses nacionales, el respeto a los derechos humanos y al derecho internacional”.

La Visión de la Nación de largo plazo, consignada en el Artículo 5 de la Ley Orgánica 1-12 de la Estrategia Nacional de Desarrollo, establece que “República Dominicana es un país próspero, donde las personas viven dignamente, apegadas a valores éticos y en el marco de una democracia participativa que garantiza el estado social y democrático de derecho y promueve la equidad, la igualdad de oportunidades, la justicia social, que gestiona y aprovecha sus recursos para desarrollarse de forma innovadora, sostenible y territorialmente equilibrada e integrada y se inserta competitivamente en la economía global”.

El objetivo específico 1.4.2 de la Estrategia Nacional de Desarrollo 2030 procura “consolidar las relaciones internacionales como instrumento de la promoción del desarrollo nacional, la convivencia pacífica, el desarrollo global, regional e insular sostenible y un orden internacional justo, en consonancia con los principios democráticos y el derecho internacional”.

El objetivo específico 2.3.8 de la Estrategia Nacional procura “promover y proteger los derechos de la población dominicana en el exterior y propiciar la conservación de su identidad nacional”.

El plan del nuevo gobierno entrante el 16 de agosto del 2020 y las metas presidenciales en materia de relaciones exteriores en “Una Política Exterior para el Gobierno del Cambio”, establecen claramente el propósito de fortalecer la presencia del país en el mundo, a través de la revisión y priorización de nuestras embajadas y consulados, conforme a la estrategia de política de desarrollo del país, de la protección de la población dominicana en el exterior, del fortalecimiento institucional del MIREX y su marco legal, del fortalecimiento de las relaciones con Haití, así como de la promoción de una diplomacia moderna y proactiva en consonancia con el contexto internacional.

Si estudiamos el tema vemos que en el 2015 el Ministerio de Relaciones Exteriores de la República Dominicana lanzó un “Plan Estratégico 2015-2020” al cual llamó “La Nueva Política de Relaciones Exteriores”, y viendo todo eso podemos entender que de cierta forma el tema no es nuevo, pero igualmente debemos ver que ha habido un fallo de ejecución y que no se ha logrado alcanzar los ideales que tantas veces se han mencionado. Creo que el tema ha sido falta de interés en llevar las cosas a su madurez y que no se ha hecho una congruencia entre los diferentes actores. Con esto dejo implícitamente dicho una vez más que no se trata de un tema de cancillería únicamente, sino que debe haber una sinergia entre todos. Creo que los dominicanos entendemos que es ya tiempo de resolver este tipo de obstáculos y, de igual forma, creo que estamos en un momento perfecto para que así se haga, pues podemos celebrar que nuestra dirección diplomática ha vuelto a las manos de los diplomáticos con el nombramiento de un real diplomático en la dirección del Ministerio de Relaciones Exteriores, el cual es el responsable de facilitar el mandato constitucional del Presidente de la República en esta tarea de dirigir las relaciones exteriores del país, tal y como lo establece la Ley Orgánica No. 314-64.

Aunque no es momento de celebrar aún, podemos sentirnos orgullosos de que ya las cosas parece que retornarán a su lugar y que pronto debemos tomar el verdadero camino que hasta ahora ha sido desde utopía en dirección a la distopía.

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