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24 de abril 2024
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OpiniónFrancisco S. CruzFrancisco S. Cruz

De “saltarines”  y tránsfugas

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No valieron las nuevas legislaciones en materia electoral –las leyes 33-18 y 15-19- para desterrar y sancionar la consuetudinaria práctica política del transfuguismo en nuestra clase política que desnuda una falencia histórica-política: la falta de una cultura democrática que hace imposible un código del perdedor y la praxis-fenómeno de los “saltarines” de lealtades y zafras electorales.

Ambas categorías o fenómenos –tránsfugas y “saltarines”-, aunque diferentes, campean en nuestro sistema de partidos como verdolagas o pasto silvestre. Sin embargo, una y otra  categoría expresan comportamientos disímiles. Por ejemplo, el tránsfuga es una suerte de transeúnte político o “barco noruego” que bien, si no logra su objetivo de ser candidato en su partido, puede, en un santiamén, y cual agente libre, mudar de partido, ideología, símbolos y colores sin ningún sonrojo; mientras que el “saltarín” es el miembro-dirigente de un partido cuya fidelidad a un determinado liderazgo interno o proyecto presidencial es de “bateo y corrido”, es decir, que lealtad y permanencia son de temporadas y “asigun” satisfaga, en tiempo record, sus más recónditas y disimuladas ambiciones u apetencias -casi siempre un ministerio o un “situado” jugoso”-.

No obstante, lo más grave no es la viveza y ligereza del tránsfuga o la vocación de “cambia chaqueta” del saltarín, sino la desfachatez de ambos a la hora de dar el salto o maroma, casi siempre, bajo el predicamento o cliché, recurrente, de que renuncia porque tal o cual partido “abandonó sus principios y valores fundacionales”, “me hicieron fraude” o “ya no era posible la cohabitación” y cuanta peroratas mas que, por supuesto, nadie cree, pues no es posible denunciar “degradación y bajeza” cuando media 40, 30 o 20 años de militancia partidaria, y de golpe y porrazo, dizque se descubre la podredumbre de un partido cuasi hechura-beneficio del que está renunciando.

Esa práctica, es la charlatanería más grande y que mejor describe-retrata semejante espécimen de líder, intelectual o “saltapatrás”, pues es la prueba más fehaciente de estar frente a un simulador de tomo y lomo. Tal bajeza es la misma que comete un hombre o una mujer que, por equis razón, se separan y uno, de ambos, comienza a despotricar del otro.

Lo democrático, lo respetuoso; y hasta de vergüenza ajena, debería ser, si uno se va de un partido equis, anunciarlo con altura y no bajo el predicamento de la descalificación, la critica cobarde-alevosa –porque ya se está fuera-; o peor, no hacerse la debida autocritica de lugar, como ya es costumbre en nuestros actores políticos.

El país, en mi opinión, debería borrarlos “…con m… de gato” a esos tránsfugas y “saltarines” que, de zafra en zafra electoral, se pasan de graciosos… (Que los hay también jugando el miserable papel de Caballo de Troya -¡Hasta cuando!-)

 

Por Francisco S. Cruz

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