Muy pocos terminan usando sus armas para defenderse del peligro que creen que los acecha.
Por el contrario, por voluntad propia o por accidente acaban dañando a terceros. Mientras sigamos con el dilema de que se permita el porte de armas para la seguridad estaremos amenazados por quienes andan armados sin condiciones para ello.
Eso incluye a miembros de nuestros cuerpos armados que con frecuencia se ven envueltos en crímenes y actos violentos.
Andamos detrás de las armas ilegales, pero tenemos a toda una legión de portadores con permiso legal, en muchos casos vencidos, que resultan tan o más peligrosos que los que perseguimos porque no los tienen.
Tenemos la seguridad colectiva expuesta en alto peligro.