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20 de abril 2024
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OpiniónManuel Hernández VilletaManuel Hernández Villeta

De la corrupción

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La corrupción es un cáncer que hay que extirpar de la sociedad dominicana. Una de las principales causas de nuestros males actuales es el tradicional manejo irregular de los fondos públicos, y los pasos indebidos del sector privado. A eso hay que ponerle fin.

No se puede hablar de corrupción centralizada en una sola ejecutoria gubernamental. Desde el siglo 20 los dominicanos han sufrido los márgenes del despropósito y el enriquecimiento ilícito. De lo que se trata ahora es de qué no haya impunidades ni protecciones.

Cuando se desata el infierno de la corrupción, pocos quedan sin que sus manos se ensucien. Buscamos al que se sumerge en el delito, al político, al hombre o mujer de vida pública, pero se olvidan de los corruptores. No puede haber corrupción, si no participan dos sectores. Uno que da y el otro que recibe.

A los dos hay que castigarlos por igual forma. Los políticos en forma tradicional se han burlado de la justicia, es más, el estamento judicial es una rueda que impulsan los políticos, son los que seleccionan al chofer del carro, por lo que al momento de hablar de aplicación de la ley, salen sin pagar culpas.

Pero en pocas ocasiones se habla de los corruptores, los políticos llegan y pasan. Son aves de paso, pero el sector empresarial siempre está presente. Tiene su pecado en dar para que le compren o le contraten. Siempre sale limpio. Nunca se le toca. Se visten de santos, cuando en verdad son demonios.

Hay que llevar a la justicia a todos los corruptos; los que han recibido favores, y los que entregan dinero para facilitar el camino a sus empresas. Si se quiere que florezcan las instituciones en la República Dominicana hay que dar fortaleza a la justicia.

La dama de los ojos vendados tiene que actuar con total independencia. A veces el compromiso de casta, de linaje, de recursos económicos, pesa tanto como el político. Hoy la justicia dominicana necesita dar una demostración de fuerza, de equidad, de independencia, de libre actuación.

Tiene que castigar a los que verdaderamente son culpables de actos de corrupción. No creo en la justicia aplicada por la muchedumbre que vocifera en las gradas. Se cometen injusticias y se realizan venganzas, cuando no hay juicios oral, público, contradictorios, abiertos, para juzgar conductas e inconductas.

Tengo la esperanza de que la justicia mantenga limpia la toga y la conciencia. Es una de las últimas posibilidades que tenemos los dominicanos de seguir viviendo en una sociedad civilizada. De la burla de la justicia y el doblez de rodilla de sus representantes, solo lograremos caer por el abismo del caos y la disociación. ¡Ay!, se me acabó la tinta.

 

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