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19 de abril 2024
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OpiniónPablo ValdezPablo Valdez

El daño de la simulación institucional

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Las instituciones del Estado Dominicano, generalmente son dirigidas por personas que alcanzan posiciones en base a discursos atiborrados de mentiras, de dobleces, de cinismo y de hipocresía, a niveles que coquetean con lo espantoso y lo grotesco.

En muchas ocasiones, con toda seguridad, más de las deseables, ese discurso refleja un rotundo divorcio con la práctica de esos individuos en sus interacciones sociales.

De manera deliberada, desde el tintero y desde la propia concepción de esa disertación falaz, estos desvergonzados apuestan al juego del plazo precoz de la memoria, intentando manipular a los votantes en base al ofrecimiento de dádivas para atraerlos y sustraerlos de su propia realidad. A veces lo logran, afortunadamente otras no.

Este comportamiento engañoso nos recuerda la famosa fábula del escorpión y la rana, contextualizada geográficamente a orillas del río Níger, según un relato popular africano.

La rana, de naturaleza muy generosa, frecuentemente ayudaba a todos los insectos que se encontraban en problemas por la crecida del río, cruzándolos al otro lado sobre sus espaldas.

La virtuosa rana llegó a cruzar incluso a nutritivas moscas, a las que se les mojaban las alas, dejándolas totalmente indefensas y a merced de su apetito. Pero la rana, muy noble, no se permitía ni se perdonaba a sí misma el pensamiento de aprovecharse de ellas en circunstancias tan desiguales.

Un día, la rana recibió el pedimento del “voto” (de confianza, en el caso de la fábula) de parte del escorpión del vecindario. Dada su fama anterior de traicionero, de falaz y de poco fiable, la rana se mostró, en un principio, renuente a ofrecer el servicio requerido.

Sin embargo, ante la insistencia del malvado personaje, esta sucumbió, dejándose convencer por un discurso hipnotizador del falaz ponzoñoso, basado en un argumento que parecía sólido y lógico: la promesa de que no la picaría, porque de hacerlo ambos perecerían ahogados.

Parecía un argumento bien fundado, pero el final de la historia puede ser fácilmente intuido: el alacrán terminó clavando su ponzoña e inyectando su veneno a la rana, por una razón muy simple: no pudo desligarse de su naturaleza. Esa naturaleza del escorpión que es picar, ese egoísmo que inmune a cualquier circunstancia, aflora.

Volviendo al punto inicial, la dimensión de la simulación de algunos personeros, tristes representantes de la peor cara de la política, es tan corrosiva que carcome la propia esencia institucional de las organizaciones a las que prestan su flaco servicio, rompiendo con la armonía y frescura de todas las banderas éticas e institucionales que estas han podido levantar y exhibir ante la opinión pública durante arduos años de trabajo.

Estos individuos degradan los organismos en los que asumen que son (o se sienten) monarcas del poder absoluto, caciques y comendadores, dueños de la moral de terceros y herederos perennes de la posición, como si fuesen herencia de sus padres.

No son más que teatristas novelescos, que recurren a los instintos más bajos del ser, al levantar la bandera de la agresión, del revanchismo, de la retaliación, del maltrato y de la injuria, del vilipendio ruin, de la maledicencia infundada, del levantamiento de campañas mezquinas de descrédito infundado a través de testaferros… y de tantos otros anti-valores propios de las personas moral y espiritualmente enanas, similares a los del escorpión de la fábula.

Encuentran satisfacción en esa forma ilegítima de contrarrestar a sus opositores, o a quienes no comparten en alguna forma, más que su visión, su actitud de avasallamiento desde el poder y, para colmo de males, pretenden venderse al electorado como santos inmaculados, dignos de la más férrea devoción, cuando su techo es de delicado cristal.

Un peligroso hecho del comportamiento simulado de determinados “pseudos líderes” es la creencia en sus “actuaciones” del momento, que daña todo el entorno donde interactúan, donde pululan.

Lo pudren, ¡sí, lo pudren y lo vuelven fétido! Son tramoyistas que muestran falsa complacencia y simpatía con las personas que más han agredido desde el ejercicio de su poder y se empeñan en vender la idea de que han cambiado, que han propiciado una catarsis en su ser, sufriendo una metamorfosis, recordando la obra de Kafka, para “el bien del entorno circundante” y pretenden pasar de ser tiranos a próceres, de la noche a la mañana y de un día para otro.

Sin embargo, estas actuaciones nos remiten a recordar aquel“cambio del momento”, circunstancial y oportunista, que muestra el escorpión en su personalidad, pero sólo cuando desea obtener el beneficio de la rana: luce disuasivo, lógico, noble, bonachón, complaciente… y se mofa de ser ético, cuando en realidad está calculando la estocada mortal para la inyección de su veneno.

Otro de los peligros del accionar de esa calaña de personeros es el hecho de que intentan vender  la idea de que los  objetivos se logran mediante la filosofía de la simulación oportunista, aquella que se fundamenta sobre la mentira y el engaño, en base a la maledicencia.

En consecuencia, su aporte real es dañar y corroer todo el entorno, propiciando que muchas personas de buen nombre, honestas, correctas, serias, éticas… procedan a la imitación de ese malsano proceder y asuman su discurso, dañino y cuestionable, como si fuera una verdad plena: “quien no se transa, no avanza”. Ese tipo de razonamiento envilecido, inducido, perverso y pérfido es una de las retrancas que sumerge a la la sociedad dominicana en una perspectiva de descredito.

La Universidad Autónoma de Santo Domingo no escapa a este tipo de individuos y son, precisamente, estas personas los que han distorsionado la misión institucional de la Primada de América.

Aun así, estamos seguros de que hay un porcentaje muy alto de universitarios, cansados de esta dañina simulación, de este comportamiento de doble moral en que se es capaz de hacer incluso acusaciones inventadas, traídas forzosamente por las greñas, paridas de una imaginación retorcida que es el mismo reflejo de su propio accionar secreto siniestro, para empotrar esas ideas en un discurso que atraiga la simpatía de los incautos, de aquellos nobles que al momento de la votación deciden el futuro de la Academia.

La oportunidad de que la universidad del Estado, vuelva a retomar el camino de la dignidad, comienza ahora. Esos personeros de la simulación con sus discursos prefabricados no van a lograr cambiar la voluntad de una UASD que quiere rectificar y de un país que exige esa rectificación.

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