La actividad económica, social y política en toda nación se dice que se fundamenta en un Estado Social, Democrático y de Derecho.
Sin embargo, las entidades y sus prácticas, muy por lo regular permiten que prevalezca, de una forma muy desequilibrada el interés privado – de forma nociva – por encima del interés colectivo.
El objetivo de todo gobierno, debería ser que, en el mediano y largo plazo se consiga el bienestar general del pueblo que lo eligió.
Lamentablemente no es así. El neoliberalismo y el capitalismo tan salvaje, por sus contradicciones de origen, solo provocan que los ricos sigan siendo más ricos y los pobres se congelen en un estado de no bienestar.
Las reglas de juego, como son confeccionadas por los causantes de los males sociales, terminan legitimando las mañas y argucias de un sistema que solo produce más pobreza y menos bienestar.
Las paradojas no dejan de tomar notoriedad. Mientras República Dominicana, mi país, exhibe niveles de crecimiento y estabilidad macroeconómica envidiables para otras naciones (antes del coronavirus), al mismo tiempo persisten los mismos niveles de desigualdad y las mismas precariedades que el pueblo sufría hace decenas de años atrás.
A pesar del crecimiento que se decía tener la sensación interna, económica y social parece tener otras connotaciones.
La corrupción parece y así creo que es, haberse institucionalizado pública y privadamente. El saqueo a las arcas públicas es algo tan común que no nos sorprende ver el incremento, en poco tiempo, de fortunas que lícitamente es imposible conseguirlas. Falta ver que sucederá con los nuevos funcionarios.
Entiendo que el país necesita con carácter de urgencia más que un pacto con los sectores una revolución social que nos saque del esquema actual en el que estamos y demos un giro hacia el bienestar colectivo, donde lo que impere sea el interés social no el interés de una pequeña minoría enquistada en el poder.
Por Daygorod Fabián Sánchez, educador, reside en Villa Vásquez